Nadia, Butterfly 7 Puntos
Canadá, 2020
Dirección y guion: Pascal Plante.
Duración: 107 minutos.
Intérpretes: Katherine Savard, Ariane Mainville, Pierre-Yves Cardinal, Eli Jean Tahchi.
Estreno en Mubi.
Nadia sale de la piscina con expresión sufrida. Como si estuviera en medio de una guerra. Lo está: no otra cosa es el deporte de alta competencia. En esa guerra, señala un instructor estadounidense, no alcanza con herir al oso: hay que matarlo. Integrante del equipo olímpico de natación canadiense, justo antes de presentarse en los Juegos de Tokio 2020 (que en realidad no tuvieron lugar, por la pandemia), a los 24 años Nadia ha tomado una decisión que tiene sorprendidos a todos: ésa será su última competencia, no va a seguir nadando. El rostro con el que enfrenta la entrevista de televisión parece explicar la decisión aparentemente a contramano. ¿Pero qué va a hacer, qué va a ser de allí en más? Nadia, Butterfly comparte con su heroína ese intervalo, esa pregunta sin respuesta que una ciudad tan ajena como Tokio parece representar a cabalidad.
Escrita y dirigida por el quebequés Pascal Plante, él mismo ex nadador profesional, Nadia, Butterfly, que transcurre durante unas Olimpíadas que no tuvieron lugar, debió haber competido en un evento que tampoco lo tuvo: la edición 2020 del Festival de Cannes. Con mirada documental, el primer tercio de película muestra en tercera persona, sin aparente intervención de quien lo narra, los duros entrenamientos, la exigencia que imprime el entrenador, los nerviosos preparativos y la competencia en sí, con sus secuelas de festejo desbordante y after parties. En medio de eso Nadia experimenta momentos de vacío, tal vez por una suerte de melancolía anticipada por lo que está por dejar atrás, quizá porque esa burbuja que representa todo deporte no la llena. Durante una reunión con sus compañeras Nadia verbaliza esto último, provocando el estupor de las otras: el deporte no es la vida, fuera de él hay todo un mundo con el que sería bueno interconectar.
El segundo tercio, narrado desde el punto de vista de la protagonista y su mejor amiga, narra ese intento de interconexión, en fiestas donde aparecen los varones, una botella de alcohol, un sello de éxtasis, una sesión de sexo compartido. Introvertida, en apariencia algo desconfiada, Nadia parece estar descubriendo todo eso, dejándose llevar al descontrol físico y emocional antes de volver a sumirse en la melancolía. Después de esa apertura volverá a reconcentrarse, ahora para explorar sola el mundo que la rodea, esa rara Tokio de neón, salas de pinball y pokemones por todas partes. Este último segmento de Nadia, Butterfly está contado desde su punto de vista. De la esfera del músculo se pasó a la de lo existencial: Nadia se asoma a la falta de certezas que conlleva un “tirarse a la pileta” que dejó de ser meramente físico. De especialista en el estilo mariposa (Nadia, butterfly), la heroína devino mariposa por su fragilidad.
Sin perder de vista a su alter ego ni por un segundo, Plante triunfa en las tres fases de crecimiento de la mariposa. Muestra ojo y sequedad para narrar lo puramente físico. Permite que sus actrices se expresen libremente en esa larga noche de distensión y acompaña el vagabundeo de la heroína con el de la cámara. La burbuja del deporte se concretiza en las diversas situaciones de encierro que signan la primera parte: la piscina, la habitación de hotel, la sala de masajes, el ómnibus que traslada a las nadadoras. Los largos planos abiertos (aunque sean en interiores) y los cambiantes escenarios de la segunda plasman en términos espaciales la apertura celebratoria del segundo tercio. Más tarde las calles, las noches, los espacios desconocidos.
Asombrosa actriz debutante (es nadadora profesional, como sus compañeras), Katherine Savard entrega toda la gama de emociones que atraviesan a su personaje durante esos pocos días, del dolor al encierro, del encierro al enojo y de éste a la melancolía, soltándose a puro cuerpo más tarde. Afrontando finalmente con mirada expectante una ciudad extranjera llamada futuro.