¿Cuáles fueron las comedias que cambiaron la TV? Yo quiero a Lucy en los 50; el humor absurdo de Monty Python en Inglaterra; los arcos de largo aliento de los personajes de Cheers. Y entonces, una noche de los comienzos del nuevo milenio -el 9 de julio de 2001, para ser más precisos-, una sitcom de unos debutantes ambientada en las oficinas de una empresa ficcional de comercialización de papel llegó sin mayor ruido a la cadena BBC2. The Office cambiaría la comedia televisiva de los siguientes 20 años.

Sin risas grabadas, tomando prestado el estilo de la entonces ubicua "docuserie", un género iniciado en 1997 por Driving School ("Escuela de manejo") y a menudo con títulos igualmente descriptivos como Airport y Vets in Practice ("Veteranod practicando"), The Office incluso disparó un mito urbano de que los que la vieron en ese momento no la entendieron como comedia. Muchos seguramente no reconocieron al elenco, gente hoy muy conocida como Martin Freeman, Mackenzie Crook, Lucy Davies y por supuesto Ricky Gervais, que escribió y dirigió la serie junto a Stephen Merchant. La secuencia de títulos con los monótonos exteriores de Slough -la rotonda, la estación de ómnibus, los bloques de oficinas- presentaba la canción de Mike D'Abo “Handbags and Gladrags” (cantada por el rocker escocés Fin Muir) y no ofrecía muchas pistas sobre que estuviera en marcha una revolución de la sitcom.

Los interiores (una oficina en desuso de los Teddington Studios de la BBC) eran instantáneamente reconocibles como un lugar donde todos han trabajado alguna vez: un universo beige de teléfonos que suenan, papeles estrujados y (era 2001) el ocasional ruidito de la máquina de fax. Verla hoy, con meses y meses de teletrabajo encima, puede inducir una anhelante nostalgia por una forma perdida de comunidad, o el asombro de cómo podía perderse la vida en ambientes tan horribles.

El gerente David Brent (Gervais) se ve a sí mismo como un entretenedor y un jefe brillante, aún cuando le hace comentarios groseramente inadecuados a la recepcionista Dawn (Davies); igualmente autoengañado aparece el aburrido representante de ventas Tim (Freeman), quien se dice a sí mismo que ese no es su destino mientras discute sobre la engrapadora con el tipo raro que comparte su escritorio, Gareth (Crook). "Capturó esa particularmente moderna forma de oficina, la poscapitalista, neoliberal mezcla de tedio y ansiedad", dice Ben Walters, quien escribió sobre el show en el libro TV Classics para el British Film Institute. "El doble vínculo de estar atrapados en una situación horrenda que también te pueden quitar en cualquier momento."

En la descripción naturalista de la vida cotidiana en Wernham Hogg fue de gran ayuda la ausencia de risas grabadas, pero fue resaltada de manera magistral por el entonces innovador del formato "mockumentary", con los personajes conscientes de las cámaras con alguna mirada astuta o -en el caso de Brent- una sonrisa totalmente cursi. Aunque el formato ya anda dando vueltas desde hace tiempo, de manera notable en películas como This is Spinal Tap, The Office representó la primera oportunidad para que los televidentes la experimentaran.

"La conciencia de las cámaras llevó el factor de vergüenza ajena a otro nivel", dice Walters. "Cuando los tenés mirando a la lente, mirándote directamente... eso te empuja a la situación de un modo realmente incómodo". The Office marco la génesis de todo un nuevo género que llegó a conocerse como comedia cringe, y pocas cosas habían más vergonzantes que Brent enredándose en los nudos de la corrección política cuando se enfrentaba a un personaje no blanco o discapacitado. "Nos pareció interesante escribir sobre la hipocresía de la gente que se cree políticamente correcta, y la torpeza resultante cuando lo sobreactúan", explicó Gervais en su momento.

Brent podría haber sido lo que Walters llama "un ogro patético", pero a lo largo de dos temporadas y un par de especiales de Navidad, inició un camino de redención: el payaso trágico consiguiendo un indulto. Era importante: además de vergüenza había compasión. Pero para ver el verdadero corazón de The Office hay que buscar en el romance entre Tim y Dawn. 

"La narrativa tradicional de la sitcom es circular", dice Walters. "Hacia el final del episodio todos están donde empezaron. Pero en términos de la carrera de David Brent y el romance de Tim y Dawn, hubo un desarrollo." De hecho Richard Curtis, responsable de sitcoms como Blackadder y The vicar of Dibley, dijo de The Office: "Se puso mejor de maneras que ni esperaba... que tuviera dimensiones trágicas y románticas fue un shock."

"Planéabamos que tuviera un final feliz, pero queríamos que fuera a la vez conmovedor y optimista sin llegar a lo empalagoso", ha dicho Gervais, y Walters considera que el romance de Tim y Dawn fue innovador para las sitcoms de la época. "Estaban estas grandes sitcoms estadounidenses -especialmente Friends- en las que la trama romántica se había vuelto tan importante como la comedia", dice. "Y la conciencia de las cámaras agregó otra capa a ese flirteo de oficina, con las cámaras tomando cada pequeño gesto, cada toque en el hombro. Subió la vara, le dio más suspenso y efecto."

Con un total de solo 14 episodios -dos más que la igualmente truncada Fawlty Towers, con John Cleese-, The Office ha sido una influencia enormemente mayor que la del show con el ex Monty Python. Esto se debió en parte al gran éxito de la remake estadounidense, que se extendió por nueve temporadas y convirtió a Steve Carell en estrella, mientras que hubo cuatro intentos fracasados de llevar Fawlty Towers a un ambiente estadounidense. Desde entonces explotaron las discusiones sobre cuál de las dos versiones es la mejor, una discusión sin sentido que Gervais desvió en un reciente podcast, cuando se le preguntó cómo se sentía sobre las aseveraciones de que la versión de Estados Unidos era más grande y mejor. "Jodidamente rico", respondió: Gervais y Merchant fueron los productores ejecutivos de la remake, con una paga considerable.

Pero es el estilo mockumentary de The Office lo que probó ser más influyente, un estilo que puede verse en infinidad de series (las inglesas Come Fly With Me y This Country, las estadounidenses Modern Family, What We Do in the Shadows, Arrested Development, Parks and Recreation, entre otras) y que llevó a que el comediante David Baddiel se quejara de "esta idiota idea de que es la única clase de sitcom que debemos hacer". Pero si algunas otras volvieron sobre el clásico esquema de tener público en el estudio, el mockumentary llevó también a que un episodio de WandaVision (Disney+) fuera un pastiche de Modern Family y The Office.

Y todo esto tiene sus raíces en un gerente con barba candado con talento para el autoengaño. Si hay que buscar otra razón de la vigencia de The Office, considera Walters, es la de que su principal protagonista, con medio ojo en la cámara y una constante necesidad de afirmación, anticipó la cultura de las redes sociales. "David Brent fue un muy incipiente cultor de la creación de una narrativa y una autoimagen mientras era filmado", dice. "Estaba esta patética microcelebridad pero David la amaba, y aunque no era muy bueno en eso fue en realidad el futuro en el que ahora vivimos. En mayor o menor grado, todos tenemos un ojo atento a dónde está la cámara. Patético como era, desafortunadamente hoy la mayoría somos David Brent."

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.