Compandémicos, camaraislades, vacunansioses, izquierdistantes, cumpadronados, militantes de la primera o de la segunda dosis, cuidadérrimos/as: es con todas ustedos y con todos nosotrus.

Hemos festejado, en el día de ayer, el Día de la Independencia, tal como lo hacemos cada 9 de julio, recordando aquel día de 1816 en el que los congresales de Tucumán afirmaron su deseo de no depender más de España, para, solamente una semana más tarde, afirmar que tampoco deseaban ninguna otra dominación extranjera. Por suerte, no existían los neoliberales, para quienes “dominación" se dice “inversión” (extraño diccionario el suyo), y tampoco existían los medios masivos enfermónicos® monopolíticos® y hegemoníacos®. Las ® se deben a que estamos viviendo tiempos muy competitivos, y en cualquier momento empiezan a cobrar por el uso de palabras.

Con el agua ya lo están haciendo, cotiza en Wall Street; con el aire ya hay películas que lo anuncian (El vengador del futuro, por ejemplo); luego vendrán las palabras y, como diría Bertolt Brecht, ya será tarde.

Puedo imaginar entonces a los medios de aquel entonces preguntándose cuántos maravedíes costó el viaje de los congresales, reclamando una cuantiosa indemnización para Fernando VII por haberle rescindido el contrato de servicios de virreinato luego de 40 años (el Virreinato del Río de la Plata se creó en 1776) y también para los ingleses porque… porque sí.

Seguramente, alguna “Patricia pero no patriótica” reclamará por los derechos de Beresford y Whitelocke, los comandantes que, con la maravillosa intención de hacer que dejásemos de estar aislados del mundo, nos invadieron sucesivamente, y nosotros, siempre populistas, los rechazamos una y otra vez. No solamente eso, en vez de venderles el aceite que con gusto hubieran comprado, se lo arrojamos gratuitamente. Peor que eso: invertimos leña en hacerlo hervir. Así nunca íbamos a crecer.

Digo esto porque, la verdad, me resulta algo extraño (pero es un hecho histórico) el “reclamo de privilegios disfrazados de derechos humanos” que suele registrarse en estos tiempos.

Entiendo que un derecho es algo para todos y todas (lo ejercerá quien lo necesite, pero la posibilidad la tienen todos); un privilegio, en cambio, es cuando hay alguna condición (racial, económica, sexual, por ejemplo) que determina que algunos tengan ese derecho, y otros no.

Están pendientes “les varades”, que salieron del país asumiendo los riesgos y reclaman ahora su derecho a volver (que lo tienen)... y que el Estado se haga cargo de facilitarlo. Ahí es donde se vuelve privilegio: cuando no se entiende que el límite a la entrada y salida no lo pone el Gobierno, sino la Covid, en alguna de sus cepas, y se embandera el reclamo más allá del riesgo de introducir el virus.

Van 205 años y la Independencia sigue siendo un largo y sinuoso camino. Tal vez algunos de los que ayer comieron locro y chocolate con churros, hoy, mañana, pasado o cualquiera de los otros 364 días, estén festejando el “Día de la Dependencia”, con interesantes ceremonias como “el endeudamiento” , la “cesión de nuestra soberanía” (no confundir con la “sesión” de psicoanálisis en la que los patriotas tendrían que elaborar la angustia que les produciría enfrentarse a España), el “arrodillamiento nacional”, por la tarde el envío de armas ilegales para “restablecer” la democracia donde ya estaba establecida (“¡y él no lo vio”, hubieran dicho Les Luthiers); y por la noche el “te-deum”, que no se trata en este caso de una ceremonia religiosa (o sí, pero de otra religión), sino de “dar todo" … a quienes ya lo tienen todo.

Y para que no digan que no los tenemos en cuenta, desde esta humilde columna les regalamos una marcha-canción hecha especialmente para que ellas, ellos y elles la canten (lamentablemente, no la pudimos traducir al cipayés, pero sospecho que conseguirán quien lo haga por unas pocas rupias).

Día de la Dependencia (marchosa)

El mundo está complicado / Y eso, siendo generoso

Pues sin ser desubicado / Diría que está asqueroso

Que tenemos un imperio / Invisible, pero real

Que maneja a su criterio / A toda la humanidad.

Nuestra clase poderosa / Siempre sabe lo que hacer

Cuando pasa cualquier cosa / No nos quieren defender

Sin un poco de vergüenza / Con fake news y con law-fare

A la horrible dependencia / la celebran por doquier.

Banderas en los balcones / Discursos en las escuelas

Pancartas en los camiones / Y flyers en las pelelas

Con reuniones y con misas / Celebran la dependencia

Y a la condición sumisa / Le cantan con elocuencia:

“¡Día de la Dependencia, / Día de la Sumisión

Día de la Obsecuencia, / Día de la Recesión

Día de la Complacencia / Y de la Resignación

Día de la Indiferencia, / ¡Te cantamos tu canción!”.

Etceterxit.

Sugiero al lector acompañar esta nota con el video “Especial Día de la Independencia” (Sigilo, episodio 2), de RS Positivo (Rudy-Sanz), a través del canal de YouTube de los autores, al que también se podrán suscribir y aportar, si os place.