Un nuevo aniversario de nuestra independencia se celebra y es el momento oportuno para comentar sobre el documento fundante de nuestra República: el Acta de la Independencia.
En ella ha quedado profundamente arraigado el deseo de emancipación a tal punto que fue redactada en castellano, quechua y aymara.
“Cai sumacc ancha camayocc San Miguel Tucmanmanta hatum llacctapi, waranccapusac pachacc chunca socctayocc watacc ccanchis quillacc isckon ppunchaynimpi…”
“En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de 1816…”
La versión quechua es del diputado por Charcas, José Mariano Serrano, secretario del Congreso.
Probablemente no se trata de una traducción del documento para ser divulgado entre la población indígena: estudios lingüísticos posibilitan deducir que fue pensado en lengua amerindia y luego, traducida al español. Si indagamos cual sería el sentido de que nuestros próceres se dirigieran a la población indígena en su propia lengua, encontraremos la explicación en el alto poder simbólico de dicha actitud, con el propósito de sumar a los pueblos originarios a las luchas por la independencia.
En el siglo XVIII el científico y perspicaz viajero, Alexander von Húmboldt observaba que «dondequiera que ha penetrado la lengua peruana, la esperanza de la restauración de los incas ha dejado huellas en la memoria de los indígenas que guardan recuerdo de su historia nacional»”.
El Acta original de 1816 desapareció. Lo que no ha desaparecido es el poder simbólico de la lengua y cultura quechua, asociadas a un pasado glorioso y a la rebelión contra la opresión de un sistema tiránico y humillante.
“Ari, hinatan jurani”
El “Sí, juro” de nuestros patriotas resuena en lengua quechua con exquisita claridad y perfección. Nos marcaron un camino, que aún hoy debemos seguir construyendo.
*Profesora de Lingüística Quichua