“El cambio en el Poder Judicial tiene que ser de personas más que de sistema”, dice el camarista Roberto Boico, en días en que una reforma judicial sigue siendo una apuesta, al menos a futuro, del oficialismo. Boico se sumó a la estratégica Cámara Federal de Comodoro Py en marzo de este año, y le toca compartir la sala II con Martín Irurzun y Eduardo Farah con quienes, dice, tiene grandes diferencias. Lo que ocurrió “con las prisiones preventivas”, por la doctrina de su colega, sostiene, “fue serio y no pude pasar nunca más”. “No se puede dudar más de los jueces, no se pueden aplicar medidas como disciplinamiento o castigo”, plantea en su primera entrevista desde que asumió en el cargo. El constitucionalista llegó allí por concurso y con críticas de la oposición y los medios afines por haber sido abogado de Cristina Fernández de Kirchner en la causa del Memorándum con Irán. Dice que sabía que sería así, y tal vez tenga relación con una de las críticas que desliza sobre el armado de causas: “Si el convencimiento es que algunas cosas son delito, cuando realmente no lo son, evidentemente algo anda mal”.
Boico cuenta que advierte con sorpresa una gran convicción en los tribunales de Retiro sobre cómo actuó el sistema judicial durante el macrismo, critica el uso de los arrepentidos y pide generalizar a todos los jueces y juezas el pago de impuesto a las ganancias. Habló también de las implicancias de jugar paddle y al tenis con un Presidente, con esta cronista y con Pablo Marcovsky en el programa “Hagamos algo con Esto”, en radio del Plata.
--¿Como fue llegar a la Cámara Federal con varias tapas de diarios que intentaban denostarlo por haber sido abogado de CFK?
--Primero, el camino fue largo. Venía concursando hacía muchos años. Terminé primero en varios de ellos, y siempre estuve ahí cerquita. Esto de la Cámara Federal ha sido para mí el premio mayor. Es un tribunal que tiene mucha importancia estratégica y es, cierto, tuve que cargar con varias tapas de los diarios, o por lo menos con alguna estigmatización por haber tenido una vida. Pero sabía que iba a ser así.
--Le toca compartir sala con Martín Irurzun, autor de la doctrina de las prisiones preventivas que lleva ese nombre, y con Eduardo Farah.
--Mi ingreso fue muy bueno, no puedo decir nada malo respecto de eso. El trato entre los tres es muy respetuoso y ameno, más allá de las diferencias que nos embargan.
--¿Cuál es la mayor diferencia con sus colegas?
--La forma de encarar el derecho, o de pensar las soluciones en este caso en el derecho penal. Viniendo de la profesión, tengo una mirada en este caso de mucho respeto por el trabajo profesional del abogado. Tengo para mí todo el sufrimiento que implica para las partes, tengan o no razón, transitar un proceso, y eso a mí me da una perspectiva distinta. Trato de leer todo lo que pueda respecto de los argumentos de las partes. Trato de no hacer un trabajo de carácter mecánico si no metiéndome en la microfísica del caso. Es un activo que tengo y que me da la profesión. Y también tengo una mirada sobre el rol del juez. El juez es el depositario público de la confianza del pueblo en la aplicación de la ley, nada más y nada menos.
--Comodoro Py no inspira confianza, al menos un sector importante.
--Cuando se habla de Comodoro Py yo ya me siento parte de esas críticas, si bien obviamente no tengo que ver con lo que pasó antes y yo desde afuera había criticado mucho, pero la verdad me gustaría que pronto tengamos y poder judicial en el cual, cuando los jueces deciden, cualquiera fuera su solución sea respetada por los destinatarios. Me duele que cada vez que se dice algo vengan crítica de un lado y del otro, porque se pone en crisis la autoridad en la aplicación de la ley, que recibe uno cuando pasa por el Senado y el Presidente lo elige. Hay que recuperar la autoridad del poder judicial, la confianza en la honestidad y en la estrictez en la aplicación de la ley. Eso lo que falta y ese es mi compromiso. Va a llevar tiempo y no se va a hacer solo.
--En plan de recomponer la confianza, ¿qué pasa con el impuesto a las ganancias?
--Yo pago ganancias. Me tocó por ley, pero hay una acordada de la Corte que beneficia a los magistrados desde hace muchos años. Los nuevos (nombrados desde 2017) pagamos ganancias y hay una diferencia muy importante con lo que cobran los demás. Habría que ajustarlo parar tener una igualdad entre pares. Pero es fundamental que yo pueda caminar por la calle, ir a hacer las compras, tomarme el colectivo si fuera el caso como cualquier ciudadano, y teniendo las mismas cargas y contribuciones que todos. Yo pago con gusto. Pero entre los pares, algunos ganan 30 a o 40 por ciento más que otros por ese no pago. Alguna vez habrá que poner esto en el tapete y que seamos todos contribuyentes al bien común. No puede ser que algunos tengan ese privilegio
--¿Habló con Irurzun sobre su doctrina que generó tantas prisiones preventivas?
