Pedro Sánchez atesora una reputación bien ganada de ser un sobreviviente nato. Ganó contra pronóstico sus primeras elecciones internas para acceder a la secretaría general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), al ser destituido de ese cargo y cuando prácticamente todo el mundo lo consideraba un cadáver político, comenzó una gira en coche por toda España para recorrer agrupaciones socialistas e imponerse en las siguientes primarias a Susana Díaz, la candidata del aparato y de las viejas glorias encabezadas por Felipe González. Así volvió a hacerse con el poder en el PSOE y desde allí llegó al Palacio de La Moncloa, primero con una moción de censura y después tras ganar unas elecciones generales y pactar con Unidas Podemos y otras fuerzas políticas de izquierda y nacionalistas, entre ellos los separatistas de Esquerra Republicana de Cataluña.

Esa capacidad de supervivencia se enfrenta ahora a una nueva prueba con los indultos a los 11 líderes secesionistas que su Gobierno acaba de aprobar con el criterio en contra del Poder Judicial, las descalificaciones de la oposición de derecha y las dudas en el propio seno del PSOE, cuyos líderes regionales temen que la decisión les haga pagar una dura factura en las urnas en la mayor parte de los territorios, donde la cuestión catalana es mirada con distancia y antipatía.

Herencia

Cuando Sánchez llegó al poder, el conflicto catalán y su posterior judicialización ya estaban desatados. Desde La Moncloa, Sánchez vio cómo los líderes secesionistas que en 2017 habían desafiado al Estado español y a su entonces presidente, Mariano Rajoy, con un referéndum ilegal y la posterior declaración unilateral de independencia, eran condenados a duras penas de cárcel por los delitos de sedición y malversación de caudales públicos.

Las condenas contra los 11 responsables de esos hechos que optaron por permanecer en España y no huir a otros países europeos, como lo hizo el expresidente de la Generalitat (gobierno de la autonomía catalana) Carles Puigdemont, revistieron especial dureza. Fueron desde los nueve a los 13 años de cárcel.

Tanto las sentencias como la entrada en prisión de los líderes condenados provocaron en su día los más graves incidentes callejeros que recuerda la democracia española y no fueron comprendidos en los países europeos, especialmente en aquellos, como Bélgica, donde los dirigentes huidos permanecen sin que prosperen las peticiones de extradición cursadas desde España. Se trata de una situación singularmente anómala en el espacio comunitario europeo, que presume de ser algo más que una mera alianza comercial y que comparte instituciones políticas, económicas y también judiciales.

Jugada de alto riesgo

En las últimas elecciones catalanas, celebradas este año, Sánchez lanzó una de sus acostumbradas jugadas de alto riesgo. Colocó como candidato a Salvador Illa, el hasta entonces ministro de Sanidad que se había forjado por su gestión de la primera etapa de la pandemia una reputación de político dialoguista.

La buena imagen de Illa devolvió al Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC, filial catalana del PSOE) la condición de formación más votada después de haber sido relegado al cuarto lugar en los comicios anteriores, pero Illa no consiguió formar gobierno. Los independentistas de Esquerra Republicana (izquierda), JuntsXCat (conservadores) y CUP (izquierda antisistema) unieron sus votos para nombrar presidente al candidato de Esquerra, Pere Aragonés. Los socialistas entendieron en carne propia que su estrategia de imponer la dicotomía izquierda-derecha para conseguir un gobierno progresista estaba lejos de convertirse en realidad. Con los líderes independentistas aún tras las rejas seguía imperando el mismo marco que lleva más de una década rigiendo en la política catalana, la que pone en trincheras enfrentadas a los secesionistas de un lado, sean de izquierda o de derecha, y a los constitucionalistas, progresistas o conservadores, del otro.

Ahora Sánchez ha vuelto a redoblar su apuesta para intentar empezar a resolver el conflicto y al mismo tiempo seguir al frente del Gobierno de España.

En contra del criterio del Tribunal Supremo (que dictó sentencia contra los líderes secesionistas y ahora emitió un duro informe en contra) el Gobierno aprobó indultar a los 11 líderes presos, que ya llevaban cuatro años en prisión. Lo hizo, según argumentó, en aras de la concordia y con el respaldo inesperado de la Iglesia y los empresarios, para quienes devolver la estabilidad a una de las comunidades que es locomotora económica de España es también una cuestión de supervivencia.

Reconstrucción

Sánchez se juega mucho. Después de un año y medio de pandemia, hay encuestas que ya lo sitúan por debajo del Partido Popular. Europa acaba de aprobar un plan de reconstrucción que regará a España con 70.000 millones de euros de subsidio directo y la posibilidad de obtener otros 70.000 millones en préstamo. Para gestionar esos fondos y volver a acudir a las urnas en un contexto económico radicalmente distinto al que ha dejado la pandemia necesita completar el año y medio que aún queda de legislatura. Y para ello es fundamental que cuando las cuentas lleguen al Congreso pueda contar con los 13 votos de Esquerra Republicana.

El objetivo de la reelección todavía se ve lejos. Pero la experiencia ha demostrado que subestimar la capacidad de Pedro Sánchez de reponerse a las mayores dificultades puede ser un grave error