Gualeguaychú – El país del carnaval 6 puntos
Argentina, 2021
Dirección y guion: Marco Berger.
Co guion y realización documental: Martín Farina.
Duración: 78 minutos.
Intérpretes: Franco Heiler , Vilmar Paiva, Gaston Re, Julieta Tramanzoli.
Estreno en Flow.
El carnaval de Gualeguaychú era un ámbito cantado para el interés de los ojos y oídos de Marco Berger, realizador cuya filmografía ha buceado incansablemente en las aguas del deseo. Las imágenes de los cuerpos masculinos semi desnudos, bronceados, muchas veces aceitados y bañados en purpurina, se repiten incansablemente en su película más reciente, Gualeguaychú – El país del carnaval, que formó parte de la Competencia Americana del último Bafici. Los planos se repiten, en la pista del corsódromo y en ámbitos privados, fragmentando torsos, nalgas y piernas, con especial predilección por el close-up “bultero”, un inconfundible clásico bergeriano. Alejándose de la ficción pura y dura de su anterior El cazador, con la cual el prolífico cineasta argentino se acercó por primera vez a las posibilidades del thriller, Gualeguaychú hibrida permanentemente el registro documental con la construcción ficcional, sin que el espectador sepa fielmente a qué terreno pertenece cada segmento o secuencia.
En ese sentido, parece más que relevante el apoyo creativo en roles centrales de otro realizador, Martín Farina, con quien Berger ya había colaborado en su film Taekwondo y en el largometraje documental de Farina Fulboy. Aquí también hay escenas de vestuario, aunque los uniformes deportivos son reemplazados por minúsculos trajes carnavalescos. Franco Heiler y Vilmar Paiva, entrerrianos y amigos desde siempre (¿sujetos documentales?), se preparan para una nueva edición de la popular fiesta. Entre conversaciones con terceros sobre inseminaciones bovinas y caballos de carrera, algún que otro asado y salidas al boliche, Vilmar espera pacientemente que se le haga un lugar en la comparsa, al tiempo que Franco disfruta de su innegable éxito como parte del evento. Una fiesta electrónica al aire libre empuja el baile sensual entre compañeros, encuentro dionisíaco que rompe con los estereotipos de la masculinidad tradicional, fuertemente arraigados en sociedades semi rurales del así llamado interior del país.
Esa fluidez sexual, habilitada en gran medida por los permisos del carnaval, forma parte de la vida de los miembros de la compañía, y la presencia de las mujeres permanece en un fuera de campo casi total, con la excepción de una chica que llega de visita junto a su novio (los actores Julieta Tramanzoli y Gaston Re). La breve escena de la ducha colectiva luego de un día de pileta es sintomática de las ambiciones de Berger: la muchacha y una docena de hombres jóvenes conversan, se rozan y se frotan jabón en un baño tan diminuto como sus sungas. Poco antes, el propio realizador aparece en cuadro reflexionando sobre algunas de las directivas del rodaje, señalando de esa manera la posibilidad de que la película sea el resultado de una serie de pruebas y errores, experimentos formales que sólo terminaron de adquirir su aspecto final durante el proceso de montaje.
Pero, ¿de qué trata entonces Gualeguaychú? Sin trama en un sentido convencional, alejada además de las estructuras más rígidas del documentalismo clásico, el carácter proteico es su mayor virtud y, al mismo tiempo, una debilidad transitoria. Si por momentos la deriva encierra al film en callejones sin salida –instancias en las que se hace necesario dar marcha atrás y volver a la seguridad de los planos del desfile–, el cruce de registros permite que ciertas verdades intangibles florezcan sin esfuerzo en la pantalla.
Si bien la obra de Berger ha sido cristalizada en más de una ocasión en los casilleros queer del universo cinematográfico, sus películas – y Gualeguaychú no es la excepción– demuestran que sus intereses son absolutamente universales: el deseo, el goce, la ansiedad por ciertas cosas que tal vez nunca lleguen o por aquellas que forman parte de una etapa que está llegando a su fin.