“No es lo mismo trabajar un libro por encargo de una editorial que con fascículos”, planteó Miguel Rep y sus contertulios asintieron. Todos saben de lo que habla el multifacético ilustrador de PáginaI12 porque, como él, todos ilustraron en algún momento los clásicos de la literatura universal que el diario publica cada miércoles desde hace más de diez años. En el stand del Grupo Octubre de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se reunieron a compartir sus experiencias en esos suplementos Daniel Santoro, Luis Scafati, Renata Schussheim, Luis Felipe “Yuyo” Noé y Gustavo López Armentía, con Rep oficiando a la vez de moderador y parte.
Entre todos fueron encontrando denominadores comunes. Por ejemplo, los inevitables cambios que se dan cuando el trabajo se entrega semana a semana, en lugar de todo junto en un libro, los ajustes técnicos al ver el dibujo en el papel casi inmediatamente y hasta el infrecuente contacto con los lectores que propicia el publicar en un periódico.
Santoro, que trabajó sobre Los Lanzallamas y Los siete locos, de Roberto Arlt, recordó con mucho cariño la deriva documental que lo llevó a interesarse por los objetos artlianos que luego planteó en el suplemento. “Me fui metiendo en cómo los objetos irrumpen en la vida cotidiana después de la Primera Guerra Mundial –explicó–, todas contenidas como en cajas de ingenios sin ser aún objetos definidos en sí mismos: la radio, el fonógrafo”. Scafati, en tanto, trabajó con Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. El mendocino comparó la experiencia de ilustrarlo con su viejo oficio de ilustrador periodístico. “Sin el reloj sobre la cabeza, porque tenía adelantadas cuatro semanas, podía experimentar, sobre todo con el color”, señaló. El correr de las semanas, además, lo impulsó a simplificarse y encontrar el modo que mejor le funcionaba para resolver el color: papeles recortados.
“¿Cómo voy a hacer si me enfermo? ¡Tengo que adelantar!”. Así vivía, según contó, Schussheim su paso por El Decamerón de Boccaccio, al que además tuvo que sumar la dificultad de equilibrar el erotismo presente en el original para un suplemento pensado para el gran público. “Igual, comparado con lo que se ve hoy en televisión, es de una santidad increíble”, se río. Lo de Yuyo Noé en los miércoles de PáginaI12 duró casi año y medio, pues le tocaron los tres tomos de Memorias del fuego, también de Galeano. “A diferencia de otros, este es un libro que toca la historia de América pero de a focos y etapas, como pequeños flashes, entre el ensayo crítico y la poesía, que se aproxima al enfrentamiento y a veces hasta con crudeza”, reflexionó. El veterano artista recordó, además, que por entonces tenía algunos encargos grandes de Venecia y lidiaba con ellos mientras resolvía las cinco ilustraciones semanales: “Fue muy exigente”.
“Miguel Hernández habla de la guerra en distintas oportunidades –señaló López Armentía–. ¿Cómo habla uno varias veces de la guerra, del amor, de la muerte sin repetirse? ¿Cómo se recrean esos temas que son, también, tan contemporáneos?”. Con ese acercamiento a la literatura de Hernández, Armentía encontró un modo de ilustrarlo, una forma “de comunidad” con esa obra literaria y a la vez un modo de pensar el presente. “Yo rescataría lo que me impacta mucho, por el momento que se vive hoy, donde tenemos grandes dificultades y los artistas jugamos un papel, tomamos decisiones y aceptamos o no cosas y damos un mensaje con esas actitudes”.
Por lo que contaron los panelistas, esos vaivenes sociales se fueron deslizando en todos sus trabajos. Para Rep, por ejemplo, no fue lo mismo el estado de ánimo con que encaró El Quijote en 2005 que La divina comedia en 2014. “Si cambia el estado de ánimo, cambia el dibujo”, sentenció. Scafati, por su parte, reconoció que hacer a Galeano durante 2016, en medio de “una situación política efervescente y entrando en esta cosa descaradamente fascista”, le permitió “canalizar ciertas broncas”.
Consultados por si la obligación semanal se les había hecho pesada, todos le quitaron importancia. “Soy hijo del rigor, siempre me invento obligaciones para ponerme a trabajar y acá la obligación ya venía sola”, declaró, medio en broma y bastante en serio, Noé. “Había cuentos que eran un plomazo tremendo”, reconoció Schussheim, pero señaló que disfrutó muchísimo con los cuentos más divertidos. “Trataba estratégicamente de rescatar las cosas bellas y encantadoras”, confió. Para Santoro sólo tuvo algún pasaje ingrato cuando se le acumulaban otros encargos, pero recordó con especial cariño la posibilidad de ilustrar los barrios porteños, como el suyo de Congreso. “Ahí aproveché para dibujar paseos personales, fue muy rico”, comentó. En cuanto a Las venas..., Scafati aseguró que a diferencia de una novela, aquí había una sucesión de épocas y personajes. “No tuve oportunidad de aburrirme, ¡y hasta podría haberlo hecho con más imágenes!”