El acceso al dormitorio infantil de Britney Spears. Tal es la mayor reliquia del museo histórico y cultural de Kentwood, el pueblo donde se crio antes de la explosión pop. Un “Rosebud” inmaculado de muebles blancos, ositos de peluche, fotos y muñecas de porcelana tras un vidrio carcelario. La escena de The Battle for Britney: Fans, Cash and a Conservatorship (Directv Go) es elocuente. El pasado de la exídola teen, al igual que su presente, no le pertenecen. La producción de la BBC ahonda en la cuestión que por estos días conmueve al showbizz: la batalla de la cantante por retomar el control de su vida y carrera, la polémica detrás de la tutela a cargo de su padre y una descripción del movimiento #FreeBritney.
En poco más de una hora, el envío se propone desentrañar las complejidades que rodean la polémica figura legal que se ciñe sobre Spears. Cabe decir que no le faltó timing a su estreno local. La semana pasada la cantante se pronunció frente a un tribunal de California para reclamar el fin del “conservatorship”, lo cual propulsó el frenesí mediático embanderado tras el hashtag #FreeBritney. Por estas mismas horas, colegas como Christina Aguilera y su expareja Justin Timberlake le manifestaron su apoyo a la chica que ha vuelto al centro de la escena. Y aunque esta semana la juez de Los Ángeles le ha negado por ahora recuperar la custodia legal y que su padre deje de ser su tutor, esa decisión es sobre la petición que la cantante había hecho en noviembre y no la más reciente, donde por fin pudo escucharse su voz.
El británico Mobeen Azhar es el encargado de guiar la investigación y preguntar. Omnipresente e impertérrito, el periodista expone las dos campanas de la historia. ¿Es Jamie Spears el Luisito Rey que todos quieren ver o hay alguien más detrás? ¿Es cierto que la maquinaría detrás Britney la declaró demente o es un mito urbano propio de la web? ¿Cuán hábil es la propia celebridad en el manejo de su imagen? ¿Y qué hay del manejo judicial? ¿Britney lo hizo de nuevo o lo están haciendo por ella?
En esta cronología el interregno 2007-2008 es clave. Por ese entonces, la justicia le otorgó a su padre la tutela sobre su persona y bienes (se estima que su patrimonio ronda los 60 millones de dólares) tras haber estado en el ojo de la tormenta mediática. Trece años después, la estrella se siente presa y privada de derechos básicos. En The Battle for Britney se cuenta que la artista no puede siquiera salir a tomar un café sin que se lo permitan. Lo cual es menos fuerte que su reciente declaración en los tribunales donde expuso que está obligada a usar un DIU. En el documental, sin embargo, nunca se oye la voz de Spears. Todos hablan por ella. Fans que ofician de detectives y creen leer en sus erráticos posteos en Instagram pedidos de auxilio. Un blogero que reclama la autoría del “Free Britney”, otra celebridad digital como Perez Hilton asegura que la tutela “probablemente le salvó la vida a Britney” pero pide perdón por haber alimentado el morbo.
El quid de The Battle for Britney es el mismo que Framing Britney Spears aunque sus criterios, formas y resultados finales sean diferentes. Mientras que el dirigido por Samantha Stark y producido por el New York Times busca exponer el monstruo, este se planta desde la ecuanimidad. Sus herramientas no se diferencian de las de un largo informe de noticiero bajo el uso excesivo de entrevistas y cabezas parlantes. Y aunque no logre cruzar el círculo de fuego tras Spears, Azhar pudo acceder a una de las audiencias sobre el caso en diciembre del año pasado. Otro de sus logros es el de presentar a Lou Taylor, exmanager comercial de la cantante y a quien muchos señalan como la verdadera némesis en esta historia. De un lado y otro de la grieta Spears, aparecen figuras como un bailarín y parte de su troupe que recibió amenazas de muerte por parte de sus fans. ¿Su pecado? Brian Friedman dijo que a Spears le había cambiado el cuerpo tras haber sido madre y que no podría bailar como una colegiala en el video de “Baby One More Time”.
La parábola de Britney Spears es bien conocida. Pasó de ser la heredera natural de Madonna a reina del White Trash, un vaivén inédito en la cultura pop completamente exacerbado por la prensa amarillista. “Nos usó tanto como nosotros la usamos a ella- asegura un paparazzi al recordar su raid en el 2007-. No podía salir de gira, no tenía la custodia de sus hijos pero podía hacer drama y no se perdía el tiempo, manejaba el circo. Es una genia en términos de estrategia, ella está bien, los hijos están bien, Kevin Federline está bien y nosotros, los paparazzi, estamos bien”, describe el hombre.
Su exmaquillador, Billy B, también pega fuerte cuando asegura que su exjefa consiguió asistencia legal “como una puta de la calle”. Paradójicamente, uno de los momentos más atractivos del envío sucede en un pasaje en que no se menciona a la cantante sino a Peter Falk. ¿Qué tiene que ver el protagonista de Columbo con Spears? El actor fue objeto de la misma maniobra judicial por parte de su segunda esposa. “Cuando vine a Los Angeles mi intención era investigar sobre el movimiento #FreeBritney y lo relativo a la tutela de sus padres. Si me hubiesen dicho que esto era una novela, lo no lo hubiese creído habría dicho por inverosímil, pero es así”, asegura el realizador hacia el final del trabajo. Un detalle: no se oye una sola canción de Britney Spears excepto por algunos fragmentos de “I'm A Slave 4 U”.