--La verdad que no. Por supuesto que yo cuando tomé contacto con mis colegas, les dije “yo soy Roberto y vengo con todo mi bagaje personal y con todo lo que dije antes” respecto del Poder Judicial y las críticas que he hecho, y la carga de tratar de modificar todo lo que está mal. Lo reflejo en cada discusión que tenemos. Con las prisiones preventivas, si se adoptan de manera arbitraria o fuera de los parámetros del código procesal, estamos ante un caso de arbitrariedad y de posible disciplinamiento del Poder Judicial respecto de las personas. Eso no puede ocurrir. Tanto en los casos conocidos como en los menos conocidos. Porque también en la carga donde se resuelve un caso se está pensando en el impacto en la sociedad. Por eso la microfísica del estudio del caso es fundamental. Son muchas horas de trabajo. Lo de las prisiones preventivas es serio y no puede pasar nunca más. No se puede dudar más de los jueces, en el sentido de que se apliquen medidas como disciplinamiento o castigo.
--¿Nota que quienes han aplicado no sólo las preventivas sino herramientas como las de los arrepentidos están convencidos de lo que han hecho y el efecto logrado?
--Uno entra con un prejuicio, con una mirada previa sobre lo que se va a encontrar. Desde afuera se ve todo como una conspiración y me sorprendo porque luego al hablar con empleados y con los colegas, encontrás que hay mucho de convencimiento, más incluso de lo que uno creía. Por eso, el cambio en el Poder Judicial tiene que ser un cambio de personas más que de sistema. Si el convencimiento es que algunas cosas son delito, cuando realmente no lo son, evidentemente algo anda mal. Entonces no está funcionando esa confianza pública.
--¿Y cuál es su postura sobre la aplicación de la figura del arrepentido?
--Di un posgrado en Derecho sobre ley del arrepentido. Es una tendencia mundial flexibilizar la forma de acceder a la información en una causa penal. Esto significa que se buscan mecanismos para llegar más rápido a una verdad procesal, pero a veces se usan mecanismos que rozan con lo ético. En algunos casos, por llegar a esa verdad se infringen normas constitucionales, lo que permite que un juicio sea cualquier cosa. Quizá, la ley del arrepentido, puede ser aplicada de manera correcta, y lo digo con prudencia y mesura. Pero la forma en que se ha aplicado en casos paradigmáticos, y hablo en los que yo intervine como abogado, y se ha hecho todo al revés. Me refiero al caso "cuadernos", donde fui abogado de Oscar Parrilli. Lo que he visto en esa causa, son cosas que no pueden convalidarse.
--La Cámara de Casación (sala I) lo avaló
--Si, lo avaló con dos votos a uno. Estuvo muy bien la doctora Figueroa con una medulosa interpretación. Hay que ver en cada caso como se utiliza la ley. Algún día cuando me llegue alguna cuestión evaluaré y diré algo al respecto. Creo que hay cosas que se van a volver a analizar, con nuevos magistrados, y nuevo contexto.
--¿Sabe jugar al paddle? ¿Iría si lo invita el presidente?
--Sé jugar al paddle, soy malo. No voy a personalizar, porque esas cuestiones están sometidas a denuncias penales y no quiero adelantar nada que pueda manchar mi imparcialidad. ¿Qué me pasa a mí? Yo siento que ahora tengo menos amigos, porque hay cosas que no puedo hacer, porque hay que guardar el decoro, porque no puede estar en boca de nadie cualquier sospecha respecto de tu rol como juez. No podría ir estar en una mesa hablando con gente que quizá pueda estar sometida a proceso penal. O que lo pueda estar en el futuro, más cuando la cámara federal revisa cuestiones referidas a actos de corrupción de los distintos gobiernos. Eso te exige tener una soledad, que es la soledad del hombre de Estado. El juez es una persona solitaria, que deja de hacer muchas cosas que hacía antes. Es un precio alto a pagar, pero la función es hermosa. Tengo empuje y ánimo para mostrar que otro Poder Judicial es posible. El juez, sí, tiene que tener una postura ascética y no dar lugar a habladurías.
--Hace poco usted apartó al juez Julián Ercolini de una causa conocida como la operación puf (contraataque de la causa de espionaje que tramita en Dolores, el D’Alessiogate). ¿Hubo jueces en Comodoro Py que fueron o son funcionales a sectores políticos o económicos?
--El apartamiento de Ercolini se debió a datos objetivos que encontré en esa causa. Hay que separar lo que yo puedo pensar de lo que hay en el expediente. Había una contradicción en mantener a este juez que intervenía en otro caso que era la contracara. Evidentemente hay mucho que revisar de la actuación de los magistrados.