En los vergonzosos entremeses sucedidos en los rituales del bicentenario de la muerte de Martín Miguel de Güemes del 16 y 17 de junio de 2021 se observan tensiones, luchas políticas y sociales que no son nuevas. Algunas de las opiniones vertidas rememoran a nombres, ideas, visiones de la forma en que las clases dominantes salteñas construyen y justifican una jerarquía social particular, durante la primera mitad del siglo XX. Podemos ver vestigios de esa sociedad estamental en estos episodios.
Historiadores como Bernardo Frías y ensayistas como Juan Carlos Dávalos, Ernesto M. Aráoz son constructores de un relato sobre la superioridad de la autodenominada “aristocracia” o también gente “decente” en sus sentidos genéricos (como las matronas o señoras y señores “de la sociedad” o de “bien”, los gauchos decentes o gauchos urbanos), colocados en la jerarquía superior. Por otro, en la base se encontrarían los no decentes clasificados en forma genérica como gente inferior, plebe, vasallaje subalterno, mestizos. Allí diferencian lo que llaman “tipos humanos” como: los gauchos rurales no decentes, coya, indio y cholo. Como veremos, se tratan de clasificaciones sociales y raciales del mestizaje local. Cuando se trata de caracterizar al gaucho decente, aparece invariablemente la figura de Martín Miguel de Güemes.
En febrero se había acordado con la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes, que nuclea a los fortines gauchos, que sí se realizaría el desfile de gauchos a caballo en el emplazamiento del Monumento a Güemes. En las semanas previas, Salta mostraba índices muy altos de contagios por COVID, por lo que se decidió suspenderlo.
Desoyendo las medidas epidemiológicas, la Agrupación programó una marcha a caballo por toda la ciudad y Francisco Aráoz, su presidente, amenazó con tomar la ciudad con miles de gauchos. En un audio difundido dice: “Jorge, ya te dije, vos comunicales a todos. Nosotros tomamos la provincia, la ciudad de Salta es nuestra el 17 de junio. Se los dije el día del sorteo, podemos ir por las buenas o hacernos cargo de la provincia nosotros, la provincia de Salta es nuestra”. Francisco D’Andrea la llamó una “bravuconada” de los "civilizados gauchos" en una columna de este diario. Los civilizados gauchos me traen a cuento lo de los gauchos decentes. En el lenguaje coloquial se los llama jocosamente: “gaucho hilacha” o “gauchos disfrazados”. Francisco Aráoz representa, en un sentido amplio, a las “familias decentes” o a los “señores gauchos urbanos”, como los llamaba su bisabuelo, el ex gobernador de Salta (1941-1943), aunque sea una acronía.
Veamos cómo se refería Güemes a los “decentes” que se oponían a su gesta y a las medidas sociales que promovía. El historiador Bernardo Frías, quien llamaba a esta lucha, guerra de clases y de razas, en un estudio muy minucioso de fuentes logró refutar a la historiografía unitaria mitrista hegemónica del puerto de Buenos Aires que lo denostaba. Y poner a Güemes en el lugar que le cabe, como un héroe de la independencia a las alturas de San Martín y Belgrano.
"Viendo que los trabajos subversivos lo ponían a riesgo de ser derrocado y que aquella oposición se la hacía la gente decente, no encontró Güemes más apoyo que echarse en manos de la plebe. Y como la clase decente estuviera formada de la raza blanca, la lucha de razas se inició en Salta". El general acudía a los campamentos, alejaba a los oficiales ("por lo común, de la clase enemiga") y arengaba a sus tropas con "las nuevas doctrinas, subversivas a su vez contra el antiguo orden social".
"Por estar a vuestro lado - les decía - me odian los decentes; por sacarles cuatro reales para que vosotros defendáis su propia libertad dando la vida por la Patria. Y os odian a vosotros, porque, os ven resueltos a no ser más humillados y esclavizados por ellos. Todos somos libres, tenemos iguales derechos, como hijos de la misma Patria que hemos arrancado del yugo español. ¡Soldados de la Patria, ha llegado el momento de que seáis libres y de que caigan para siempre vuestros opresores!".
