Uno de los más grandes guionistas de historietas de América latina, Héctor Germán Oesterheld fue un lector ávido, un estudiante crónico, un curioso por excelencia que escribió para chicos, cultivó la ciencia ficción como género preferido y pasó a la acción como protagonista de la historia en los cruentos años 70. En su número de julio, que estará en los kioscos mañana opcional con Página/12, Caras y Caretas homenajea al padre de El Eternauta.
“Oesterheld y Néstor Kirchner fueron parte de la misma resistencia popular como militantes peronistas contra la dictadura militar. Kirchner pudo huir al sur. Oesterheld fue asesinado junto a sus cuatro hijas y sus yernos luego de ser desaparecidos. El Nestornauta fue entonces la sobrevivencia de ambos: de Oesterheld y de Kirchner en la cosmogonía popular”, escribe María Seoane.
Felipe Pigna destaca: “El compromiso de Héctor fue acompañando aquellos años de cambio. En plena dictadura de Onganía, produjo historietas biográficas sobre Evita y el Che y lanzó, en el año del Cordobazo, una nueva versión de El Eternauta. Militó en el peronismo y se sumó a Montoneros, participando en el proyecto editorial del diario de la organización, Noticias”.
Desde la nota de tapa, Judith Gociol da cuenta de la vida y obra del gran guionista de historietas a partir del derrotero de unos papeles encontrados en una vieja valija y rescatados por su viuda, Elsa Sánchez de Oesterheld, que hace pocos años los nietos del escritor donaron a la Biblioteca Nacional. “Manuscritos o mecanografiados, esos textos resistieron al tiempo, a diferentes sistemas laborales, a un allanamiento en épocas de represión, a mudanzas, a solicitudes y préstamos sin devolución, a un robo hogareño y a otras circunstancias personales y familiares. Hay, entre ellos, cuentos, guiones, microrrelatos, sueltos informativos; apuntes e ideas apenas insinuadas; índices y sumarios; posibles cronogramas de entrega; proyectos sin concretar, frases ininteligibles; textos sin ninguna referencia… El contenido de esa valija constata la compulsión y la necesidad de Oesterheld por escribir, su infinita creatividad, su entrenamiento en el oficio y una metodología de trabajo. Iba y venía por temas y géneros, reutilizaba partes y reciclaba formatos a un ritmo fabril y febril, acicateado tanto por los vaivenes económicos como por los de su imaginación.”
Ricardo Ragendorfer reconstruye el secuestro y desaparición de Oesterheld y sus cuatro hijas, como así también los juicios a los que fueron sometidos los genocidas involucrados. Vicente Muleiro escribe un sentido texto sobre la saga trágica de la familia Oesterheld, a la que conoció y trató en la intimidad pues era compañero de la secundaria de Estela, la mayor de las hijas. Y Luciana Bertoia traza un perfil de Elsa, la sobreviviente: “Con Héctor se vio por última vez a solas en una confitería del centro en diciembre de 1975. Él le dijo que no iba a volver a la casa. Eran tiempos de clandestinidad y huidas. No compartía la militancia de su familia. Sentía que su único deber era mantenerlos con vida. Después del golpe, le dijo a una de las chicas que estaban intentando frenar un tren que venía a toda velocidad con las manos. ‘Para mal de mi vida, la razón la tuve yo. Y para mal de todos.’”. A Elsa, también, Ana Jusid le dedica un bello poema.
Oscar Steimberg escribe sobre la amplia obra de Oesterheld. Juan Carrá se detiene en la figura de El Eternauta, su creación más trascendente, y Guillermo Courau da cuenta de las producciones inspiradas en la vida y los trabajos del guionista. Laura Fernández se dedica a los dibujantes que ilustraron la obra de Oesterheld en sus distintas etapas, y María Zacco, a las editoriales que lo publicaron y a Frontera, el proyecto propio.
“Tanto El Eternauta como su protagonista han sido objeto de distintas lecturas y versiones, desde las que llevaron al propio autor del relato a reescribirlo primero y a completarlo después, hasta las que varias décadas más tarde permitieron a una fuerza política en el gobierno del país homenajear a su líder, que acababa de morir, alojando el dibujo de sus ojos tras el vidrio de la máscara que coronaba el mítico traje de goma que había vestido el inopinado héroe de aquella historia”, reflexiona Eduardo Rinesi.
Damián Fresolone reconstruye el legado de Oesterheld, a partir de las voces de guionistas e historietistas de distintas generaciones. Y Juan Oliverio Piterman da cuenta de su influencia internacional, y en particular de sus trabajos en Chile.
El número se completa con entrevistas con Guillermo Saccomanno (por Juan Funes), Enrique Breccia (por Adrián Melo), Fernanda Nicolini (por Ximena Pascutti) y Lucas Varela (por Franco Spinetta).
Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.