La pandemia ha llevado a las personas al límite. Especialistas y organizaciones estatales y supranacionales alertan sobre esa otra pandemia silenciosa que emerge en los temas de salud mental. A veces más hablado y a veces más olvidado, pero no es algo nuevo: en la prepandemia la Organización Mundial de la Salud ya contabilizaba casi 400 millones de personas con depresión en el mundo, y ubicaba a los jóvenes de entre 15 y 29 años como el epicentro de ese malestar.

Almudena Sánchez, escritora española, fue un número más de esa estadística. Desde 2017 sufrió depresión y creyó que no saldría. Haciendo literatura esa experiencia, transformó el sufrimiento en un libro, Fármaco (Odelia Editora), que es fiel reflejo de la enfermedad y los períodos en que sintió que todo era oscuro.

La autora le dijo al NO que ya quiere soltar esa etapa. Pero tras publicar este libro, se ha convertido en un imán para personas que padecen lo que ella experimentó. Y aunque no tiene una mirada complaciente de la depresión, cree que Fármaco es "una herramienta" que le habría gustado tener a mano cuando la pasó tan mal. Ahora está bien y agradece que se lo pregunten. "Estoy sin medicación y llevo unos meses así: es un alivio."

--Hacia el final del libro se ve esa ilusión, este alivio, ¿pensaste en dejar ese mensaje positivo?

--Es un libro autobiográfico, así que traté de contarlo como ocurrió cronológicamente. Y tenía que acabarlo así porque estoy bien, estoy viva y curada. A veces pensé que no sería así, que me iba a morir antes, e incluso iba escribiendo qué hacer con los papeles o que si alguien quería que lo terminara. Tenía terror a no poder acabarlo y esa idea esperanzadora es porque ha sido así, ha terminado bien. Quería sacar la depresión de lo técnico, de la autoayuda o los encasillamientos.

--La literatura del yo está bastante discutida en estos tiempos, ¿te interesaba meterte ahí?

--Nunca lo había pensado. Soy tímida; me parecía demasiado impúdico y temía pasar vergüenza. Pero ya está muy literaturizado: es una experiencia personal, pero con mucha literatura, y me lancé. No había pensado que me pondría a escribir tan cerca del libro, con esa calidez, pero fue el cuerpo el que me lo ha pedido, lo necesité y fue lo natural.

Fantasmas en la casa

Almudena habla pausado, recupera cada retazo de esos años con cautela, intentando dejar atrás una etapa que, sin embargo, ha recorrido con puntillosidad en su libro. Su escritura acabó siendo parte esencial de su proceso, más como ejercicio de salvataje y atadura con el ser escritora que como un modo de terapia.

"Me pareció urgente hablar de esto. Tenía otros libros por la mitad, pero esto tan fantasmagórico que produce la depresión, lo misterioso, de cómo aparece y te aplaca, me obsesionó. Fue una necesidad literaria de comprender", dijo cuando intentaba comprender sus motivaciones. La literatura y la ciencia (por eso de los fármacos) actuaron como salvataje: "Es un elogio de la ciencia y de la literatura".

Sánchez siempre fue una niña melancólica, existencialista, una niña que pensaba en la muerte mucho más que el resto de les niñes. Antes escribió el libro de cuentos La acústica de los iglús, que también edita por estos días Odelia. Toda su literatura está ligada a lo inmanejable, a aquello que no tiene explicación. Un poco, como le dijo al NO, su búsqueda es la de alguien que hace "literatura de la dificultad de madurar", en el sentido de la literatura de alguien que tiene terror a abordar aquello que no entiende del mundo.

--Hay una búsqueda permanente en Fármaco por definir la depresión, ¿es un modo de contener el desborde?

--Era una búsqueda también por ver qué había en la literatura. Soy incapaz de leer autoayuda, entonces empecé por uno muy técnico, El demonio de la depresión, de Andrew Salomon, y literariamente había muy poco. Todos los libros rodeaban la enfermedad, el estado de tristeza, pero no algo contundente sobre esto.

La literatura de Almudena está ligada a lo inmanejable, a lo inexplicable | Foto: Cecilia Salas


--¿Por qué creés que se escribió tan poco si es algo tan diseminado en el mundo?

--Porque es difícil de tratar. Cuando comenté que quería escribirlo, me dijeron que quién iba a leerlo, que suele ser de autoayuda, que la tristeza es empalagosa y que pos-pandemia nadie querría leerlo. Pero para mí es necesario recuperarlo de esos compartimentos de las librerías y tomarlo para la literatura.

--¿Y creés que puede tomarlo alguien en depresión?

--Creo que es muy duro, no puedo suavizarlo porque es lo más terrible que he sufrido, tenía que ser implacable. Pero a la vez hay una voz tierna, empática, que puede dialogar con un lector que está sufriendo esto y me hubiese gustado recibir un libro así cuando sufría la depresión. Y al final va un poco hacia un sitio de luz. También puede servir para quienes tienen alguien cercano y no saben cómo acompañar o entender qué pasa. Es necesario hablar de esta otra pandemia de problemas y salud mental, de la que no se habla.

--¿Por qué creés que la depresión sea algo tan generalizado?

--Nos prometieron un gran futuro, mejor que el de nuestros padres. Al imaginar eso nos hemos estampado con una realidad en la que no pudimos amoldarnos, y tampoco sabemos cómo interactuar con ella. Se nos viene el cambio climático, la pandemia, la crisis económica de hace años y nos ha engullido: no sabemos cómo tirar hacia adelante, construir una familia, tener un trabajo y estar satisfechos con eso. Todo eso nos ha afectado, se duplica el consumo de fármacos, todo eso está ligado: el mundo está roto y lo tenemos que arreglar.

--¿Hay forma de evitarla, o el asunto es transitarla?

--No se puede evitar. Pero creo que hay gente que no se pregunta tanto por el mundo. Mi tía Antonina me dijo: a ti te ocurre por darle tantas vueltas y sensibilizarte por el mundo, a otro no le pasaría. Yo creo que no se puede obviar, es algo innato la tristeza. Y a veces es necesario llorar y atravesar esa angustia, cuando en este mundo solo se potencian los mensajes positivos, con mensajes en tazas y camisetas. Se intenta tapar la tristeza como si se metiera el polvo bajo la alfombra.

--¿Quién se beneficia con eso?

--El capitalismo. Al final todo este mundo está hecho para consumir: estás triste y te compras una camiseta. Al final la tristeza es un delirio y la tapas porque le temes. Y se impone ser feliz porque el sistema capitalista no acepta la tristeza.

--La depresión es una enfermedad improductiva…

--Claro, porque un deprimido no entra en el sistema capitalista: no consumes, no trabajas, no socializas, no vas a sitios. Una persona deprimida no interesa. Una persona que no arranca, que no funciona en el engranaje, se desecha. Y en algún momento eso estallará.