“La realidad fabril la gente no la ve. La gente ve el kiosco cerrado, el comercio que no está más”. Esa es la foto del momento, dicen en el gabinete económico. Cuatro años de macrismo, dos de esos años, 2018 y 2019, de caída libre de la economía y caos cada vez mayor, más quince meses de pandemia, con efectos devastadores, instalaron en la opinión pública una percepción mayoritariamente pesimista sobre la marcha de la economía.
El 58,8 por ciento de los encuestados en el último sondeo nacional de Analogías, de fines de junio, considera que la economía estará peor dentro de dos años, frente a un 36,3 por ciento que estima que la situación mejorará. En diciembre de 2019, cuando asumió Alberto Fernández, la consultora midió ante esa pregunta exactamente lo contrario: el 53,2 por ciento era optimista y el 38,1 pesimista.
La llegada de la pandemia invirtió la relación y ya en junio del 2020 los pesimistas pasaron a ser más, con 49,5 a 41,9 por ciento. Desde entonces la brecha se siguió ampliando en la misma dirección. El único momento en que reverdeció un poco la esperanza fue en noviembre del año pasado, a raíz del levantamiento de restricciones sanitarias y la resolución de la crisis cambiaria del mes anterior, sin devaluación y con Martín Guzmán fortalecido.
Aquel antecedente de la primavera da crédito a la proyección del gabinete económico respecto a que cuando lleguen las elecciones el humor social estará en franca recuperación. La reapertura de actividades por el avance de la campaña de vacunación dará un envión adicional a un proceso de despegue que ya es muy relevante en el caso de la industria, importante para la construcción y todavía heterogéneo en materia de consumo.
La foto del 12 de septiembre, cuando se realicen las PASO, será distinta a la actual, dicen los funcionarios.
“A partir de este mes esperamos un repunte del consumo, por la generación de nuevos puestos de trabajo, la actualización de paritarias y la devolución de Ganancias. Para septiembre tendremos mayor cantidad de la población con ingresos por la vuelta de actividades y el impacto psicológico de la retirada del coronovirus como un problema tan grave”, señalan. “Nos quedan treinta días de logística para tener cobertura total con la primera dosis de la vacuna”, explican.
“En dos semanas vamos a ser el único país de la región con producción local de tres vacunas: Sputnik V en Laboratorios Richmond, AstraZeneca en mAbxience y Sinopharm en Sinergium Biotech”, destacan.
Ese logro en materia productiva se dará en un escenario de fuerte ascenso de la industria en general. Si bien el ministro Guzmán ratificó que espera un crecimiento del PIB del 7 por ciento este año, en el equipo económico se dice por lo bajo que podría ser mucho mayor. Se menciona que la suba podría alcanzar entre 9 y 10 por ciento, dejando atrás la caída de 9,9 por ciento de 2020. Al término del primer cuatrimestre, el avance es de 8,2 por ciento contra igual lapso del año pasado.
“Hay gobernanza sobre el tipo de cambio. La mejor muestra es que no hay apuestas de devaluación en dólar futuro. Puede haber ruido político y coberturas que son habituales en años de elecciones, pero nadie pone la suya para jugarse a la devaluación. Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace”, enfatizan en despachos oficiales al analizar los movimientos del dólar.
La estabilidad cambiaria es condición necesaria para afianzar la recuperación económica y procurar una estabilización de los precios. En junio el Banco Central avaló el menor aumento del año del dólar mayorista, con 1,04 por ciento. En el primer semestre la suba de la divisa en ese segmento fue del 13,75 por ciento, más de diez puntos por debajo de la inflación (hasta mayo, último dato oficial, era del 21,5 por ciento). “Los mercados de futuros comenzaron el segundo semestre con bajas en todos los plazos, sin participación oficial, seguramente traduciendo menores expectativas de cambios significativos en la evolución del dólar”, destacó este viernes el operador de cambios Gustavo Quintana.
En las preocupaciones sociales, la encuesta de Analogías ubica a la inflación en primer lugar, con 20,2 por ciento. Después aparece el temor al desempleo, con 19,8 por ciento, y un colapso del sistema de salud, con 15,8 por ciento. Los tres factores, confían en el Gobierno, ofrecerán una mejor perspectiva al momento de acudir a las urnas.
La inversión, pública y privada, es uno de los motores que está empujando la economía. Se aprecia, por ejemplo, en rubros industriales que padecieron la apertura importadora en el gobierno de Cambiemos y ahora están recuperando terreno de manera sólida. Uno de ellos es el sector del calzado.
En enero reabrió la planta que produce la marca Adidas en el país, después de haber permanecido cerrada durante un año. Es en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires. La compañía Bicontinentar compró los derechos a la brasileña Paquetá. En 2015 esa fábrica producía 3 millones de pares de zapatillas con 1000 empleados. Hoy está logrando recuperar una producción de 1,5 millones y avanza en la contratación de 200 operarios, para llegar a los 400.
Otro ejemplo es el de la fábrica Dass en Eldorado, Misiones, que esta semana anunció la vuelta a la producción de la marca Nike en el país. Contrató para ello a 200 trabajadores y para agosto proyecta duplicar la producción que tenía hace un año, de 1,2 millones a 2,5 millones de zapatillas. Allí también se producen las marcas Fila, Umbro, Asic y Under Armour. La dotación creció de 300 a 500 operarios.
La clave para que eso sea posible es la administración del comercio. El Gobierno frenó la importación de zapatillas terminadas y solo habilita la entrada de partes para la confección nacional. Además, puso a disposición de las compañías líneas de crédito a tasas subsidiadas.
La misma señal de freno a las importaciones y la generación de condiciones para la industria local repercutieron en otros rubros fabriles, como la maquinaria agrícola, línea blanca (heladeras, lavarropas, estufas, termotanques y calefones), las automotrices y los textiles. Son todos sectores que están produciendo en niveles prepandemia e incluso por arriba de 2019.
En el caso de las automotrices, de los diez vehículos más vendidos en el país durante el primer semestre, siete fueron de producción local. El podio lo ocuparon el Fiat Cronos, que sale de la planta de Córdoba; la Toyota Hilux, de Zárate, y la Volkswagen Amarok, en General Pacheco. La excepción en ese proceso es Renault, que en el primer trimestre redujo sus niveles de producción y exportaciones y ahora confronta con el Gobierno por el acceso a los dólares para seguir importando. Su nivel de integración de los vehículos con piezas hechas en Argentina es la más baja entre las terminales, con apenas 17 por ciento, contra un rango del 30 al 40 por ciento del resto de las automotrices.
“Es una excepción. La regla es que la industria está invirtiendo cada vez más”, dicen los funcionarios. Cuando lleguen las elecciones, concluyen, imaginan un escenario de crecimiento económico consolidado e inflación en baja. “En el Norte y en el Sur del país tendremos victorias claras. En Córdoba y Mendoza está muy difícil y en Santa Fe y Entre Ríos hay que dar la pelea. En la provincia de Buenos Aires vamos a ganar con una diferencia de 8 puntos como mínimo. Nuestra clave es el peronismo unido. Con eso, la economía en recuperación y con la pandemia en retroceso, el triunfo será una ratificación de lo que venimos haciendo y una plataforma para despegar en 2022 con un crecimiento a pleno”, se ilusionan.