Parafraseando a Charles Dickens, el año 1971 fue el mejor de los tiempos, el peor de los tiempos, aunque David Hepworth era muy joven para entender qué era lo mejor y que lo peor de lo que estaba pasando en su Inglaterra natal. Tenía veintiún años y muy poca experiencia de vida. Trabajaba como empleado en una empresa discográfica y se encontraba en el centro del huracán. Tampoco podía entender qué era lo que estaba pasando del otro lado del océano atlántico. Pero algo se intuía, se percibía en el aire. Algo que estaba sacudiendo a la cultura, la música y la política. Y sobre eso escribió en sus primeras notas para las revistas Sound y NME, antes de convertirse en un anfitrión de programas de televisión y en una voz de autoridad sobre música y cultura popular.
Muchos años después, luego de que las aguas se calmaran, Hepworth juntó ese material de juventud y se sentó a escribir sobre aquel año que, según él, fue paradigmático: el año en el que música y política, el arte y la sociedad, la intervención y la denuncia, se encontraron en un punto en común. “Alguien me pasó el libro de Dave” dice Danielle Peck por Zoom, co-productora y directora de cuatro de los ocho capítulos de 1971: el año que la música cambió la historia, la serie estrenada y producida por Apple “Y pensamos en todo el archivo que había en aquella época. Y de pronto, vimos la serie”. Allí fue donde entró Asif Kapadia en el proyecto de adaptar el libro de David Hepworth Never a Dull Moment: 1971 The Year that Rock Exploded.
El director de Senna (2010), Amy (2015) y Diego Maradona (2019), se ha convertido en un referente en el ámbito del documental. Sus películas están realizadas íntegramente con material de archivo, ocultan las cabezas parlantes, y trabajan con el campo sonoro de una manera novedosa. Su búsqueda radica en actualizar el archivo, en sentir y percibir que las imágenes y los sonidos no fueron grabados en el pasado, sino que están ocurriendo en el presente que la película plantea. Kapadia ha modificado sustancialmente la forma de concebir el uso del archivo en el cine comercial, manteniendo una estructura clásica en el relato que prioriza la emoción y la identificación sin desmerecer el rigor de los hechos.
Después de unos minutos, aparece la voz de Asif Kapadia en el zoom junto con Danielle Peck. Kapadia fue showrunner y director creativo de la serie. Cuenta que, a diferencia de sus películas anteriores, el desafío era abordar a sus personajes desde una época, y no a la época desde sus personajes. “Al principio iban a ser cuatro episodios más largos, casi como cuatro películas. Hasta que meses después se convirtieron en ocho episodios. Y creo que ese fue el gran momento creativo; definir cada capítulo como un todo. Ahí la serie ganó mucha más fuerza. En algunos capítulos se trataba de un solo personaje icónico, en otros de un tema, en otros de un hecho histórico.” Cuando un personaje aparecía en distintos capítulos entendieron que podía funcionar como un “crossover” entre ciudades, estilos y bandas. Porque mientras alguien estaba en Londres, luego viajaba a Nueva York, al mismo tiempo en que algo importante estaba pasando en Los Ángeles. “Así veíamos cómo las historias de algunos personajes se iban cruzando y atravesando, como por ejemplo el caso de John Lennon, uno de los años que más actividad tuvo” dice Kapadia. “Creo que una de las grandes decisiones de la serie fue esa; no quedarse con un solo personaje sino armar un mosaico de historias y de momentos particulares”.
La estructura del libro de David Hepworth es muy sencilla. Bajo la forma de un calendario, los capítulos recorren mes a mes el año 1971 para dar cuenta de cómo la música popular tuvo un papel sustancial en la esfera política. En la presidencia de los Estados Unidos estaba Richard Nixon y un año después sería el protagonista del escándalo mediático librado por las escuchas ilegales. Mientras mandaba tropas a Vietnam para pelear una guerra invisible e interminable, en las calles de Nueva York y de California la música movilizaba a cientos de personas. Había movimientos por todos lados. El hippismo llegaba a su apogeo en la Costa Oeste en donde cantautores como Elton John, Joni Mitchell y el cuarteto de Crosby, Still, Nash & Young hacía sus primeras apariciones. La música negra se abría paso en el mercado con nombres como Bill Withers y Sly & And the Family Stone, visibilizando la lucha contra el racismo. Y en Inglaterra, la disolución de los The Beatles daba pie a otras formas más contundentes de irreverencia: la despojada sexualidad de T. Rex y la figura performática e híbrida de David Bowie hacían su aparición mientras los periodistas de la revista Oz eran sentenciados por la Justicia inglesa.
“En una serie la narrativa cambia” dice Peck. “Necesitábamos que cada historia se sostuviera por sí sola, que cada capítulo funcionara en su autonomía”. Peck se sumergió en el libro por meses. Luego de releerlo varias veces, comenzó a vincular qué estaba pasando en la época mientras los músicos sacaban sus canciones. ¿Qué estaba pasando más allá de la política de Nixon y de la guerra de Vietnam? ¿Con qué otros eventos culturales se podía vincular la música? Empezó a ver conexiones entre la música y distintas manifestaciones. Por ejemplo, recordó la serie An American Family (1971), uno de las primeras series en crear el formato de “reality”. La serie fue dirigida por Craig Gilbert y se sumergía en el centro de una familia blanca y convencional de los años sesenta. Durante el tiempo que duró la serie, el público vio al hijo mayor salir del closet y a la esposa iniciar un divorcio con su esposo. Peck descubrió nexos entre la serie y la música Carole King, en especial su segundo disco Tapestry, en donde canciones como “It's Too Late” hablan de la toma de decisiones en las mujeres de la época.