"La guerra de clases había sido declarada. El sistema infernal se desarrolló desde esta hora de manera tremenda y espantosa. Güemes concedió una extremada licenciosidad a sus gauchos; la propiedad, sobre todo, quedó sin amparo. El mulataje fanatizaba la venganza de su condición". (…) De ahí brotó en los decentes un odio tan fuerte que, en la mayor parte de ellos, ni el tiempo largamente corrido después de su muerte pudo ser capaz de extinguirlo. (Bernardo Frías, 1971 [1902]: Tomo IV en Spilinbergo)
La decencia del gaucho es descripta por Frías como producto de “contínuas mezclas” de familias antiguas “con el nuevo contingente que traía la inmigración vasca y castellana” y por la “educación física que se recibía entonces”, la que produjo “una raza de hombres de constitución vigorosa y robusta” que conformaban “casi todos los hombres distinguidos de la época”. “Hombres de ciudad y educados, hijos de buena casa, doctores muchos de ellos y casi todos de familia acaudalada” (Frías; 1971 [1902]: 147). La hibridez del gaucho decente es doble, por un lado biológica y por otra de clase ya que al ser el gaucho un “tipo” criollo, la decencia lo blanquea.
La decencia hacía referencia a la “pureza o limpieza de sangre”. Esta ideología la practicaban los castizos antes de la conquista y colonización, basada en la creencia que sitúa a los linajes cristianos puros, encima de los linajes manchados por los conversos (judíos bautizados, musulmanes y luego indios). Esta connotación moral se asociaba primero con el desorden y el malestar político “que producen y, más tarde, con la sexualidad a la que se asocian etiquetas racistas como la de mestizo, o más tarde, en el siglo XIX y XX, la decencia de los grupos de poder.” (De la Cadena, 2006:58).
Como toda producción de conocimiento del “mestizaje”, la decencia se asocia a cuestiones de impureza y moral sexual, sin importar tanto la oscuridad de la piel o la mezcla biológica de los considerados decentes. “Los mestizos comenzaban donde terminaban los límites morales-sexuales de la decencia; por su impureza e inmoralidad sexual, la amenaza de la degeneración se cernía sobre ellos —pero no sobre las elites-, sin que importara cuán oscuros y biológicamente mezclados fueran sus miembros.” A esto le llama hibridez, entre los fenotipos y los “defectos morales”.
Para Frías esa limpieza se aseguraba "conservando la sangre sin mezcla de razas viles". Manifiesta que “había mestizos o cholos blancos", fruto de "ilícitos y ligeros amores", aunque para él los decentes eran blancos. Al coronel salteño J. F. Castro, casado con Manuela A. Castellanos, que combatió en el bando realista, lo llama "coya" y anota: "siendo el color propio suyo y el de todos los de su casa, el cobrizo americano...". “La partida del casamiento de Domingo Güemes Castro, nieto del general, celebrado (…) en 1893 (…), describía al contrayente con la (…) categoría de 'blanco oscurito'. (En Caro Figueroa, G. 2006). Vemos aquí otra hibridez, lo oscurito puede volverse blanco según sea la jerarquía social del mestizaje local. La representación de Frías sobre los gauchos no decentes es descalificante: “ignorantes, vagos, sumisos a la autoridad del patrón, taimados y cautos, pero también con espíritu libre, a la vez dócil y altivo” y afectos a la independencia personal. A diferencia del gaucho de las pampas, no era “el campesino del norte el vago afecto a la vida errante” (Frías, 1971 [1902]: 112). En sus escritos sobre la Guerra Gaucha les asigna un valor positivo vinculado con la valentía: a pesar de “su rusticidad” el gaucho era, “hombre de honrados sentimientos y aún de caballerescas virtudes”.
Gente bien
Juan Carlos Dávalos (1937:593) distingue también los gauchos en dos tipos: el decente y el rural y pastor de ganado. Afirma que los decentes no serían mestizos “civilizados en su exterior”, sino los dueños de las estancias, con una clara concepción de clase y tratando de deslindar su carácter mestizo. Destaca la acción de las milicias de Güemes, pero critica su posición anticolonial. El hecho de que Güemes los haya denominado “gauchos infernales”, constituye un apelativo “anti español, anti urbano, populachero y terrorífico” (Dávalos; 1937: 591-592). Esta visión hispanista de Dávalos lo diferencia de Frías y muestra la tensión permanente, en la oligarquía local, entre su pertenencia a apellidos que remiten a su descendencia de héroes de la independencia y el carácter colonial de Salta.
Ernesto M. Araoz (2008) escribe su caracterología de la gente salteña entre los 30’ y 40’. Al igual que los anteriores diferencia a Güemes del resto de los caudillos provinciales que llama invasores. Intenta desestimar interpretaciones de la figura de Güemes que ponen el acento en la importancia de su interpelación al vasallaje “subalterno” de los gauchos: "fue un caudillo a su manera, distinto de los otros, porque su acción solo se inspiró en su anhelo superior de libertad y de justicia social; las cargas de su caballería montaraz no fueron nunca fuerza ciega y voluntariosa al servicio de ambiciones personales o de banderías subalternas...” (2008: 56).
