El momento más importante de la historia política brasileña hasta ahora fue el gobierno de Lula, en el que la izquierda tuvo la posibilidad, por primera vez, de gobernar Brasil y comenzar a poner en práctica el proyecto que tiene para el país. El hecho de que Lula dejara el gobierno con un 87 por ciento de apoyo -a pesar de tener un ochenta por ciento de referencias negativas en los medios- demostró que, también por primera vez, la izquierda había logrado ser hegemónica en Brasil.
¿Qué significó esto? Que había puesto en práctica un proyecto de gobierno para el país en su conjunto, incorporando prácticamente a todos los sectores sociales, con privilegio para los más necesitados, para los más pobres, que eran, con mucho, los que más mejoraban sus condiciones de vida. Esto, en un marco nacional, que contempló a todos los sectores comprometidos con el desarrollo económico y la distribución del ingreso, eje fundamental de las políticas del gobierno y razón central de su éxito.
El discurso de Lula ganó el consenso nacional. Nadie podría oponerse a un modelo de desarrollo que hiciera crecer la economía y distribuir ingresos, al mismo tiempo que generaba empleo. La imagen de Brasil en el mundo nunca había sido tan positiva. Nunca un líder político brasileño había sido tan respetado en el mundo y se ha convertido en un líder político y estadista de renombre mundial.
Para implementar estas políticas, Lula organizó un bloque de fuerzas políticas y sociales, de carácter antineoliberal, con hegemonía de izquierda. Aun con el eje de la economía en el capital financiero, se logró imponer la reanudación de las inversiones productivas en la economía, con expansión del mercado interno de masas, en el que el Nordeste y el mercado de consumo popular en general, jugaron un papel central.
En sus contactos, reiniciados en Brasilia, pasando por Río de Janeiro y continuados en el nordeste, Lula trabaja para recomponer el amplio bloque de fuerzas anti-bolsonaristas, que le permitan ser elegido y poner en práctica una política de rescate de la democracia, de reanudación del desarrollo económico y políticas sociales para la distribución del ingreso.
Los contactos que desarrolla Lula van encaminados a la unidad de la izquierda, el fortalecimiento de los movimientos sociales -tanto los tradicionales como los de los nuevos líderes comunitarios en la periferia de las grandes ciudades- y el establecimiento de alianzas con todos los sectores democráticos, anti-bolsonaristas.
Por primera vez, la izquierda es la fuerza predominante, a través del liderazgo de Lula y el PT, para comandar una transición democrática. Las fuerzas que reúne Lula son todas contra Bolsonaro, contra su régimen autoritario, en principio por la restauración democrática.
Entre ellos, los de izquierda, además, son antineoliberales. Se oponen al modelo imperante todavía en el mundo, que privilegia el capital financiero, la especulación financiera, las privatizaciones y la prioridad de los ajustes fiscales. Son partidarios de priorizar las políticas sociales, retomar el crecimiento económico basado en el capital productivo, ampliar el mercado interno para el consumo de masas, políticas de distribución del ingreso y de combate a las desigualdades.
Solo un bloque amplio permite la derrota de Bolsonaro y su bloque de gobierno, entre los que el ejército juega un papel clave. Solo la fuerza del bloque de izquierda permitirá la redemocratización para permitir también la superación de las políticas económicas neoliberales.