“Empecé a llenar papeles con ideas y esas ideas derivaron en otras. Después esas ideas se convirtieron en temas, y veíamos cómo los temas se conectaban con la música. Y algunos temas funcionaban en un solo capítulo y otros llevaban más de uno”. Canciones como “Not Knock” de Gil Scott-Heron hablaban de la violencia policial en los negros, o la canción “George Jackson” de Bob Dylan compuesta para el activista de las Panteras Negras, asesinado en la cárcel, se relacionaba también con la aparición y en encarcelamiento de la activista negra Angela Davis. La música de Alice Cooper se mezclaba con la performance y The Rolling Stones encontraban un parate narcótico en el sur de Francia en pleno tráfico de heroína. En aquella época se dio un cruce interesante entre música, cine, arte contemporáneo, literatura y deportes, señala Kapadia. Los músicos se relacionaban con personajes icónicos como Andy Warhol y Muhammad Ali. “Se daban parejas creativas muy interesantes entre distintos personajes de diversos ámbitos. No era solamente la música o un evento, sino también ciertos personajes muy icónicos de la época que tuvieron una gran influencia en la música” dice Kapadia. “Todo estaba pasando al mismo tiempo. Tratamos de que el espectador pudiera tener esa sensación de que todo estaba ocurriendo al mismo tiempo. Realmente fue un año extraordinario. Pero tratar de entenderlo en toda su dimensión hace que se necesite una serie extensa y compleja como esta.”
La pregunta es, ¿cómo consiguieron el material de archivo? En Senna, Kapadia tuvo acceso a la televisación de las carreras de Fórmula 1, grabadas en un formato de 35 mm. Con el caso de Amy Winehouse, usó un material delicado que la familia de la cantante tenía en formato de MiniDV. Mientras que con Diego Maradona, Kapadia logró hacerse de un material muy valioso: las cintas en VHs que obtuvo un grupo de periodistas contratados por el primer manager de Diego, quien confiaba en que el 10 del Napoli iba camino a convertirse en una estrella digna de ser vendida en Estados Unidos. En el caso de la serie 1971 los materiales fueron más eclécticos. Peck dice: “Lo bueno de vivir en el mundo actual es que internet es una fuente increíble. Uno tiene acceso a los fan sites, podés acercarte a los artistas, a las compañias discográficas, hay TV shows. Lo importante también de aquellos años eran los programas de televisión. Hay mucho material allí. Y se convirtieron en una fuente importante para conseguir el material que vemos”.
A pesar de lo que señala la canción “The Revolution Will Not Be Televised” de Gil Scott-Heron hubo mucha televisión en la época. Los talk show tenían un rol central, en programas como The Dick Cavett Show o Firing line de William F. Buckley, y los músicos hacían su aparición en esos lugares. No le daban un uso para la difusión, sino para el debate y para la discusión política. La cobertura de las manifestaciones y de los eventos políticos fue televisada en muchas ocasiones, y en distintas televisoras a lo largo del país. Algunos shows emblemáticos como el primer concierto a beneficio organizado por Phil Spector y George Harrison para Bangladesh fue grabado en 35 mm. Kapadia y su equipo también tuvieron acceso a las televisoras que surgían para el mercado de la cultura afroamericana, como es el caso de Soul Train, en donde aparecieron Ike & Tina Turner, Curtis Mayfield, James Brown y Marvin Gaye.
Otro punto interesante en la serie es el trabajo con las entrevistas. La búsqueda de archivo también apuntó a lo sonoro; las entrevistas hechas no solamente para la televisión, sino por periodistas que guardaron sus registros en viejas grabadoras portátiles. “Hay una diferencia entre la entrevista que apela a la memoria y la entrevista que se ha hecho en el momento” dice Kapadia. “La segunda es mucho más auténtica. Hablar del pasado para muchos artistas, luego de cincuenta años, puede volverse un poco borroso. Ven el pasado desde un lugar sesgado. El archivo sonoro es muy fresco. Lo mágico que tienen estos audios es que te llevan a ese tiempo. Lo que ves es mucho más vivo y más real.”
Kapadia viene trabajando en esta línea desde los últimos años; el archivo no como una evocación, sino como una actualización en el presente. Y contrasta aún más al pensar que en nuestro presente la relación con la música no es igual. Los tiempos cambiaron, vinieron otras guerras, otros movimientos, el rock se volvió nostalgia. Ni Kapadia ni Peck encuentran tantos puntos en común entre la música de aquellos años y la cultura actual. Quizás algunos ecos en el mundo del hip hop, pero no existe esa misma unidad. Dice Kapadia: “Por aquellos años había programas de televisión sobre música que todos miraban. Radioemisoras que todos escuchaban. Revistas que todos leían. No tenemos una revista como Rolling Stone que ha moldeado el gusto de una época; eran publicaciones que hablaban el mismo lenguaje de los jóvenes. La música estaba en el mismo lugar que la política y ocupaba un lugar central en la cultura de la época. Esa conexión entre la música y la política no se ha vuelto a repetir con la misma intensidad.”
Sin embargo, hay paralelismos históricos. La sensación de presente de la serie se volvió incluso más inquietante durante los seis años que demandó su realización. En el 2017, Donald Trump asumió la presidencia y los realizadores no dejaban de pensar en los paralelismos que había entre él y la política de Nixon. Entre el movimiento de Las Panteras Negras y el asesinato de George Floyd. Entre el feminismo de los años setenta y el movimiento MeToo. David Bowie, cuya transmutación les permite terminar la serie, lo predijo: en 1971 se estaba inventando el siglo XXI. Una siglo confuso, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación; una época tan parecida a la actual que obnubilados por llegar al cielo perdimos el rastro hacia el sentido opuesto.