La novela ganadora del Premio Goncourt 2020 es una hazaña en muchos sentidos. Tal vez su característica más importante sea la mezcla constante de elementos contrapuestos, un mestizaje que se da a todo nivel: el de los recursos y géneros literarios, el de las ideas, el de los campos de conocimiento, el de los tipos de texto, el de las tradiciones culturales, oficios y profesiones, y el de las citas. La novela occidental es “dialógica”, se la describe siempre como un género con muchas voces: La anomalía lleva ese rasgo al extremo para dar una visión de la contemporaneidad globalizada. El resultado es un relato frenético, imposible de soltar y lleno de sorpresas.
Transcurre en el planeta entero y por eso, el número de países y regiones que se nombran es enorme. Sin embargo el vuelo París-Nueva York que está en el centro del argumento marca las dos tradiciones nacionales que más se exploran: la francesa y la estadounidense. De esas dos culturas, provienen las instituciones humanas más exploradas, la mayoría de los nombres de personajes histórico/contemporáneos, y muchas de las citas musicales, literarias, cinematográficas, arquitectónicas, de cultura popular y más.
En cuanto a los géneros, Le Tellier construye un híbrido entre “novela de acción” y “novela filosófica”, cruce complejo si los hay. El resultado es inusitado. La anomalía es una reflexión filosófico-matemática (Le Tellier es matemático además de escritor), planteada en términos narrativos con un ritmo digno de una película estadounidense (no francesa). La pregunta filosófica del caso está pensada a nivel especie humana, no a nivel individual y eso determina en gran parte la estructura elegida por el autor.
A diferencia de la “novela burguesa” europea del siglo XIX, este relato no tiene protagonista, o tal vez podría decirse que la protagonista es la humanidad. Claro que eso no es nuevo: el de Le Tellier es un enfoque constante en las literaturas de fines del siglo XX y comienzos del XXI, sobre todo alrededor del tema de un apocalipsis inminente (a través de la crisis ecológica, la guerra nuclear, la rebelión de las máquinas o las invasiones extraterrestres, todos asuntos que se rozan también aquí). En ese punto, la novela del autor francés (escrita antes de la pandemia) se inscribe en la ciencia ficción en cuanto al tratamiento del tiempo. Transcurre en un futuro muy cercano: el del año 2021. Un futuro que nos es muy familiar en casi todo, desde la tecnología hasta los nombres famosos como Macron, Xi Jinping, el Papa Francisco, y las instituciones como la ONU o el FBI. En medio de ese casi presente, estalla lo impensable.
De ahí en adelante, lo que se explora es el impacto del suceso en todo el globo: por eso la amplitud geográfica es inmensa aunque la narración se concentre en París y Nueva York. La misma amplitud se aplica a las nacionalidades y oficios de los personajes (por ejemplo, un asesino profesional, una abogada, un matemático, un escritor, psicólogos, músicos, agentes secretos). Por razones de argumento, lo que sí es estrecho es la pertenencia social de la mayoría, limitada a la clase media y media alta (es decir, personas que pueden pagarse un viaje en avión). Esa variedad tiene un sentido profundo. Frente a “la anomalía”, se dice, hay un error muy común: el de quienes se concentran en lo individual (sus seres queridos, sus posesiones, su futuro). Eso es parte de una ceguera voluntaria, parecida a la que tenemos frente al cambio climático: sabemos que está ahí pero no hacemos nada, “los ricos confían absurdamente en salvarse ellos solos; los demás se limitan a esperar”. Y esa actitud es ceguera porque lo que pasa necesita “una reacción de la especie humana en su conjunto”. No hay soluciones heroicas: “No habrá un salvador supremo”.
Es por eso que Le Tellier escribe una novela coral. Y para presentar una multitud de historias, hace falta una estructura firme, en este caso, una primera parte en la que cada uno de los personajes principales pasa por la anomalía; una segunda en la que se analiza lo sucedido desde la ciencia y la política, y muchos de los personajes están en un único sitio (un hangar militar); y una tercera que muestra el “después del hecho” de cada uno, incluyendo un final que se corresponde con el segundo epígrafe del libro, firmado por el único escritor, Víctor Miesel, autor de una novela llamada “La anomalía”: “El pesimista de verdad sabe que ya es demasiado tarde para serlo”.
Como casi todas las novelas occidentales de nuestros días, el libro de Le Tellier habla de sí mismo, se mira en un espejo y, en este caso, esa duplicidad está unida a un concepto esencial para La anomalía: el del doble. En el libro, Víctor (un personaje entre otros) escribe una novela del mismo nombre que el título general y la escribe no una sino dos veces. Así, Le Tellier pone a la multiplicación en el centro de su mundo y señala que nuestra ceguera multiplicadora capitalista nos está llevando al desastre.
En contraste con las culturas occidentales, el libro pasa (muy brevemente) por algunas de origen no europeo, por ejemplo, la yoruba. En el fragmento que se le dedica, se afirma que, entre los yorubas, la tradición con respecto a los “gemelos” (dos iguales) pasó del odio asesino a la veneración. Ese es el camino que recorre un descendiente de la tribu, Slimboy, un músico que en lugar de escapar, rechazar o asesinar a su “gemelo”, como hacen otros, lo convierte en parte de su vida y así, los “dos se sienten más fuertes”. Tal vez, esa es una de las luces que deja encendida Le Tellier, uno de los pocos caminos de salida posibles.
La anomalía también defiende el conocimiento científico frente a las ideas religiosas. Si se quiere comprender realmente, se afirma, no hay que deformar los hechos para adaptarlos a nuestras creencias, como hacen las religiones. Al contrario, “el único razonamiento filosófico y científico sigue siendo este: ‘He aquí los hechos, veamos cuáles son las posibles conclusiones’”. En cuanto a eso, se puede interpretar La anomalía como la historia de una investigación, pero es esencial aclarar que lo extraordinario en ella es el ritmo incesante con el que el autor cuenta las historias humanas alrededor del “cisne negro”, historias que abarcan desde el amor al odio, pasando por la ambición, la angustia, la indiferencia y que, todas juntas, forman un tapiz que retrata nuestra experiencia occidental en un momento en que todo va a cambiar hasta convertirse en otra cosa. O en nada.