* El gobierno del presidente Mauricio Macri apoyó políticamente al golpe de Estado contra Evo Morales. Se apuró a reconocer en cuestión de horas a la presidenta de facto Jeanine Añez. Calló respecto de masacres consumadas por la usurpadora. Se alineó como siempre, con Estados Unidos y su vasto núcleo de aliados en nuestra región: Colombia, Ecuador, Brasil en ese momento, la sumisa Organización de Estados Americanos (OEA).
* Macri se negó a recibir en la Argentina al presidente Evo Morales y a su vice Alvaro García Linera cuyas vidas y libertades estaban en riesgo. Lo reconoce y subraya por escrito el entonces embajador argentino en La Paz, Normando Alvarez García quien refirió haber gestionado, infructuosamente ante funcionarios argentinos “que el avión de Evo Morales pudiera aterrizar en Argentina”. Alvarez García deja constancia: él sabía que sus superiores pensaban distinto.
* El presidente Alberto Fernández, electo pero sin asumir, organizó el rescate cooperando con su par mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Evo y García Linera viajaron a México y más tarde Alberto Fernández le concedió asilo político.
*En noviembre de 2019 con el golpe en pleno desarrollo un avión de la Fuerza Aérea Argentina trasladó a La Paz personal de Gendarmería pertrechado con armas, supuestamente para proteger la embajada nacional y la residencia del embajador. Viajaron gendarmes del especializado Grupo Alacrán con expertise bélica pero no capacitado para acciones antidisturbios según informa el ministerio de Seguridad. Las armas no volvieron nunca a suelo patrio. Los Alacranes declararon haberlas gastado en entrenamientos.
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Certezas y desmentidas tibias: Los datos son rotundos. Ex integrantes del equipazo de Macri desmienten los sucedidos… ma non troppo. Más bien se cubren las propias espaldas, por separado.
El ex ministro de Defensa Oscar Aguad reconoce el vuelo pero aclara que la Gendarmería no estaba bajo su mando. Por una vez es veraz pero omite explicar por qué facilitó el avión militar que, pongámosle, no es un Uber abierto a cualquier pasajero.
Alguien se lo pidió (teléfono para Patricia Bullrich quien desgrana generalidades)… se trata de una misión oficial, no de una gauchada. Trasladar armas impone una serie de recaudos legales sobre todo después del escándalo por la venta ilegal a Croacia y Ecuador en la etapa menemista. Las exigencias se incrementan cuando el material se lleva a otro Estado. Las normas nacionales e internacionales estipulan protocolos estrictos, documentados, deben dejar trazado burocrático. Un procedimiento regular implicaría a varias reparticiones públicas. La ministra de Seguridad, Sabina Frederic pidió informes a varias, de modo veloz pero no instantáneo. Se están cursando.
* El ex Canciller Jorge Faurie la tiene más sencilla, al principio. Su cartera no maneja cartuchos, invoca. Tal cual… pero seguramente debe tener constancia sobre legaciones amenazadas, desembarco de fuerzas de seguridad, arribo de arsenales.
* El original de la nota del ex comandante de la Fuerza Aérea boliviana Gonzalo Terceros figura en los registros de la embajada argentina. Lo corrobora un asiento informático. Terceros desmiente haber firmado el documento. Es acusado, se defiende, propone una pericia caligráfica. Mentiroso serial, su versión sobre el golpe fue hecha trizas por García Linera en un artículo publicado en La Razón.
* El exembajador Alvarez García niega haber recibido la carta. Alvarez García revista como ministro de Trabajo del gobernador jujeño Gerardo Morales. Su trayectoria no debería ser simplificada. Es radical, tiene un hermano desaparecido, militó para que hubiera memoria, verdad, justicia y juicio a los represores condenados recientemente. Fuentes argentinas y bolivianas concuerdan: actuó con diligencia y solidaridad con personas que se refugiaron en la Embajada. Los recibió y ayudó a salir del país. A la vez, es funcionario y aliado de Gerardo Morales, enemigo declarado de Evo y carcelero de Milagro Sala. Nadie es un estereotipo…
* Las autoridades bolivianas aseguran que la famosa nota consta recibida por el Agregado naval argentino, no por el embajador. El Palacio San Martín no emitió información oficial al respecto. Esas evidencias, entre tantas, deben ser verificadas.
Se pesquisan responsabilidades burocráticas, políticas y penales. Para las últimas, rige la presunción de inocencia.
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Los motivos de la coherencia: Alguien desprevenido podría preguntarse si es lógico tanto despliegue de Macri y su elenco, derrotados en las elecciones. Claro que sí. Estaban a punto de salir de la Casa Rosada y dependencias pero no de abandonar la política. Quedaban como fuerza opositora fuerte en Diputados, con gobernaciones e intendencias. Conservar aliados estratégicos fungía como imperativo. Había que regar las plantitas: la relación privilegiada de Bullrich con la DEA, de todo el macrismo con los republicanos estadounidenses y la derecha global. Donald Trump presidía Estados Unidos, su futura derrota era una virtualidad, no la más posible.
Internamente, es conspicua y tremenda la relación de Patricia Bullrich con Gendarmería. Los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel llevan su marca, fueron precedidos por represiones brutales, ordenadas desde el gobierno nacional.
Opaca es, por decirlo con ternura, la trayectoria de Aguad en gestión pública. Salpicada por denuncias graves la intervención federal en Corrientes. Nefasta la actuación en el naufragio del submarino ARA San Juan, enchastrada por mentiras y espionaje a los familiares de las víctimas.
