El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se lanzó decidido a ofrecer su país para organizar la Copa América, cuando se confirmó que las naciones designadas, Argentina y Colombia, no estaban en condiciones de hacerse cargo en este momento.
Brasil está realizando el torneo en medio de una pandemia, un certamen que en Sudamérica nadie pretendía tener por la situación sanitaria. El equipo local se encuentra ya a dos partidos de repetir el título conseguido en 2019, en su mismo país.
El partido definitorio será el sábado próximo, en el mítico estadio Maracaná de Río de Janeiro. El golpe político contra el gobierno de Bolsonaro sería enorme, en el caso de que Brasil no obtenga el bicampeonato. La presión del anfitrión sobre la Confederación Sudamericana (Conmebol) debe ser gigante para alcanzar el primer puesto.
Bolsonaro y Alejandro Domínguez, responsable de la Conmebol, se pusieron de acuerdo de inmediato para que la Copa América no quedara vacante hasta el 2024. De esa manera, las sospechas sobre la devolución de favores aparecen a pocos días del desenlace del campeonato.
Argentina es el candidato a estar en el Maracaná, para el duelo decisivo frente al otro favorito: Brasil. La Copa de 2019 tuvo un final con escándalo para el plantel de Lionel Scaloni, con los fallos arbitrales que lo terminaron perjudicando ante precisamente el local, en la semifinal disputada en el Mineirao de Belo Horizonte.
Las quejas de Messi ese día contra la Conmebol fueron brutales, y en el partido por el tercer puesto ante Chile fue expulsado en una decisión polémica. La Conmebol no aceptará otra escena similar con el capitán de Argentina, ni con ningún otro integrante de los tres equipos que siguen adelante.
La bandera del juego limpio es levantada desde la FIFA hacia el resto de las federaciones que están bajo su órbita. La Conmebol, en este caso, tiene una gran oportunidad para que el campeón se consagre de manera transparente, y que los tres partidos que restan no queden opacados por situaciones oscuras.