África cuenta oficialmente con más de 145 mil fallecimientos y, pese a los pronósticos más oscuros, ha reportado menos muertes que América (dos millones), Europa (un millón) y Asia (800 mil). Sin embargo, en medio de una tercera ola que se propaga con velocidad, tan solo entre el uno y el dos por ciento de las 1.320 millones de personas que habitan el continente está inmunizado. En este sentido, con las nuevas variantes que circulan, se abren nuevos interrogantes. “África afronta una tercera ola que viene a ser la más importante; delta ya está presente en más de 16 países. A ello, hay que sumarle una pobre estructura de testeo y detección”, describe Bernabé Malacalza, doctor en Ciencias Sociales (Flacso) e Investigador del Conicet.
“Se vuelve muy difícil medir si las cifras que comunican se acercan a la realidad del continente, o bien, están muy lejanas. Por lo tanto, el futuro inmediato es incierto”, completa el especialista en cooperación y relaciones internacionales. La transmisión comunitaria de delta se reportó, entre otras, en zonas urbanas y rurales de República Democrática del Congo, Mozambique, Namibia, Uganda, Sudáfrica y Zimbabue. Los casos se advierten en franca subida desde hace un mes y medio, con un aumento semanal de contagios del orden del 25 por ciento.
Aunque el presente africano se exhibe más problemático respecto del panorama meses atrás, también es necesario destacar que muchas de las proyecciones que se elaboraban sobre el continente más pobre del mundo no se cumplieron. Según los especialistas, la ausencia de infraestructura para la distribución y acceso al agua potable, así como la existencia de sistemas sanitarios endebles y muy poco preparados para una situación de pandemia, conducirían al caos y un desastre humanitario sin parangón. No obstante, a la fecha, las cosas no sucedieron con la magnitud que anticipaban las voces más apocalípticas. Malacalza lo explica con detalle: “El caso de África es interesantísimo: representa el 3 por ciento de los casos de Covid en el mundo. Hasta el momento, el continente rompió con las proyecciones que adelantaban un caos y, para ser sinceros, no deja de producir sorpresa. Existen estudios genéticos que indagan las causas acerca de por qué la transmisión no fue tal. Hay algunas pistas: tienen una población joven, están más acostumbrados a epidemias y no se evidencian problemas vinculados a patologías previas como sí se advierten en territorios más desarrollados”, sostiene el docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes.
En paralelo al reporte de casos y fallecimientos, el otro fenómeno a tener en cuenta son las campañas de vacunación. Y, como se puede aventurar, en África las dosis no abundan. Más bien, todo lo contrario: el 98 por ciento de la población africana no fue inmunizada contra el coronavirus; tan solo 52 millones de dosis fueronadministradas en 49 países. Si bien han asegurado compras por 270 millones de dosis, algunos territorios (como Tanzania, Burundi y Chad) no comenzaron a vacunar y, según se prevé, no podrían en lo que resta de 2021.
“Es la región con la mayor cantidad de naciones de renta baja, categorizadas como ‘las menos desarrollados del mundo’. América Latina, solo tiene un país así: Haití. Las naciones de renta baja exhiben dos aspectos fundamentales en relación a las vacunas: no tienen capacidades para la producción propia ni para la compra y, por tanto, dependen en su mayoría del mecanismo Covax y de las donaciones. Una de las excepciones la constituye Sudáfrica, que ya inmunizó a 3 millones de personas”, dice Malacalza. El mecanismo Covax fue establecido por la Organización Mundial de la Salud hacia mediados de 2020, con el objetivo de democratizar las condiciones de acceso a una tecnología tan escasa y estratégica como las vacunas.
“La vacunación en África dependía de Covax y el mecanismo fracasó. No hubo una buena respuesta frente a la pandemia. Recién ahora, Joe Biden y el G7 anunciaron una inyección de fondos. Hasta el momento, India había sido el protagonista con el reparto de las Covishield; en el presente, según se espera, Estados Unidos debería tomar la iniciativa. Hay que recordar que Norteamérica, al comienzo, no participaba”, explica el investigador. La vacuna de Rusia (Sputnik V) no forma parte de Covax, mientras que las de China (Sinopharm y Sinovac) se incorporaron de manera reciente, por lo que aún no comenzaron a ser distribuidas. Para colmo, otras como las Pfizer, que podrían comenzar a repartirse a escala requieren de una refrigeración y un almacenamiento con mayores exigencias, que no pueden ser satisfechas por la mayoría de los países africanos.
Además de las donaciones y de lo que pueda arribar a través del Covax, existe un instrumento adicional que debe tenerse en cuenta. “El papel que está desempeñando la Unión Africana (conformada por todos los Estados del continente) es muy rescatable porque estableció, a nivel continental, un mecanismo de vigilancia epidemiológica, una agencia de salud y un acuerdo para la compra conjunta de vacunas. Asimismo, ha recibido financiamiento de China, que brinda apoyo económico, pero también técnico”, subraya. El acuerdo denominado AVAT (African Vaccine Acquisition Trust, según sus siglas en inglés), permitió al continente avanzar en conversaciones con diversos laboratorios productores de vacunas. Un perfil similar al de la Unión Africana (cuya sede se encuentra en Adís Abeba, Etiopía) posee la Comunidad del Caribe (Caricom), mientras que no existe un espacio de relaciones entre naciones equivalente para la región latinoamericana.
“A diferencia de América Latina, donde China principalmente vende sus vacunas (salvo por algunos casos como Bolivia y Venezuela), en África, el gigante oriental despliega una política de donaciones, sobre todo, a naciones miembros de las franja de la nueva ruta de la seda. Vende más con Sinovac (empresa privada) y dona más con Sinopharm (empresa pública). Por ejemplo, Angola, Camerún, Botsuana, Etiopía, Sierra Leona, Zimbabue, Senegal y Guinea vacunan con Sinopharm”, comenta Malacalza.
En territorio africano viven, aproximadamente, 1.320 millones de habitantes. Por lo tanto, aun con el mecanismo Covax y el AVAT operando con éxito, las cuentas para lograr el rebaño no cierran por ningún lado. Si las dosis estuvieran disponibles, en una situación ideal, no se podrían aplicar a buen ritmo ya que para eso también se requiere de infraestructura. El mundo deberá comprender que para terminar con la propagación del Sars CoV-2 y sus variantes, la inmunidad de rebaño debe alcanzar un carácter global. La pandemia sirve para visualizar, una vez más, la desigualdad estructural que caracteriza a esta fase de capitalismo agresivo. En este marco, como ya señalaron los teóricos de la dependencia a mediados de los 60’s, la existencia de los países ricos constituye la principal causa de la existencia de las naciones pobres. Para que cambie la superficie, necesariamente, tiene que cambiar la estructura.