En las inminencias del traspaso de mando presidencial. Aguad atravesó un ataque de hiperquinesis. Se manifestó entre otras facetas en intentos de transferir inmuebles de dominio público para promover “desarrollo inmobiliario”, un clásico cambiemita. Procuró ceder un Cuartel Histórico en la costanera correntina a la municipalidad gobernada por Cambiemos. Quiso hacer lo propio con Los Polvorines de la ciudad entrerriana Crespo, de administración radical. Promovió la mudanza acelerada del Comando de Ciberdefensa (un edificio bien moderno y bien equipado, en Puerto Madero) a un inmueble vacío en Villa Martelli, Buenos Aires, desoyendo la objeción de los altos mandos militares.
Algunas movidas no pudieron concretarse por falta de tiempo, la gestión de Alberto Fernández dejó otras sin efecto.
La urgencia de Aguad hace sistema con su conducta en Bolivia y las vaguedades que enuncia.
Los exfuncionarios cambiemitas, con Faurie a la cabeza, se endulzan y alegan una gran empatía con Evo Morales durante el gobierno de Macri. Jamás fue así y menos cuando estalló el golpe de Estado. Evo siempre estuvo en la mira del Departamento de Estado, lo accesorio (Juntos por el Cambio) sigue a lo principal. Vamos a un breve repaso histórico.
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De cocalero a presidente: Corría el año 2005: estaba por partir del tren del ALBA, rumbo a la Cumbre de las Américas en Mar del Plata. Se esperaba a Maradona, los movileros de la tele hacían tiempo, mostrando corrillos de viajeros que vitoreaban a Diego. Uno de ellos deslizó “no hay personas conocidas, todos estamos pendientes de Maradona”. A su lado, Evo Morales sonreía y coreaba “Olé, Olé…”, Acá no era muy conocido.
- En otras latitudes y esferas sí llamaba la atención. Funcionarios y dirigentes yanquis lo demonizaban, describiéndolo como narcotraficante cuando era en realidad un campesino cocalero y un dirigente popular. En el Departamento de Estado alucinaban: si ese indio llegaba a la presidencia estallaría una guerra civil con otros pueblos originarios. Colegas argentinos y brasileños, funcionarios de Lula da Silva y Néstor Kirchner, replicaban. “La gobernabilidad de Bolivia nos interesa a nosotros más que nadie. Una guerra civil o persecuciones engendraría problemas como países limítrofes, acaso migraciones masivas…”. Los gringos no atendían razones, una cuota de racismo o discriminación acentuaba sus recelos.
En los comicios que ungieron por primera vez a Evo Morales Kirchner reiteró una práctica incorporada en la elección presidencial que ganó Tabaré Vázquez. Reconocimiento de derechos para los migrantes de naciones hermanas y vecinas que querían votar en sus patrias: licencias pagas, facilidades para comprar pasajes. El éxito de Evo se celebró en calles y plazas argentinas, también.
Una escalada violenta de la rosca boliviana sucedida en 2008 fue respondida de modo veloz y unánime por la Cumbre de UNASUR celebrada en Santiago de Chile. Su presidenta Michelle Bachelet y la argentina Cristina Fernández de Kirchner rayaron alto. El dinamismo de la réplica contribuyó a evitar más derramamientos de sangre y contener a los golpistas.
Las administraciones kirchneristas cooperaron con Morales y viceversa. El líder boliviano sorprendió a sus aliados tempranos: creían en él pero jamás imaginaron que comandara tantos años de gobernabilidad, crecimiento, redistribución de riqueza y de derechos. Por algo el MAS se revalidó en las urnas tras haber sido depuesto, perseguido, vilipendiado, humilladas sus bases sociales, proscripto su líder.
Alberto Fernández contribuyó a esa hazaña mediante el salvataje concertado con AMLO. Prolongó una buena tradición comenzada años antes.
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Historia, escándalos, política, delito: Redondeamos aún a costa de repetirnos un poquito. Los procesos históricos importan y gravitan más que los escándalos o los presuntos delitos. Estos deben investigarse, juzgarse con todas las garantías. Como regla general nadie debe ser encarcelado sin condena previa. La “doctrina Irurzun” --nefasta creación macrista para perseguir a sus rivales políticos-- tiene que ser desterrada, daña a la democracia pensar en reiterarla como represalia o vendetta.
Las responsabilidades públicas corren más rápido. Macri y sus acólitos convalidaron el golpe en Bolivia, fingieron ceguera ante los crímenes, apoyaron a los golpistas. Desampararon a Evo Morales y García Linera contra las mejores tradiciones argentinas de acogida. Hicieron lo que estaba a su alcance para que fueran apresados sin ápice de tolerancia o humanismo.
Tales conductas, señaladas en su momento, están grabadas en la piedra y en la memoria. Definen la catadura ética y la calidad institucional de la plana mayor cambiemita.
El escándalo que nos ocupa, las acusaciones que van surgiendo, son verosímiles. Todo indica que reales. Se pesquisará, se tramitarán pruebas, se hurgarán archivos. De cualquier modo, persiste el juicio histórico.
Con sentido practicón se escuchan voces que subrayan que estas cuestiones no le interesan a “la gente”. Que no incidirán en el veredicto popular de noviembre. Este cronista opina de modo parecido. Supone que la mayoría de los argentinos tendrá en cuenta otras variables, que pensará más en sus propios intereses que en la política internacional; en el duro presente y el impreciso porvenir que en el pasado. Pero esa verdad no priva de entidad a los hechos que, mientras ocurren, venimos comentando.
El comunicólogo y académico Martín Becerra lo expresó bien en su cuenta de Twitter @aracalacana “Que tenga poca o nula traducción electoral no hace menos trascendente el apoyo con armas del gobierno argentino de Macri al gobierno de facto de Bolivia. A veces el cinismo de lxs realpolitikers les quema el cosito de la perspectiva”.
Tal cual.