Mientras cae la noche en Londres, las noticias sobre la impresionante explosión seguida de incendio en las cercanías de la estación de metro y trenes Elephant and Castle confirman que el desastre ya está bajo control. A partir de 44 llamadas al 999 (número de urgencias), a las 13.47 (9.47 hora argentina), cuando se comenzó a ver un denso humo negro que anunció las explosiones, un despliegue de 100 bomberos y 15 camiones acudieron inmediatamente y lograron controlar el fuego. La policía también se hizo presente para ayudar con la evacuación de cerca de cien personas dentro de la estación en la que había entrado el humo, desbandar a los transeúntes y colocar un cordón policial para evitar la entrada de la gente. Afortunadamente no se perdieron vidas, pero los servicios de ambulancia que se presentaron tuvieron que tratar a seis personas por inhalación de humo en el lugar, y una persona tuvo que ser internada en el hospital por la misma razón.
Tanto las líneas de tren y metro tuvieron que suspender las paradas en esta estación, y el tránsito en la zona fue muy afectado porque el área es una suerte de encrucijada de avenidas importantes para alcanzar distintas áreas de la ciudad.
El vocero de la policía manifestó que se había descartado la posibilidad de un acto de terrorismo --sin duda la razón más temida como causa de las explosiones-- y afirmó que todo comenzó en uno de los garajes ubicados en los arcos de la estructura que sostiene el paso de los trenes. En estos momentos abundan los agradecimientos de parte del alcalde de Londres y las autoridades barriales a los bomberos, al servicio de ambulancias y a la policía por su eficiencia, que hablan de esta buena costumbre británica de celebrar las acciones positivas de los servicios públicos cuando hacen las cosas bien.
Aunque todavía no se sabe con exactitud la dimensión del daño, se conoce que tres establecimientos comerciales quedaron en cenizas, varios automóviles explotaron, y una cabina telefónica se incendió.
Sin embargo, existe gran inquietud entre la gente de negocios que alquila espacios en la zona para sus comercios y restaurantes, que temen alguna falla estructural en esta zona recientemente modernizada y remodelada radicalmente. Más aún, este desastre puede desanimar al público a concurrir a la zona, donde la actividad ha comenzado después de un largo confinamiento debido a la pandemia de la covid. Es recién ahora, gracias a una intensa campaña de vacunación que permitió relajar la distancia social, que el público está volviendo a las actividades normales de una ciudad.
Little Colombia
Llama la atención que sólo en un medio consultado se mencionara el significado de Elephant and Castle para la comunidad latina, denominando a la estación “Little Colombia”, dada la marcada presencia de tiendas y pequeños restaurantes colombianos que hasta hace poco rodeaban el ya finado centro comercial Elephant and Castle, que cerró sus puertas en septiembre de 2020 para ser reemplazado por un moderno complejo habitacional y comercial muy en el espíritu de “regeneración” urbana.
Naturalmente, el efecto fue la dispersión de gran parte de la comunidad latina que alquilaba locales a precios muy módicos, y fueron desalojados y dispersados, ya que muy pocos de ellos tienen los recursos para alquilar hoy en la zona. Hace décadas, la zona había comenzado a convertirse en un epicentro latino en Londres con la llegada de los grupos de refugiados políticos de Chile y otros países, y más tarde la migración económica de Colombia, Ecuador, Bolivia, Brasil, Perú, incluyendo también aunque en menor escala a migrantes de Argentina.
Allí acudían los recién llegados que no hablaban inglés a informarse sobre cómo navegar la burocracia para obtener una residencia, conseguir un trabajo o cultivar la nostalgia con un plato de sancocho.
Un mito urbano vinculó durante mucho tiempo de otra manera el curioso nombre de este barrio al mundo hispano parlante. Según la leyenda, que los londinenses solían narrar con sorna hasta que en 2013 fue desmentida por un historiador, la Infanta de Castilla se detuvo en esa zona antes de entrar en la ciudad para su boda con Eduardo I. Nunca demasiado dotados para las lenguas, los ingleses de la época transcribieron el nombre de la Infanta de Castilla como lo que más les sonaba en inglés: Elephant and Castle.