Mauricio Macri busca duplicar los espacios de detención.
Sin embargo, el aumento de las detenciones no resuelve los problemas. Entre 1997 y 2014 la cantidad de personas encarceladas se duplicó, pero eso no se tradujo en menos violencia.
Esto se debe a que habitualmente las detenciones no afectan a los delitos complejos o vinculados a los espacios de poder. A modo de ejemplo, a las redes de trata de personas, el lavado de dinero o la corrupción estructural son prácticamente invisibles para el sistema.
El sistema penal y la violencia estatal recaen sobre los jóvenes en situación de pobreza:
Según los datos del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena, en nuestro país el 62 por ciento de las personas detenidas tiene menos de 34 años. En relación al nivel educativo, el 31 por ciento no terminó el primario y un 39 apenas logró terminarlo. Asimismo, al momento de la detención solo el 15 por ciento tenía trabajo de tiempo completo.
Esa decir, estos jóvenes antes de ser detenidos sufrieron la vulneración del derecho a la educación y al trabajo.
Ahora bien. ¿Para qué queremos más presos?
Según nuestra normativa vigente, el único derecho que perdió la persona detenida es la libertad. Por lo tanto tiene derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a vincularse.
Sin embargo, las personas detenidas sufren agresiones físicas, amenazas, deficiencias en la salud y alimentación. En 5 años la Procuración Penitenciaria de la Nación registró 13.685 hechos de tortura y/o malos tratos.
Cabe preguntarse, ¿una persona que sufre torturas en el momento de su detención, será más o menos violenta cuando recupere su libertad?
Como sostiene Mariano Gutiérrez, integrante de la Asociación de Pensamiento Penal, “si la inseguridad dependiese de cuántas personas encarcelamos o de la dureza de las penas, a los países más encarceladores les correspondería menos tasa de criminalidad. Pero es exactamente al revés. Brasil tiene una tasa de encarcelamiento muy grande y una altísima tasa de homicidios”
La vulneración de derechos genera discriminación y violencia. El crecimiento de detenciones en condiciones precarias, reproduce la violencia y profundiza la exclusión social.
Pensar una sociedad menos violenta requiere políticas inclusivas y discursos que promueven menos muros y más espacios de encuentro.
* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Docente de Comunicación Social y Seguridad Ciudadana UNRN. Su último libro es El medio es la violencia. Cultura, comunicación y construcción de la realidad (Doble Zeta).