En algunos mentideros se chismosea, no sin gracia, que los reiterados ruegos del presidente Mauricio Macri para que los Estados Unidos importen limones argentinos, acaso se deban a plantaciones o negocios de él o su famiglia. Igual que sucede con el Correo,las líneas aéreas (como Avianca) y otros negocios en los que el entorno presidencial tiene intereses particulares y no de gestión.
Práctica ésta –aprovecharse en beneficio propio– que en estos tipos ya es política de Estado porque se lo aprueban los barrios porteños que salieron a “defender la democracia” hace justo un mes, ciegos para ver el lento desguace de Aerolíneas, el más grosero de la Anses, el constante de la Educación y la Salud, y ahora el de la principal empresa lechera del país.
Lanzados a desfinanciar y a fundir, al gobierno le sobran empresas amigas para aplicar ajustes y retrocesos sociales mientras nos recontraendeudan, y ahora incluso poniendo como garantías las reservas geológicas. Pero lo asombroso es que esta irregularidad generalizada sólo puede prosperar con la complacencia de vastos sectores de clase media que siguen agrietados y repiten el sonsonete “se robaron todo” que les escriben los grandes diarios y TN, mientras niegan el infame choreo macrista en sus propias narices.
En ese contexto moral e ideológico despreciable, ahora están destruyendo una de las industrias estratégicas más sensibles de la Argentina: la lechería. En particular la emblemática e histórica Cooperativa Sancor, cuyo nombre deviene de asociar las dos provincias más ricas en lácteos de toda América Latina: Santa Fe y Córdoba.
Estos tipos, especialistas en ajustar a costa del lomo de los trabajadores, están ahora dedicados a cerrar tambos a los que ellos mismos acogotan, sin importarles que Sancor sea, como en efecto es, una empresa imprescindible para sus trabajadores pero también para los productores tamberos y los consumidores en todo el país.
Siempre, desde hace décadas, Sancor fue una empresa testigo, reguladora de una actividad estratégica que significa empleo digno y arraigo en sus pueblos y comarcas para miles de productores lecheros, ordeñadores y tractoristas de la cuenca láctea central de nuestro país. Por eso diversas organizaciones agrarias –ninguna de las oligárquicas– plantean la urgencia de frenar la liquidación de este sector clave de la economía argentina a la que definidos intereses del capital financiero concentrado, local y extranjero, están asfixiando amparados en la política lechera del macrismo-radicalismo gobernante, que considera a la leche un artículo prescindible para la nutrición de la niñez. Lo que es una típica idea del capitalismo tan feroz como estúpido que los caracteriza.
Obviamente no ven, ni les interesa ver, que la leche no es un negocio financiero más, puesto que de la leche, de la buena leche, dependen la salud y la vida de millones de bebés y niños que necesitan este vital alimento. Ésa es una cuestión estratégica, crucial e insustituible en la defensa y seguridad de la población. Y es deber del Estado garantizar un correcto suministro lácteo a los sectores populares porque, si no se resguarda la seguridad alimentaria de la población, resultan imposibles y vanas todas las políticas públicas en Educación, Cultura, Ciencia o Tecnología. La leche es un pilar básico de la nutrición, y por ende complemento insustituible de la política técnico-científica de un país.
El Manifiesto Argentino se manifestó ayer mismo exigiendo al gobierno nacional y al de las provincias donde se encuentran radicadas plantas de Sancor, que “se organice un urgente Plan de Salvataje” acompañando el reclamo de productores, ordeñadores y tractoristas lecheros de que “se remueva urgentemente al grupo que está gerenciando la empresa, y que asuman la conducción auténticos tamberos y trabajadores” para “volver a operar en forma urgente, frenando la fuga de miles de litros de leche que hoy dejan de entregarse a Sancor y en cambio van a sus competidoras”, que encarecen el producto con menor calidad.
Y reclamo que incluye la urgente remoción “del actual secretario de Lechería, Alejandro Sanmartino, representante, promotor y vocero de los megatambos integrados, quien propicia explícitamente la concentración de la actividad láctea, desplazando a miles de tambos familiares, lo que es contrario a los intereses soberanos del país.”
La leche es un gravísimo problema de nuestra patria, ahora mismo, por lo que es necesario y urgente retomar una política lechera racional y consensuada que garantice el consumo a precios accesibles para los sectores populares, así como la lógica rentabilidad de los tamberos, salarios dignos para los trabajadores agrarios y lecheros, y todo ello con claros límites a la voracidad del supermercadismo y la industria lechera transnacional.
Es indignante que el gobierno macrista-radical se mantenga pasivo y ausente mientras se cierran centenares de tambos y vastos sectores populares ya no pueden comprar leche, manteca o queso debido a los altos precios o a la escasez.
Ya sabemos que el gobierno elude responsabilidades por ese cretinismo explícito que lo lleva a defender siempre los intereses antinacionales, y a la vez es increíble que ningún factor político argentino se atreva siquiera a mencionar la necesidad de prohibir de una buena vez la siembra de soja en las cuencas lácteas. Pero entonces los núcleos políticos alternativos –incluso los que cuando pudieron y debieron cambiar las políticas, no lo hicieron– bien harían en declarar de una vez a la leche como bien público. Sin perder un minuto más.