El 5 de julio de 1683 el gobernador del Tucumán, don Fernando de Mendoza Mate de Luna, cumplía con el texto de la Cédula Real de 1679, que establecía el traslado de la ciudad de Londres de Pomán al Valle de Catamarca. Él sabía en su interior que no se limitaba a trasladarla, sino que estaba fundando una nueva: San Fernando del Valle de Catamarca.
La población Del Valle tenía el carácter de una ciudad, pero no tenía estatus de ciudad. Era un asentamiento espontáneo.
¿Por qué Mate de Luna, en contradicción con el mandato real, fundó una ciudad y no realizó la mudanza de Londres, como se le ordenaba? ¿Por qué el gobernador del Tucumán eligió otro sitio para la instalación de San Fernando, siendo que en la Población del Valle no había ciudad fundada? ¿Realmente fueron válidos los condicionantes del medio geográfico esgrimidos por el fundador, para no realizar el asentamiento de la ciudad en la Población del Valle?
Estos interrogantes los plantean los historiadores Norha Trettel de Varela, Alicia Moreno y Marcelo Gershani Oviedo, en la publicación La ciudad y su fundador. Ellos creen que la instalación de la ciudad de San Fernando se realizó en su actual emplazamiento porque “el fundador respondía al modelo psicológico colonizador, cuyo objetivo era vincular su nombre al de una ciudad por él fundada”.
Pasaron doce años, hasta que, en 1695, efectivamente, fueron ocupados los solares en la ciudad de San Fernando por los pobladores del Valle. Y es que los habitantes de Las Chacras (como se los llamaba) vivían en un lugar donde la tierra era fértil y tenía la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Valle, muy visitada por los peregrinos de la región.
Según la publicación mencionada, “los catamarqueños asentados en la ciudad fundada por Mate de Luna no abandonaron sus posesiones en Las Chacras. Se produjo el fenómeno de ruralización, que se materializa en la radicación de los vecinos en el campo para atender sus actividades agrícolas-ganaderas, aunque residían temporalmente en la ciudad, donde habían monopolizado los cargos del cabildo y los empleos militares”.
Los registros históricos señalan que, en tiempos de la Revolución de Mayo, ya vivían en la ciudad mas vecinos de Las Chacras, ocupando espacios significativos de poder. Con la sanción de la Constitución Nacional y la llegada del arquitecto Luis Caravati en 1857, la imagen de una ciudad colonial cambia a la de una ciudad liberal.
La relación entre la antigua población y la nueva ciudad fue fluida desde entonces hasta nuestros días. Los habitantes del Valle tenían un terreno en la ciudad “fundada”, pero “vivían” en Las Chacras. Se establecieron en la ciudad, siguiendo con su modo de vida introspectivo en los corazones de manzana, por donde circulaba el agua de la acequia. Allí, podían encontrarse con sus quintas, árboles frutales y animales domésticos, que ayudaban al sustento alimenticio familiar. Donde era posible la vida privada, compartiendo un espíritu de comunidad con sus vecinos, como en la antigua población, de manera sustentable y sostenible.
A 338 años de aquella experiencia de los vecinos del Valle, la gente es sabia y sabe que San Fernando del Valle de Catamarca no sería lo que es sin la memoria de “sus Chacras”. Ante los problemas que enfrentamos en este mundo, los habitantes del Gran Aglomerado Urbano de Catamarca, tendríamos que repensar resilientemente la ocupación del Territorio. Quizás el diseño e implementación del modelo tecno-productivo y comercial frutihortícola, promovido hace unos años por la ciudad de Catamarca, podría ayudarnos a encontrar la senda.
*Arquitecto