Si hay una virtud entre muchas otras que se le puede destacar a Emiliano Martínez, desde la noche del martes el nuevo superhéroe del fútbol argentino tras su hazaña ante Colombia en la Copa América, es la paciencia. Y la referencia no tiene que ver con la tranquilidad con que espera hasta la última milésima a que el ejecutante de turno impacte la pelota en los penales, como bien lo pueden certificar Davinson Sánchez, Yerry Mina o Edwin Cardona, sino a una filosofía de vida que le permitió convertirse en una estrella tardía en un deporte en el que muchas veces es imposible aguardar que llegue la ansiada oportunidad o para la darle la templanza necesaria para soportar el nacimiento de su hija desde una concentración y tener que esperar una semana más para poder conocerla.
Desde que se marchó desde su Mar del Plata natal a los 14 años para sumarse a las inferiores de Independiente, "Dibu" debió poner a prueba su fortaleza mental. Primero en Boca y luego en River prefirieron no ficharlo, pero el futuro arquero de la Selección no se amilanó y se ganó su chance en Independiente en su tercera oportunidad, conseguida gracias a los contactos de Roberto "Cacho" Gonzalo, uno de sus formadores primero en Talleres y luego en San Isidro. En aquellos años, cuando Martínez todavía iba a la escuela Sagrada Familia en el Puerto marplatense, Gonzalo ya trabajaba para bajarle la ansiedad a su pupilo. "Lo hacíamos patear los tiros libres o lo mandábamos a cabecear en los córners por su altura, sino se aburría", contó el ex compañero de Carlos Bilardo en Deportivo Español en una entrevista con el portal local 0223.
Pero si hacía falta una demostración de su templanza, su paso por el Arsenal inglés lo demuestra. El conjunto londinense, en aquel entonces dirigido por el mítico Arsene Wenger, lo descubrió en las selecciones juveniles argentinas, cuando en 2009 llegó a atajar tres penales en la final del Sudamericano Sub 17 de Chile que Brasil le ganó al equipo dirigido por José Luis Brown. Por más que tenía 16 años y jugaba en la sexta división del Rojo, el Arsenal apostó por ese arquerito prometedor, que viajó a Londres junto a Miguel "Pepé" Santoro, otro de sus mentores, y al que todavía se lo conocía como Damián, su primer nombre, y no como Emiliano.
Por más que figuraba en la consideración de la dirigencia y el staff de entrenadores, Martínez nunca tuvo una chance real en el Arsenal, que siempre lo cedió a distintos clubes pero no quiso venderlo de forma definitiva. Por eso, pasó a préstamo por equipos como Oxford United, Sheffield Wednesday, Wolverhampton o Reading en Inglaterra y por Getafe en España. Hasta que a los 27 años le llegó su oportunidad, a partir de la dura lesión del arquero titular, el alemán Bernd Leno. Lo aprovechó con mucho protagonismo en el festejó de dos Copas, la FA y la Community Shields.
Pero soportar más de 10 años sin poder consolidarse ni tener una verdadera oportunidad no es para cualquiera, y allí Martínez marcó la diferencia, con ayuda profesional. "Tengo mi psicólogo personal que siempre me ayudó en los malos momentos en el Arsenal", contó en una entrevista publicada en Página/12 en abril. Incluso, mantuvo la relación por más que finalmente se marchó hacia el Aston Villa en una transferencia récord para el fútbol argentino. "Cuando me fui del club nos propusimos trabajar juntos porque creo que superamos la frustración juntos y ahora estamos sacando los frutos. Crezco año a año, y es por él", explicó sobre esa experiencia, que la recomienda pese a que no es muy común entre los fútbolistas. "Lo que pasa es que cuando sos joven pensás que no lo necesitas. Sos joven y te comés el mundo. Hay algunos a los que les llega la oportunidad de jugar y les va todo bien, pero a la edad de 28 o 29 no están a lo máximo de su carrera. Y yo llego ahora a esta edad", destacó.
Si a los 29 años llegó a la cima de su carrera, tras ser elegido el "Guante de Oro" de la Premier League, la noche del martes lo elevó a la categoría de ídolo en Argentina por los tres penales atajados ante Colombia. Y en la definición volvió a mostrar otra vez su paciencia y su fortaleza mental, para ganarle el duelo psicológico a los pateadores colombianos. "Hermano, lo siento, pero te como, hermano", fue la frase con la que comenzó a intimidar a Davinson Sánchez. "Yo te conozco, yo te conozco. Se la posición y te lo atajo", le dijo a Yerry Mina, el defensor que lo había lesionado y lo sacó de la cancha hace casi un mes en el partido de las Eliminatorias. "Mirame a la cara, mirame a la cara", redobló la apuesta ante Miguel Borja, pero ahí no pudo detener el remate del delantero y soportó sin inmutarse que el colombiano se desahogara con un grito y un bailecito después de anotar su remate. Y finalmente ante Cardona, mantuvo el silencio para atajar el penal de la clasificación.
“Dejé mi casa hace mucho tiempo para momentos como éste. Venimos de 40 días encerrados y la verdad es que no tengo palabras. Creo que fuimos la única Selección que no pudo ver a nadie”, dijo casi entre lágrimas tras el partido, con la emoción a flor de piel por no haber podido conocer a su hija que nació hace cinco días y a la que sólo vio por videollamadas. "Queríamos jugar la final y qué mejor que hacerlo contra Brasil y en su cancha. Son un equipazo, los candidatos, pero nosotros tenemos un gran entrenador y al mejor del mundo", completó su análisis.
Ante Brasil, con la posibilidad de levantar la Copa América y cortar una racha de 28 años sin títulos, Martínez deberá apelar otra vez a su paciencia y su fortaleza mental para sostener a un equipo que busca la gloria. "Cada uno tiene su propio camino y en él surgen obstáculos. No todo el mundo los supera. Yo los conseguí superar, me sobrepuse a esos obstáculos oscuros, junto a mi esposa y mi familia, y ahora veo el fruto. De tanto que sufrí ahora quiero ser uno de los mejores del mundo", había dicho antes de arrancar el certamen. Falta el último paso para coronarlo.