El domingo 4 de julio el vocero oficial del Vaticano, Matteo Bruni, sorprendió al mundo anunciando en un comunicado que el papa Francisco había sido internado en el Policlínico Gemelli de Roma para ser sometido a una “intervención programada” debido a “una estenosis diverticular grave con signos de diverticulitis esclerosante”. La operación de Jorge Bergoglio, de 84 años, requirió anestesia total y todos los informes oficiales posteriores hablan de una evolución favorable de la salud del pontífice. Los pocos detalles referidos públicamente señalan un leve estado febril de Francisco tras la operación y también da cuenta de los resultados negativos de una tomografía computarizada (TAC) de tórax-abdomen y de otros estudios complementarios realizados para descartar una posibilidad de cáncer.
Durante la semana Bruni reiteró en más de una ocasión que el curso postoperatorio es bueno y positivo y solo comentó que Francisco comenzó a comer liviano, se mueve del sillón a la cama, se levanta y camina con la ayuda de dos enfermeras. El único que da información sobre el tema es el portavoz oficial. Ni el centro hospitalario, ni el médico Sergio Alfieri, que comandó el equipo, ni ninguno de los profesionales que participaron de la operación han dicho una palabra. La información oficial habla de una recuperación normal para un hombre de su edad, a pesar de lo cual, los rumores y las especulaciones respecto de la salud del pontífice no dejaron de circular, sin que el Vaticano les preste mayor atención o haya salido a desmentirlas.
Como ya es tradicional en el Vaticano, en esta ocasión como en las de pontificados anteriores, la salud de los papas es una cuestión de estado sobre la que se ponen máximos cuidados y se guarda la mayor reserva. Pero si esta es la práctica habitual en Roma respecto de la salud pontificia, en el caso de Francisco ello adquiere todavía mayor relevancia por el estilo de Bergoglio. Siendo cardenal arzobispo de Buenos Aires el ahora Papa siempre mantuvo reserva sobre su vida privada y esa decisión persiste, aún con mayor énfasis, desde que se instaló en la Santa Sede. El Papa, dicen sus más allegados, rechaza totalmente la idea de que su internación se transforme en un “espectáculo” para las audiencias de todo el mundo. Por ese motivo –agregan- la intervención quirúrgica no fue anunciada con anterioridad a pesar de estar “programada”.
Pocos minutos antes de ser trasladado al Policlínico Gemelli donde lo intervinieron Francisco había pronunciado el Ángelus dominical y en la oportunidad el único anuncio que realizó fue el de su próximo viaje en septiembre a Budapest y Eslovaquia. Ni una palabra sobre la operación a la que sería sometido horas después. Apenas terminó un auto lo condujo hasta el centro médico donde lo operaron.
Fue esta la segunda vez en su vida que Bergoglio recibe una anestesia general. La primera ocurrió en Buenos Aires, hace 65 años, para una cirugía en el pulmón derecho. Francisco –según afirman en su entorno- no tiene serios problemas de salud. Sufre dolores propios de su edad, padece de ciática y hace dos años fue operado de cataratas en la vista. La ocurrida esta semana es la primera hospitalización de Francisco desde que el 13 de marzo del 2013 asumiera como máxima autoridad de la Iglesia Católica. La ciática es la que lo obligó en varias ocasiones durante los últimos meses del año anterior y comienzos de éste a ser reemplazado por el cardenal Giovanni Battista Re o por el Secretario de Estado, Pietro Parolin, en algunas celebraciones en la Basílica de San Pedro que son habitualmente presididas por el pontífice.
En general, la salud del Papa no es tema ni motivo de preocupación, aunque algunos han advertido sobre la agenda recargada de Bergoglio y también sobre la exigencia física que le demandan los viajes. Sobre esto Francisco solo aludió a su “cansancio” en diálogo con los periodistas en el vuelo de regreso a Roma después de su reciente visita a Irak.
No obstante la pretensión de Francisco de mantener la mayor reserva respecto de la operación a la fue sometido, además de las especulaciones lanzadas por medios y periodistas, también hubo una catarata de reacciones que fueron desde las conferencias episcopales de todo el mundo, hasta miles de fieles que se manifestaron enviando mensajes y sumando oraciones por la salud de Bergoglio. El Papa respondió con un texto breve enviado a través de las redes sociales diciendo que ““estoy conmovido por los mensajes y el cariño recibido en los últimos días. A todos agradezco su proximidad”.