Por apenas una letra, Victoria Birchner no comparte apellido con Néstor Kirchner. "¡Pero mi abuelo se llama Néstor!”, se ríe, absolutamente complacida con la analogía. Es que ella canta, pero además lo hace con mucha convicción. Y en absoluta línea con aquel paso sin vuelta atrás que marcó Mercedes Sosa con discos clave como Yo no canto por cantar o Canciones con fundamento, y que tiene en Teresa Parodi a una especie de puente entre la Negra y las nuevas camadas. A conciencia fue pues que Birchner decidió abrir Que suene a Victoria, su nuevo y excelente disco, con una pieza al tono concebida por la correntina: “La canción es urgente”. “Este tema resume lo que es para mí el canto, y la música”, sentencia Birchner. “Sea cual fuese el momento histórico, político o social, la canción será urgente porque siempre será 'la hora del pueblo, la hora del grito'; siempre será buen momento para romper silencios y también el modo de salir adelante será colectivamente. Por todo esto, mi disco empieza con esta canción que es como un abrazo de esos bien apretados”.
Que suene a Victoria es el segundo disco de esta fina y poderosa cantora santafesina que no solo se dio el lujo de contar con las participaciones de la misma Parodi en la canción citada, sino también de la venezolana Cecilia Todd, en “Cuando la mar, la mar” (tema de Henry Martínez), y de su pareja Franco Luciani, a quien hizo tocar el bombo legüero en una atildada versión de “Para cantar he nacido”. “¡Me encanta verlo tocar el bombo!”, ríe Birchner. “Además de disfrutar de cómo toca, me gusta ver cómo disfruta de hacerlo, en este caso en uno de los temas que yo cantaba en mi infancia a modo de juego y que me representa desde siempre, porque cantarlo me da nostalgia al mismo tiempo que me hace sentir poderosa”.
-¿Cómo se retroalimentan humana y musicalmente con Franco?
-Somos muy compañeros desde el comienzo de nuestra relación. Nos compartimos todo y por supuesto la música no queda a un lado. Los nuevos proyectos, las nuevas canciones, ideas y grabaciones: todo pasa por el otro antes de salir a la luz. Aprendemos mucho juntos. Lo admiro.
Birchner nació en Rafaela, Santa Fe, pasó su infancia en Córdoba, y de vuelta al pago empezó a tomar clases de canto. Primero le dio por el tango, después se enamoró de la trova rosarina mientras ya estudiaba canto lírico en la Universidad Nacional de Rosario, hasta que -ya radicada allí- desembocó en el amor de su vida: las músicas de raíz folklórica. “Mientras descubría esas enormes obras clásicas, siempre tomé clases de canto de manera particular, y nunca dejé de cantar música popular que era en verdad lo que me gustaba”, admite. Y así se traduce en Memoria del viento, disco debut que contó con las rutilantes presencias de Jorge Fandermole, Juan Falú, Ángela Irene y el mismo Luciani. “Como nunca pienso que un lugar es el definitivo para vivir, tenía en mente alguna vez seguir camino en Buenos Aires, aunque debo reconocer que el amor hizo que ese momento se adelante”, cuenta.
-Seis años pasaron entre un disco y otro. ¿Hay vestigios del primero en este más reciente?
-Si bien la sonoridad es distinta en uno y otro, siento que a la vez están unidos por la misma columna vertebral: la de contar cantando. Pienso a la música como una herramienta más de comunicación, como un espacio más de reflexión y como una vidriera de todos los tiempos. Además, tiene el poder de embellecer hasta lo más duro y llegar a lo más profundo para hacernos pensar, emocionar y transformarnos. Todas las sociedades necesitan que el arte aborde los temas que convocan según la época y esta es la responsabilidad que asumo, porque esos temas que incomodan son parte de nuestra realidad y la música no puede escapar de ella.
-Como “Damiana Aché”, pieza en la que confluyen la letra de Teresa Parodi con la música de Franco Luciani, y que vos fuiste la primera en grabar.
-Sí, Teresa y Franco terminaron definiéndola una noche de cena compartida en casa, antes de la pandemia. Claro que grabar un tema inédito es un desafío y representa una responsabilidad enorme para mí. Por eso fui armando mi versión, atendiendo las observaciones de Franco y Teresa, hasta que fuimos al estudio.
-Muy fuerte la historia de este tema. Habrá sido duro ponerle voz a esa vida torturada, convertida en estudio científico, como el de tantos otros casos indígenas en épocas positivistas.
-Sí, muy triste, porque Damiana fue una niña de la comunidad Aché, de la selva paraguaya, que fue tomada como material de estudio en vida y luego también su cuerpo. Es una historia tremendamente triste, sí, aunque sopesa que la letra se centra en el momento del reencuentro de su cuerpo con su comunidad, algo que sucedió hace algunos años, después de mucho tiempo de reclamos y lucha. Y yo celebro que compositores de este tiempo sigan contando las duras realidades de los pueblos originarios.