En la ciudad del pecado, el amor exprés se abre camino en las capillas de Las Vegas, que no necesitan de Elvis casamenteros para consagrarse como cuna de la extravagancia. Alcanza y sobra con sus tropecientos altares temáticos, que calzan como anillo al dedo a personas que buscan opciones poco convencionales para decir “Sí, quiero”, decantándose por sitios con interiores diseñados en honor a: los juegos de naipes, los cuentos de hadas, Halloween, la Antigua Grecia, etcétera. “Hay uno para cada gusto, desde el de inspiración trekkie para fans de Viaje a las estrellas, hasta el que incluye elementos budistas”, señala la fotógrafa inglesa Jane Hilton. En la década del 90, de visita por esos pagos, quedó tan encandilada por la variedad -y la excentricidad- de estos sitios que sacó la cámara y eternizó capilla tras capilla. “Todas y cada una; estaba obsesionada por lo kitsch que eran”, recuerda la artista a la que opciones no le faltaban. Se encontraba, después de todo, en la autodefinida “capital mundial de las nupcias”, que comenzó a recibir parejas flechadas básicamente a partir de los años 40 y 50, enamoradas… de sus leyes laxas y de los costos baratitos de las ceremonias.
Aunque mucho rato ha pasado, ha desempolvado la serie doña Hilton y, por estos días, la exhibe en la galería Solaris, en East Sussex, convencida de “lo apropiada que resulta para el momento actual”. Y es que, sin parejas a la vista, su voto en For Better or for Worse (tal es el nombre del trabajo) fue con las capillas, a las que capturó vacías “para mostrar cómo -en sí mismas- personifican cierta cultura del entretenimiento, un tipo de celebración a lo McDonald’s”. Claro que, para la mirada actual, cruzada por la pandemia, los inhabitados escenarios cobran un nuevo sentido, según la fotógrafa: “Además de despertar anhelo por un pasado exuberante y cuestionar el futuro incierto, resultan un poco inquietantes. Generan tensión con su silencio rotundo, como si fueran un reflejo del último año y medio”.
Cabe mencionar que, aunque con residencia en
Londres, celebrados trabajos previos evidencian el particular interés de esta
inglesa por la cultura estadounidense: en Drag
Queens, retrató a reinas yanquis en el desierto de Nevada; en Dead Eagle Trail, se ocupó de sus cowboys
del siglo XXI; en L.A. Gun Club, del
fervor armamentístico, a partir de cuestionables carteles que alientan el uso
de pistolas en el país del norte. Como curiosidad, entre sus monografías
visuales, una que se detiene en gauchos de Esquina, en pagos correntinos, precisamente
intitulada Gauchos. Y For Better or for Worse, dicho está, “con
estas capillas vacías, destinadas a llenarse de esperanza y amor, que ahora se
sienten fantasmales, desconcertantes, absurdas”.