Murió Abelardo Castillo.
Dicen que un buen poema es aquel que al terminar de leerlo te empuja a escribir otro. Eso tal cual me pasó a los 19 años leyendo un cuento suyo. Un empellón a la mano. Con el que escribí gané un concurso y por ese reconocimiento temprano me dediqué a lo que me dedico. Una de esas formas curiosas y bonitas de la trascendencia en esto que hacemos: inspirar.
Deshago el camino de cincuenta años y allá atrás en el origen está Abelardo inspirando. Se lo pude agradecer varias veces. Cada vez que pude. No encuentro otra manera mejor de despedirlo que agradecérselo públicamente otra vez.