Una de las principales hipótesis que guía los trabajos de Tononi se denomina “homeostasis sináptica”, que describe el modo en que la fuerza sináptica de las conexiones cerebrales se incrementa durante la vigilia y se atenúa cuando los seres humanos duermen. En efecto, al estar despiertos, las personas acumulan un enorme bagaje de información innecesaria que es desechada a la noche, mediante un sistema inteligente que impide la saturación del entramado cerebral y permite liberar espacio para continuar aprendiendo y funcionar con normalidad al día siguiente. Esto operaría para generar equilibrio en relación a la función del sueño y habilitaría el desarrollo de perspectivas novedosas en relación al diagnóstico y el tratamiento de trastornos psiquiátricos.
Tononi nació en Trento, se recibió como médico psiquiatra y se especializó como neurobiólogo en la Escuela de Estudios Avanzados de Sant’ Anna en Pisa (Italia). En la actualidad, dirige el Centro del Sueño y la Consciencia en la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos), un espacio de referencia ineludible en la temática. Acaba de recibir un doctorado honoris causa por parte de la Universidad Nacional de San Martín, donde brindó una serie de conferencias gratuitas que giraron en torno a lo que más lo apasiona: el sueño y sus relaciones con los estados de consciencia.
–¿Por qué estudió psiquiatría?
–Lo decidí a temprana edad, me interesaba mucho la ética y eso me llevó a estudiar la conciencia. Entonces, si bien me gustaban diversas áreas del conocimiento como la física, las matemáticas y las ciencias de la computación, finalmente, para bien o para mal, decidí cursar medicina. Sin embargo, debo admitir que no fue fácil porque necesitaba concentrarme muchísimo y resignaba otras actividades que también me gustaban. Más tarde, cuando todo estuvo más encaminado, elegí psiquiatría porque actualizaba mis conocimientos de modo continuo a partir del contacto diario y directo con los pacientes.
–Usted es director del Centro del Sueño y la Conciencia en la Universidad de Wisconsin-Madison. ¿Cómo se vinculan ambos campos?
–La conciencia puede definirse como aquello que se marcha cuando las personas duermen y regresa cuando sueñan. Algo similar a lo que ocurre cuando un individuo recibe un fuerte golpe en la cabeza. Lo que sucede en ambos casos es que al perder la conciencia se resigna la posibilidad de conocer el entorno, y de reflexionar respecto de los propios actos y pensamientos. En definitiva, se pierde absolutamente todo.
–¿Qué sucede con el cerebro de las personas cuando duermen?
–El acto de dormir constituye el único momento en que las personas pueden estar conscientes o bien inconscientes. Algunas veces los individuos estarán conscientes y soñarán, pero en otras ocasiones no.
–¿Y cómo puede saberse eso?
–Durante mucho tiempo, se sostuvo que las etapas REM (Rapid Eye Movement, por sus siglas en inglés, que indica “movimientos oculares rápidos”) y no-REM (sueño lento) eran adecuadas para clasificar y comprender lo que ocurría mientras las personas dormían. Se trataba de fases que se alternaban de forma cíclica mientras los sujetos dormían, de modo que mientras la primera se identificaba con una actividad cerebral más dinámica que habilitaba la capacidad de soñar, la segunda se describía como “más profunda” y favorecía la reparación de los tejidos y los órganos. Se creía que el movimiento de los ojos podía funcionar como una variable capaz de indicar que las personas estaban soñando. Sin embargo, hoy se sabe que eso no es cierto y que, más bien, constituía un mito científico basado en un conocimiento que en el siglo XXI logró ser revisado.
–¿En qué sentido fue revisado?
–Ahora es posible comprobar de qué manera las personas cuentan con la posibilidad de soñar en la fase del sueño no-REM, del mismo modo que podrían no soñar pese a encontrarse en la etapa REM. Esto ocurre porque el cerebro se configura como una trama compleja que realiza diversas acciones, desprovisto de tantos esquemas.
–¿Cómo siguió su estudio?
–Descubrimos que existe un área en la corteza cerebral que parece ser central para determinar cuándo las personas sueñan y cuando no lo hacen. De modo que, con el objetivo de examinar qué ocurría, hicimos exámenes con personas que dormían y luego las despertábamos. En base a los datos que extrajimos del encefalograma, pudimos comprobar que esta región del cerebro podía funcionar como una prueba fehaciente del comportamiento de la conciencia en el sueño, aunque también advertimos que funcionaba cuando los sujetos estaban despiertos.
–¿Cómo comprobaron que las personas soñaban si muchas veces los seres humanos sueñan pero no consiguen expresarlo?
–Las personas que participaron de nuestros experimentos están muy entrenadas, ya que realizaron la experiencia en muchas ocasiones. Se acostaban a dormir en unas instalaciones que tenemos adaptadas y, tras diez segundos de sonar la alarma y despertarse, debían pensar en qué habían soñado y responder un cuestionario que ya conocían de antemano. Es un sistema muy confiable desde el punto de vista experimental.
–¿Y qué resultados obtuvieron?
–Entre otras cosas, logramos advertir que un tercio de las personas sabe que sueña pero no puede recordar qué, otro tercio sí lo recuerda y puede expresarlo, y el restante no podía expresar ni recordar nada.
–En esta línea, ¿qué clase de preguntas efectuaban?
–Por ejemplo, si el sueño contenía una cara, si era en una habitación cerrada o al aire libre, si el sujeto participaba de una conversación o si no lo hacía. La respuesta de las personas puede comprobarse cuando chequeamos su actividad cerebral en el encefalograma durante los últimos 20 segundos, ya que se encienden diversas regiones del cerebro. En el caso de soñar una cara, por ejemplo, se activa el giro fusiforme.
–Es decir que no solo es posible saber si las personas sueñan o no lo hacen, sino que también pueden observar alguna característica de ese sueño...
–Exacto. Y no solo trabajamos con humanos, usamos una gran variedad de técnicas. Entre ellas, la genómica y proteómica en modelos de mosca de la fruta, modelos de registro eléctrico de la actividad cerebral en animales, voltametría en vivo y microscopía electroencefalografía de alta densidad, y modelos informáticos a gran escala de sueño y vigilia.
–Comprendo, cada metodología tendrá sus especificidades y variables. Por último, si tuviera que sintetizarlo de algún modo, ¿por qué duermen las personas?
–Esto fue desarrollado muy bien por mi compañera Chiara Cirelli, que centró su atención en las funciones del sueño. Existen múltiples ideas que explicarían por qué dormimos. Desde un punto de vista evolutivo, podría decirse que lo hacemos para no entrar en problemas y evitar peligros, así como para conservar energías para el día siguiente.
–En una entrevista señaló que “dormir es el precio que debe pagarse por aprender”. ¿Qué puede decir al respecto?
–Durante el día introducimos una gran cantidad de información en el cerebro y cuando llega la noche contamos con un montón de datos que inundan nuestra cabeza. Para poder aprender de la manera en que lo hacemos, necesitamos de conexiones neuronales cada vez más fuertes y de cierto equilibrio. De allí la hipótesis de la homeostasis sináptica, que explica cómo el dormir se constituye como un momento perfecto para conocer qué parte de la información que aprendemos es importante y cuál desechable. En ese lapso, nos desconectamos de los estímulos del entorno y somos libres por un rato.