Guiño. Guiño. Guiño. O, mejor dicho: cuchillazo, desmembramiento y caza de brujas. La trilogía Calle del Terror (Netflix) se mueve entre sobreentendidos para cualquier fan del género. El proyecto lleva la firma de Leigh Janiak y es un fantoche –triple obvio– generoso en capas y relleno a partir de una historia conocida: un pueblo condenado a repetir sus matanzas. El "evento" audiovisual está dividido en tres películas autónomas que rondan el sino truculento de Sunnyside y que estrenarán de a una por viernes, comenzando con 1994.
"Lo que amo de Calle del Terror es que, al entregar las tres películas en un solo bloque, tuvimos la chance de revisitar tres períodos distintos que son tremendamente icónicos para el género de horror, cada uno con una marca distintiva. Y a su vez la estamos contando de una nueva forma, con protagonistas que usualmente no se vieron en estos relatos o que duraban muy poco tiempo vivos en esas películas. Los outsiders ahora son los protagonistas", le dice al NO la responsable del envío.
La primera parte se sitúa en la década grunge por excelencia. Hay homenajes de amor al director Wes Craven, la música y la estética de la Generación X. El prólogo incluye un festín de vísceras en un mall y a Maya Hawke (Robin de Stranger Things) como víctima. "La elegimos para que sea nuestra Drew Barrymore de Scream", confiesa Janiak.
En 1994, un grupo de inadaptados está convencido de que esta muerte es el último eslabón de una maldición iniciada en Sunnyside en el siglo XVII. Los chetos de Sunnyvale aprovechan la confusión para avivar la rivalidad con sus vecinos. En medio, de ese carnaval mortífero aparece la historia de amor entre Deena (Kiana Madeira) y Sam (Olivia Scott Welch). "Amé registrar esa época porque crecí en ella, pero todas tuvieron su gustito", confiesa la directora.
El viernes 9/7 estrena 1978, ubicada en un campamento de verano violento y poseso. En este caso la chica del poster es Sadie Sink (Max de Stranger Things), con cumplidos hacia otras obras de culto como Carrie y Viernes 13. La parte final, 1666, sale el 16/7 y va al origen del mal, con un registro estético y un contexto premoderno pero también con la veta pop haciendo lo suyo.
El Socorro de R.L. Stine
R.L. Stine ha sido llamado "el Stephen King de la literatura para chicos" gracias a su enorme y exitosa obra literaria de terror chicloso. Como si Elsa Bornemann hubiera clonado el espíritu de Socorro en múltiples sagas. Calle del Terror es una transposición singular de la colección Fantasmas de Fear Street, dado que toma sus elementos doblando sin inocencia alguna. "Los libros no son tan gráficos como estas películas, pero cuando los leí en la adolescencia se sentían así de filosos y subversivos. Así que tiene sentido. Para mí una película slasher tiene que ser muy gráfica. Tiene que tener estos momentos locos de sangre y asesinatos desquiciados", asegura Janiak.
La intención, explica, fue la de crear una mitología a partir de Shaddyside como piedra basal: que fuera "el lugar donde cualquier cosa malvada puede suceder". Y para serle fiel al espíritu de los libros, elevaron la apuesta pervirtiendo personajes y tramas. "Cuando R.L. Stine escribió estos relatos el mundo era otro, lo mismo para la forma en que se presentaban estos cuentos y novelas. Lo que quisimos mantener fue la diversión y la energía pero actualizándola, como una diferente presentación de la misma historia."
Dicho de otro modo, Stine nunca hubiera descrito una relación lésbica o mostrado pibes maltrechos como los que se ven en esta saga. "Trauma generacional a partir de una podredumbre sistémica expuesta por homicidas", describe Janiak. ¿Cuál fue el desafío? Encontrar el balance entre cada película y el concepto unificador. Calle del Terror, a su vez, es una fresca y desprejuiciada reactualización que sazona el pochoclo con hectolitros de sangre. "Filmar las escenas es increíble, es tan divertido matar gente en las películas... También es muy estresante por todo lo que implica su preparación. Cada vez que rodás una muerte y tenés que repetirla hay que limpiar las tripas y el colorante, y volver a mancharse. Pero lo hacemos por esa misma excitación."
Retromanía del horror
Janiak jura que no conoce el término que acuñara Simon Reynolds para su libro Retromanía. Sin embargo, Calle del Terror pareciera ser un post scriptum de ese ensayo con conjuros, hachazos y el espíritu adolescente apuntado al público centennial. "Hay algo muy gratificante en la nostalgia, incluso para aquellos que no vivieron tal o cual era. Creo que podemos aprender algo de la cultura pop. La clave es ser un poco indulgentes con esos momentos y sus artefactos, pero luego ir más profundo y que no sea nostalgia solo por nostalgia. Hay una razón por la cual esto sucede en esas eras. Ojalá el nuevo público se introduzca por esa construcción divertida, la música y todo lo demás y pueda entender esa otra cosa que está pasando."
Para lograr lo que Janiak llama "construcción", la directora buceó en una enorme enciclopedia pop de películas –le hizo ver al elenco Los Goonies, Pesadilla y El Nuevo Mundo, entre otras– y armó su propio soundtrack para dar con el espíritu de 1994 y 1978. Muchas de esas canciones aparecen con rabia, justeza, por mero capricho o con mucha perspicacia en sus escenas, en la playlist oficial de la película. De Cypress Hill a Radiohead, pasando por temas de Pixies o The Prodigy, hasta hits olvidados como Your Woman de White Town. La directora se dio el gusto de incluir la versión original de The Man Who Sold The World por David Bowie y el cover de Nirvana. "Tiene la vibra de cada década, pero también el espíritu de toda la trilogía. Esa es 'la' canción."
¿Habrá más viajes en el tiempo en el horizonte? ¿Más citas a eras, canciones y émulos de Freddy Krueger, Jason, Carrie White y Michael Myers? "Lo increíble de Calle del Terror es que sentamos las bases para un universo Marvel pero de horror. Podemos hacer todo tipo de películas sobre el mal existente en Shadyside. Podemos hacer algo sobrenatural o de otro subgénero. La historia nos va a marcar que tipo de género podemos llegar a encarar", cierra Janiak.