Un matrimonio bien consolidado y con hijos inicia un juego erótico que consiste al principio en que ella sea fotografiada desnuda. Es la época en que las cámaras digitales aún no han ganado el mercado. El marido usa una vieja cámara de 35 milímetros; y en su imaginación lo más vertiginoso comienza en el momento exacto en que va a retirar las fotografías del negocio de revelados donde atiende Milton, un hombre que, justamente por su trabajo, parece conocer todas las intimidades de las familias del barrio. Ligados por medio de una especie de acuerdo tácito, al señor Bertelli no parece incomodarle demasiado que Milton sea testigo de las prácticas íntimas que lleva a cabo con su esposa. Sólo que, un día, algo sale mal. Quién sabe si por error o de manera deliberada, lo cierto es que Bertelli retira un sobre con fotografías que no son suyas, y este es el inicio de 35 mm (12 exposiciones) una novela sumamente original de Federico Girón donde se aborda, entre otros temas, el modo en que las personas se relacionan con aquello que buscan representar en las imágenes y no siempre coincide con la realidad.
“Lo que me interesó explorar en la novela fue esta noción de fragilidad inherente al ser humano, es decir remontable al hombre primitivo y sus expresiones culturales y religiosas en las pinturas rupestres. Y que creo se deja traslucir en la necesidad de capturar momentos que consideramos importantes sólo para conservarlos en hojas de papel fotográfico, como si necesitáramos el testimonio para sentir algún tipo de orden y de tranquilidad. Un cumpleaños, unas lindas vacaciones, recibir un título, la visita de un familiar, necesita ser fotografiado para que cobre efecto de verdad, de explicarnos a nosotros mismos y ante los otros y sobre todo, creo, de obtener, aunque sea de manera simbólica, permanencia en el tiempo”, dice Federico Girón, autor, entre otros libros, de Hay un loco allá arriba (cuentos), La bestia no se mancha, finalista en el IV Premio Ciudad Ducal de Loeches de Novela, España, y el libro de cuentos Gota China con el que obtuvo una mención especial en el 12 Concurso Nacional Adolfo Bioy Casares. “Se me ocurre ahora que quizá hoy las redes sociales jueguen un poco este papel de almacenar vida recorrida. Si uno no muestra sus peripecias en la web parecería que no estuviera viviendo”.
Con un elaborado trabajo en su estructura, los capítulos de la novela están divididos al igual que la extensión del rollo fotográfico de 35mm más pequeño que hubo en el mercado standard, es decir de doce exposiciones. Y que según refiere Federico Girón, le daba, además de la posibilidad de los doce capítulos, el bonus o elasticidad que siempre tenían los rollos con sus tres o cuatro fotos extras, según la habilidad para cargar los rollos en la cámara. También, hay un juego que consiste en numerar los capítulos con la nomenclatura de los rollos para poder limitar la trama en dieciséis capítulos, simulando las correspondientes tomas fotográficas.
35 mm (12 exposiciones) nace de una experiencia personal del escritor. “Tuve comercio de fotografía en la época en que el rollo era lo que dominaba el mercado. En algún momento, empecé a darme cuenta de que sabía de mis clientes, sin hablar más que lo necesario, bastante más de lo que creía por el sólo hecho de revelarles periódicamente sus fotos. Hablo de sus costumbres y conformaciones familiares, sus gustos y vinculaciones, veía con frecuencia los festejos, aniversarios, los veía envejecer, irse de vacaciones, casarse, tener hijos, recibirse, egresar del colegio o hasta enfermar, y aunque pueda parecer extremo, teniendo sexo. Era algo así como un pequeño y alocado laboratorio antropológico. Algunas informaciones eran concretas, pero supongo, como le sucede a Milton en la novela, varias de esas sensaciones y figuraciones que me hacía al ver sus fotos eran erróneas. Quiero decir, que ahí comenzó a interesarme esta idea de que procesar e imprimir películas 35 mm abre una puerta misteriosa, y que, entiendo, es la de hacer visible una imagen latente y desnudar realidades veladas y complejizar la cotidiana. Y sobre todo desarmar esa idea de que una foto retrata un instante, lo congela y ahí queda plasmado un recuerdo, una realidad sólida. Y no, hay vida en movimiento en esa hoja de papel con una aparente imagen estática. ¿Por qué no entenderla como un objeto distorsivo y atravesada por nuestra subjetividad? La pregunta que me hice fue: ¿Cuánta verdad cabe en una foto? Quizá tanta como la que nosotros necesitemos nos devuelva”.
A diferencia de lo que sucede actualmente con las redes sociales, las fotografías que se cruzaron en los clientes que conforman la trama de la novela son parte de un paradigma cultural que pareciera haber desaparecido. Sin embargo, la relación entre lo representado y la representación continúa generando una tensión en su aspecto ideológico. Tener la ilusión de estar observando instantes fugaces de vidas ajenas y darle credibilidad y veracidad es lo que instala como verdadero conflicto la novela de Federico Girón. Un tratamiento de contraste como espejos les permite a los personajes tomar algo de conciencia sobre sus propias vidas. “No pude, te juro, me pregunté por qué no podía y primero me contesté que me daba pudor que Milton supiera que vi las fotos de esa gente mostrándose… así, cogiendo, gente asquerosa, tan relajada frente a una cámara en un camping roñoso”, le dice la señora Da Silva a su esposo. “Y no, me di cuenta de que no era eso, lo que me daba vergüenza era ir a retirar las nuestras”.
35 mm (12 exposiciones) es una novela que permite reflexionar y cuestionar el modo en que la cultura de la imagen ha impuesto una manera de vincularnos con nosotros mismo y los demás: la mirada social. O como escribió John Berger: “Es posible que la fotografía sea la profecía de una memoria social y política todavía por alcanzar. Una memoria así acogería cualquier imagen del pasado, por trágica, por culpable que fuera, en el seno de su propia continuidad. Se trascendería la distinción entre los usos privado y público de la fotografía. Y existiría la familia humana”.