“Reconozcamos que en contexto de pandemia ser un dúo y vivir cerca es una ventaja operativa grande”, sonríe Julio Coviello, bandoneonista de Cañón, que integra junto al pianista Nicolás di Lorenzo. Cañón era, originalmente, el Cuarteto Coviello (que, además, no era cuarteto, sino sexteto). Con los años menguaron los integrantes, pero no el empuje ni la premisa compositiva del conjunto, de buscarle formas libres al tango contemporáneo y presentarlas al público del modo más honesto posible. Así llega un nuevo disco de la banda, Juntos y separados, que se empezó a gestar en 2019 durante noches de milonga y se redondeó en cuarentena.

Bandoneón, piano, bombo al pie de Di Lorenzo e invitados (como el violinista Bruno Giuntini o la contrabajista Guillermina Izturis) dan forma a las texturas sonoras de Cañón y su disco de tangos, milongas y zambas de este siglo. Porque ese es otro de los pilares de su actividad, la promoción del tango contemporáneo. Juntos organizan la Milonga del Pez Cañón (en Vuela el Pez, a donde esperan poder volver al terminar la pandemia), donde se aprende y se baila solamente con tangos y artistas de este siglo.

“Cada disco refleja un momento compositivo y musical de la agrupación”, advierte Di Lorenzo cuando explica sobre el proceso de producción del disco, su lenta hechura a lo largo del tiempo y la experimentación en vivo con los temas. “Dejamos que se exprese qué le pasa al compositor en cada situación”, plantea. “Es lindo dejarse sorprender por la música que te interesa en cada momento. Este disco pudo disfrutar de otros matices y sutilezas que quizás lo hacen sentir más introspectivo o sosegado”, reflexiona cuando se le observa que el disco anterior, Brujos, tenía un sonido más urgente. Su compañero asiente: “algo habrá influido la cuarentena en nuestra manera de hacer música y en la idea que nos rige y que tenemos sobre el tango: que es un género musical que se puede conjugar en tiempo presente y no es sólo una recreación de un tiempo pasado”.

Coviello, pese a su juventud, es un referente para muchísimos colegas bandoneonistas. Integra también el mítico Cuarteto Cedrón y fue uno de los primeros fueyes de la Fernández Fierro. Di Lorenzo viene más del palo teatral-musical. Pero esos universos sonoros, tan disímiles, no sólo se encauzan, sino que aparecen como algo distinto y unificado cuando tocan. “Nuestros discos salen de los ensayos y se ensaya todas las semanas”, receta el pianista. “Se me da pensar que si bien venimos de mundos muy disímiles, ambos son de muchos integrantes y ahí hay que pensar siempre en una estructura que soporte esa cantidad de gente”, evalúa Di lorenzo. “Lo que nos pasa con el sonido de Tango Cañón es que disfrutamos del desarrollo instrumental de cada uno. Nos podemos ocupar de nuestros instrumentos y su unión con más detalle, con más sutileza”, agrega. Coviello destaca la importancia de tocar en vivo. Si 2018 y 2019 tocaron quincenalmente en su propia milonga (en las semanas intermedias sonaba una banda invitada), en 2020 hicieron un ciclo dominical y vespertino en Las Casas y Muñiz, en el barrio de Boedo. “Creemos fundamentalmente que la música vive cuando se toca en vivo, que ese Frankenstein toma vida recién cuando la música se presenta y el público escucha”, señala.

Aunque son, formalmente, un grupo que circula por milongas, ni su sonido ni su propuesta son las típicamente milongueras. No son de sonido clásico ni abrevan en el cancionero típico del género.

-¿Organizar una milonga les cambió el sonido o el modo de componer?

NdL: -Organizar una milonga sin dudas te modifica a la hora de pensar y tocar tu música porque tiene un factor muy concreto que es la periodicidad. Tocar todas las semanas en vivo, en una comunidad como la que se arma en una milonga, hace que uno como compositor e intérprete se deje infectar de todo lo que pasa en ese ámbito. Uno ve cómo se baila la música, siente desde el escenario qué funciona de lo que hace. Es muy rico ese feedback. Sería muy distinto si no fuera así.

J.C.: -Cuando editamos Brujos en 2017 ya veníamos organizando una milonga, la Amapola. Pero lo que cambió entre 2017 y 2021 fue organizar la del Pez Cañón, que es bien distinta a las que organizamos antes porque propone bailar y aprender exclusivamente con tangos de este siglo. Ahí encontramos gran coincidencia con la propusta pedagógica de las profesoras que dieron clases en el espacio, como las chicas de Aires del Sur, o Irina Jabsa, Soledad Nanni, Andrea Uchitel. Sentimos que esa música que fuimos creando y generando estaba muy en sintonía con estas nuevas tendencias. Es música que te alienta al juego, al diálogo, al cambio de roles. Se afianzó en nosotros un aprendizaje, que es que no sólo se necesita ritmo para bailar, sino ganas de abrazarse. En el disco anterior lo logramos con “Abismo” y en este temas como “Tanto caminar” o “La tierra invisible” son muestra de esa apología del abrazo.