De esta manera se logra borrar de la memoria colectiva, las reivindicaciones sociales que otorga a los gauchos. Habla del “señor urbano”, diferenciándolo del gaucho rural. "El hombre modesto y cortés, de espíritu cultivado y maneras decorosas (…) es comúnmente la expresión urbana y sedentaria del gaucho, diferenciándose de aquel en el grado de su mestización". El hombre "culto de la ciudad", "encarna la tradición española, o mejor dicho la tradición hispanoamericana estereotipada en esa "elite criolla”. “Este tipo de hidalgo colonial, amasado en las faenas rudas de la guerra, de la agricultura, del comercio sedentario y del comercio trashumante, adquiere en cada ambiente local una fisonomía particular”. (2008: 54) Aquí también se observa una tensión entre la valoración de lo hispánico junto a la gesta anticolonial que se ensalza a medias.
Más tarde se pierde el uso del apelativo de gente decente y se comienza a usar el de gente bien reforzando con la palabra “bien” atributos de superioridad y distinción social estamental de esta clase. Por otro parte, como dice Dávalos, los gauchos no decentes comienzan a ser reconocidos. A finales del siglo XX se convierten en un ícono de la identidad salteña, aunque desnudados de su condición rebelde y de los derechos sociales que reclamaban: mejores salarios, tierra, etc.
Volvamos al presente. Luego de reuniones entre las partes acordaron que un reducido número de miembros de la Agrupación participarían de los actos y de los fogones. Paralelamente, militantes del PRO convocaban por las redes a una manifestación contra el Presidente y, por otro, diputados nacionales por ese partido no aceptaban la invitación del gobernador para participar de los actos, arguyendo que se oponían a las políticas de nacionalización del litio y a la restricción de exportación de carnes. Una actitud excepcional en la historia de las celebraciones a Güemes.
Mientras se hacían los homenajes la noche del 16, entraron por una valla militantes de organizaciones sociales que querían saludar al Presidente, no participaron de los actos y fueron al hotel donde se hospedaba, cerca del Monumento, violando los protocolos, al igual que los manifestantes PRO a quienes no se los dejaba entrar. Colofón: renuncia el presidente del COE arguyendo que no se cumplió con lo pactado de parte del gobierno, desplante al Presidente y al gobernador de parte del Francisco Aráoz, quien dejó los actos, previa manifestación de su enojo por el ingreso de los militantes oficialistas.
Los acontecimientos develan la falta de coordinación entre el gobierno nacional y provincial, la falta de respeto a los acuerdos y los protocolos del COVID, de parte de todos aquellos sectores que quisieron hacer de este evento, un acto político partidario.
Reaparece metamorfoseada la actualidad de una sociedad todavía con vestigios estamentales y la presencia de algunos gauchos decentes que muestran su bravura anti democrática. La actitud y el carácter del presidente de la Agrupación no ha hecho honor a las palabras con las que su bisabuelo describe al gaucho urbano: “hombre modesto y cortés”, de “maneras decorosas”. Dicen que la política es la guerra por otros medios, también el acuerdo, la convivencia y el respeto por las diferencias. Su “bando” amenaza de invasión a la ciudad y la “toma de la provincia” con los gauchos de Güemes, los desprestigia y nos remonta a la guerra de raza y de clases que se vivía en la Guerra Gaucha. El intento de imponer su voluntad, amenazando hacerlo por las malas, con metáforas de guerra, muestra el carácter de algunos miembros de las clases que se creen superiores y que enfrentan al poder político, cuando no lo pueden doblegar a sus intereses.
Se trataba de honrar a Güemes en una fecha tan simbólica, como el bicentenario de su asesinato, de parte de un sector de la oligarquía local, aliada a los bandos realistas, denominada por el propio Güemes “los decentes”. Faltó creatividad para salvar las limitaciones de la crisis epidemiológica. Podrían haber venido tres representantes de cada fortín (de los departamentos donde se podían movilizar), donde se incluyan a los trabajadores y no sólo a los dueños de las fincas y repartirse, entre los distintos actos, que se realizaron esa semana.
O se hubieran podido proponer leyes sociales que protejan a los gauchos peones y campesinos sin tierra, como lo hizo el gobernador Joaquín Castellanos en su centenario, con la Ley Güemes que los liberaba del vasallaje. Tendrían que haber participado aquellos que fueron los protagonistas principales de las luchas de los Gauchos Infernales, el pueblo (indios, mulatos y gauchos)como los denominan los registros históricos.
*Doctora en Antropología, Profesora Emérita, Universidad Nacional de Salta, Argentina.