En la tercera audiencia del juicio por abuso sexual que se sigue contra el cura Rubén Agustin Rosa Torino declararon ayer dos sacerdotes que lo habían denunciado ante la justicia canónica por abusos sexuales sufridos cuando estuvieron en el Instituto Hermanos Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, que dirigía el cura acusado. Uno de ellos también lo involucró en maniobras de fraude al Estado. 

A estos testimonios, que exhiben la continuidad de una práctica de perversión por parte del acusado, se acopló ayer el informe de la médica psiquiatra Gabriela Moyano quien realizó la pericia a Rosa Torino y dijo que tiene una personalidad psicopática

Los dos religiosos no denunciaron a Rosa Torino en la Justicia ordinaria, pero sus testimonios fueron requeridos en esta causa en la que está siendo juzgado a raíz de las denuncias de dos exnovicios y una exmonja por abuso sexual. 

El sacerdote J. J. contó que estuvo en la Congregación desde sus inicios, ingresó en 1994, cuando tenía 18 años recién cumplidos y permaneció hasta fines de 2009. Aseguró que en ese lugar fue abusado sexualmente por Rosa Torino y que luego no le permitía irse, por lo que tuvo que escapar. Relató de noche el cura lo hacía llamar con un superior a su habitación, allí provocaba situaciones de intimidad no consentidas. 

Añadió que pudo establecer que el cura acusado tenía como modus operandi apartar a lxs niñxs, adolescentes y jóvenes de sus familias. "Me dijo que mis papás eran un obstáculo para seguir a Dios", recordó. Igual que a otras víctimas, Rosa Torino también le dijo que lo tenía que ver como un padre "espiritual".

Con evidente conmoción, el sacerdote testigo dijo que niñxs, adolescentes y jóvenes estaban en una situación de indefensión frente a los pedidos y órdenes de Rosa Torino, que era su superior. "Él ya nos había destruido en la voluntad, las capacidades", señaló.

El religioso, que hoy tiene 47 años, relató que vivió un "calvario". Dijo que Rosa Torino "quemó los procesos de formación" suyos y los de otrxs niñxs, adolescentes y jóvenes. Describió que en la parroquia vivían hacinados y compartían el baño entre 12 o 15 personas, a él le aparecieron hongos en los pies y las piernas y cuando pidió a Rosa Torino ir al médico éste le dijo que lo iba a "revisar", y con esa excusa invadió su integridad sexual. 

J. J. contó que pidió a Rosa Torino irse de la Congregación, pero lo retenía."Él me dijo: vos te vas pero en desobediencia y no tenés permiso mío para irte, como que me ató". Por eso terminó escapándose "el 1 de octubre de 2009", aprovechando que Rosa Torino había viajado "a Tierra Santa con un grupo de hermanos" para ordenarlos allí. "Su excusa tremenda y manipuladora era que el Espíritu Santo le hablaba todo el tiempo, y nosotros creidísimos. Antes nos hizo juntar plata, miles y miles de pesos, sin necesidad (para pagar ese viaje)", señaló. Recordó que protestó por esto, "dije que no podía ser que le saquemos plata a la gente para esto", esos comentarios le llegaron a Rosa Torino y "al otro día sacó una circular" en la que decía que "estábamos en desobediencia, confabulados, movidos por el diablo". 

Cuando por fin pudo escapar, el sacerdote recurrió al arzobispo Mario Cargnello, el que le habló "de la forma que necesitaba". 

El testigo también dijo que Rosa Torino recibió al cura Nicolás Parma pese a que sabía que "fue expulsado del seminario de Tucumán por delitos graves". "Los mandaban con él a los pobres chicos, para que supuestamente se formen y han pasado lo peor de lo peor", relató.

Además, recordó que Rosa Torino hablaba mal de otras órdenes religiosas, que decía que solo podían confesarse con él, "él decía que otros sacerdotes nunca iban a entender la vida que estábamos llevando". Y que difamaba y mandaba a negar el saludo a quienes se iban de su Congregación.

J.J. hizo denuncias canónicas ante el equipo de la Santa Sede. Cuando se intervino la rama masculina del Instituto de Rosa Torino, pactó reunirse con el interventor, Luis Stockler, pero "los hermanos" que seguían en el Instituto "le dirigían la agenda" y cuando se tenían que encontrar, "lo llevaron a Cachi". "Después entró monseñor (Martín de) Elizalde, que mandó el papa Francisco. De Elizalde se instaló en el Arzobispado de Salta y allí citaba a cada uno de los hermanos para las entrevistas".

A su turno el sacerdote M.A. relató que cuando el Papa Francisco visitó Río de Janeiro organizaron un viaje con un grupo. Cuando volvieron, "uno de los jóvenes empezó a alejarse, se enfermó del corazón o estómago, no quería hablar con nadie". Luego de un tiempo supieron que había sido abusado por otro hermano en ese viaje.

M.A. contó ayer que comunicó esa situación a Rosa Torino y quedó desconcertado y "muy mal" porque "el fundador y superior" le contestó: "Bueno, capaz que le gustaba". 

El sacerdote dijo que parte de la formación que recibían en la congregación "era que hay que perdonar" las "debilidades del hermano". 

Contó que después lo trasladaron a la localidad de Roberts, en la provincia de Buenos Aires, donde el trato con Martín de Elizalde, era muy diferente al que recibía de Rosa Torino. De Elizalde les decía "que eran libres", mientras que Rosa Torino los trataba "muy mal" y "humillaba”. 

El religioso contó asimismo que en la vida cotidiana en la congregación era una práctica habitual de Rosa Torino "pasar y tocarte la cola". Incluso vio cuando el religioso acusado tocó a la denunciante V.Z., dijo que ella "lloraba, se ponía mal, nadie sabía qué decir, era todo contradictorio, (Rosa Torino) era la voz de Dios. Queríamos ser santos de verdad". M.A. dijo haber vivido situaciones similares cuando iba al archivero y debía pasar cerca de Rosa Torino.  

Además, relató que una vez vio a Rosa Torino acostado en la misma cama "con un joven que iba a la parroquia, me llamó mucho la atención. Al otro día le dije" y la excusa fue que el joven "venía a ver tele”. El testigo refirió que le contó de esta situación a Stockler y tuvo la impresión de que "justificaba ese acto", que "el superior de una orden que tiene votos de castidad" estuviera "con un joven en calzones”. "Stockler me quería dar a entender que no había nada raro".

Posibles estafas

J.J. relató que por disposición de Rosa Torino todo lo que se recaudaba en las casas y parroquias iba al fondo común de la casa de la Santa Cruz. Después, "los hermanos tenían que buscar benefactores por aparte que los ayuden para vivir y estudiar".

El cura testigo contó que cuando vivía en San Nicolás en Buenos Aires, lo mandaban al Arzobispado, "donde estaba monseñor Cardelli, amigo muy íntimo del padre Rosa. íbamos a retirar un sobre amarillo, sellado, y lo metíamos en una bolsa hasta que un día hablé con el hermano que era superior mío y me confió lo que estábamos haciendo", manifestó. Ese hermano le contó que dentro del sobre había "muchísimo dinero que nos mandaba el Estado". 

Era dinero que Rosa Torino recibía por una lista de estudiantes de la Universidad Católica Argentina que el sacerdote magnificaba anotando a postulantes, novicios, a los que ya se habían ordenado, incluso a los que ya se habían ido, "los hacía pasar por estudiantes de filosofía, psicología, le pagaban por cada seminarista", relató. El presidente del Tribunal, Maximiliano Troyano, no le permitió explayarse esgrimiendo que estaban juzgando otros hechos.