Los bajorrelieves, en las tradiciones antiguas del arte mesopotámico (en lo que llamamos arte en virtud de cierta pereza colonial, ya que tenía un sentido muy distinto al que adquirió tal práctica en la modernidad) eran formas de plasmar como relato en imágenes ciertos acontecimientos o personajes que se consideraban dignos de perpetuarse en la memoria.
La escultura conmemorativa moderna sigue esta tradición en sus placas, altorrelieves y bajorrelieves en materiales nobles, duraderos. El artista contemporáneo Federico Cantini (Rosario, 1991) parece subvertir esa ambición de permanencia al elegir para sus relieves un material frágil, cuya conservación requiere de cierto cuidado, como es la terracota o barro cocido. En este caso particular se trata de barro de las riberas del río Paraná. La decisión es significativa en relación con los temas que aborda Cantini en estas piezas figurativas, viñetas casi historietísticas en tres dimensiones, que dan cuenta de una cotidianeidad áspera: la de las batallas que los pequeños hombres de una ciudad estallada dan cada noche contra la adversidad general y la violencia, la policial en particular.
La batalla de El Pari es el título de la serie que hasta el sábado 31 de julio expone Cantini en la galería Diego Obligado (Güemes 2255, Rosario), de martes a viernes de 16 a 19 y los sábados de 10.30 a 13. "¿Y qué es 'El Pari'?", pregunta la poeta Daiana Henderson en el texto que acompaña la muestra. "Puede ser un apodo, un barrio o la traducción fonética de party, 'fiesta'... La batalla de El Pari fue la más sangrienta de Hispanoamérica; el ejército español resultó victorioso, pero sufrió tantas pérdidas que quedó definitivamente debilitado, lo cual sería crucial para las ulteriores independencias del Sur". Wikipedia mediante, esa batalla de la Guerra de la Independencia tuvo lugar el 21 de noviembre de 1816 en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Si hay algo de lo memorable en las escenas que plasma Cantini en barro local, es del orden del trauma; no se trata de una épica gloriosa sino de una épica de lo vergonzoso. Manos esposadas, alguien que es arrestado, alguien caído en la vereda, alguien que se masturba mirando pornografía en una celda, son algunas de las escenas que en un lenguaje visual escueto se narran en estas obras, cuya frágil materia ya aparece quebrada, como si no pudiera soportar el recuerdo.
Viñetas reas de historieta 3D, hermanas de la trasnochada poesía rapera de los slams y la pibada, estas obras que incursionan en la figuración y en el pequeño formato marcan un punto alto en la carrera de Cantini, radicado en Buenos Aires desde 2012 y explorador artístico de algunas prácticas marginales, como el tatuaje tumbero de los jóvenes presos, las protestas callejeras del 2001 o el sabotaje industrial de los anarquistas de antes. Todo eso estuvo puesto en diálogo con tradiciones de ruptura del arte de vanguardia, tales como la videoperformance o la máquina inútil.