La semana pintó servida para deleitarse con traspiés y subrayados del grueso opositor.
No es tan así, y aunque lo fuera vale interrogar si acaso esos aspectos son de interés masivo.
Sin embargo, como ayer lo señaló aquí Mario Wainfeld, aun coincidiendo con que esos temas no le interesan a “la gente”, tampoco cabe restarles entidad.
El affaire que involucra al gobierno de Macri porque habría apoyado con material represivo a los golpistas bolivianos es de una magnitud impactante. Pero de ningún modo sorprende a cualquiera que no habite en una burbuja.
De igual manera, lo expresado en la manifestación de “el campo”, y en los habituales y disminuidos marchantes alrededor del Obelisco, es, nada menos pero nada más, ratificatorio del único eje que traza el dueto entre figuras oposicionistas y editorialistas mediáticos. O un trío, si se prefiere, al sumar las voces de los hombres de negocios y negociados del establishment. Se acepta también el cuarteto, de agregarle un gran segmento de la familia judicial.
El artículo de Jorge Alemán en este diario, “Odio”, generó una repercusión cuyo sentido se amplificó al ser abordado también por el jefe de Gabinete bonaerense, Carlos Bianco.
Alemán recuerda que el odio amalgama a distintos seres que se desresponsabilizan de ellos mismos, en repulsa a un objeto exterior que existe sólo como blanco de las imputaciones. Y advierte que ni siquiera las derechas europeas radicalizadas alcanzaron el extremo de permitirse odiar a su propia Nación.
Es la frase capusottiana acerca de que la derecha argentina se siente dueña de un país que detesta.
La gran pregunta es cómo se hace políticamente para enfrentar a ese sentimiento.
El odio llega ser tan cohesionante porque libera de culpas en base a argumentos de un rudimentarismo ojalá inconcebible, anclado en los rechazos viscerales, xenófobos, principal o finalmente claro que ideológicos.
Estaría claro que no tiene destino pretender una respuesta contra ese núcleo duro compuesto por la derecha institucional, más la “intuitiva” manifestada a través de los ciudadanos sensibles al republicanismo que jamás les importó, junto con lo imperioso de reprimir cuanto moleste a sus intereses (que no sus necesidades pecuniarias).
Entonces, el tema seguiría siendo de qué forma se trabaja con esa parte decisiva de la sociedad que bien se define como flotante y no sólo en sus saltos electorales.
Ya se ha dicho, remarcado por absolutamente todas las encuestas públicas y reservadas, a un lado y otro, que una alta porción de ese sector está sumida en desencanto creciente.
Y tiene el agravante de que esa decepción abarca a las franjas más jóvenes.
Es probable que deban ponérsele unas cuantas fichas a la capacidad movilizatoria de la coalición panperonista, hasta ahora sujetada por la pandemia y -acentuado el quizás- en aptitud de ser retomada, por la confianza vacunatoria, en los próximos meses.
Pero eso no variaría que el detrás de volver a ganar la calle debe tener en la vanguardia un qué, un imaginario de futuro, un relato esperanzador aun a costa de riesgos y sacrificios, ampliamente convocantes. Y poniendo plata en el bolsillo de “la gente”, para lo cual no hay otra fórmula que afectar poderes verdaderos.
Por caso, o en primer término, el ahorcamiento bestial que los cambiemitas le heredaron al país con el Fondo Monetario no resistirá (mucho) más su etapa de definiciones.
Y por eso, el discurso de Máximo Kirchner en Diputados, el jueves, cerrando la sesión, tiene una enormidad conceptual que llegó al tamaño de haber descolocado a una oposición siempre presta a la crítica salvaje.
Aunque en lo noticioso ya parezca viejo, y los tramos centrales estén a mano de cualquier miembro de la progresía intelectual o militante que apoya al Gobierno, sirve reproducirlos textual y literalmente por lo espectacular de su potencia.
“Tuvimos que esperar a que una revista extranjera validara una vacuna. Esto habla de la falta de autoestima de nuestro país. Tenemos que tener más autoestima. Buscamos siempre la validación afuera, y no confiar en nuestra propia experiencia. Cuando no escuchamos nuestra propia experiencia como pueblo, terminamos, siempre, siendo juguetes de las circunstancias. Yo no quiero un país que sea juguete de las circunstancias o que tenga que ceder a los caprichos de los laboratorios extranjeros que, con muchísima mezquindad, buscan siempre doblarle el brazo al Gobierno. Y también a este Congreso, que votó una ley de vacunas como la que votó. Y no hubo un laboratorio, ni europeo, ni asiático, que pusiera algún ‘pero’ a la hora de poder negociar con la Argentina”.
Siguió Kirchner: “Cuando pasan este tipo de cosas uno se pregunta: si así le fue de bien a este laboratorio, con todo el eco que generó en parte de la política argentina, ¿cómo nos va a ir con el FMI? Porque muchas de las cosas que dicen varios colegas opositores son ciertas. ¿Cómo vamos a hacer para exportar más, para producir más? ¿Cómo vamos a hacer con el FMI? Porque si un laboratorio nos obligó a cambiar todo el andamiaje, ¿cómo vamos a hacer con el FMI? ¿Cómo vamos a hacer para compatibilizar el desarrollo argentino y la inversión que necesita nuestra industria, que en una parte necesita ser protegida y en otra promovida? Entonces nos responden: esto es geopolítica. Los rusos, los chinos... están jugando al TEG todo el día”.
Y remató, Kirchner, al refutar las críticas opositoras sobre las presuntas preferencias del Gobierno a estrechar lazos con Rusia y China, en detrimento de otros países, en materia de provisión de vacunas: el Estado destinó 10 mil millones de pesos en medicamentos del laboratorio norteamericano Pfizer para el PAMI. “¿Saben cuánto le compramos al instituto Gamaleya o a Sinopharm? Cero”.
En verdad, no se cambió todo el andamiaje de provisión de vacunas.
Cuando el Presidente hizo referencia al asunto, el viernes, en Tucumán, apuntó precisamente allí.
Sin ir más lejos, este domingo se firmó el contrato con Moderna, por el que Argentina accederá a dosis habilitadas para uso pediátrico aunque, como con Sinopharm, falten autorizaciones que se producirán en breve. Eso es gracias al marco normativo que actualizó el decreto presidencial.
Son más, y más, y más vacunas conseguidas por el gobierno argentino con una variedad de la que carecen, incluso, algunos países desarrollados.
Lo que corrobora el discurso de Kirchner es la línea trazada por CFK la semana anterior, mientras -seamos repetitivos- el interés se concentraba en su alusión a un rapero muy considerable: si vamos a hablar en serio de cuestiones determinantes, hablemos de cómo se hará no para zafar momentáneamente, sino a fines orgánicos, de la tragedia que Macri dejó con el Fondo Monetario.
Quedaría fuera de duda que no habrá acuerdo con el organismo antes de las elecciones y que después, resulte vencedor o complicado el Frente de Todos, caerán las exigencias invariables de ajuste fiscal, flexibilización laboral e ítems restantes del abecedario acreedor.
Nadie, seriamente, puede imaginarse que el FMI ha cambiado en modo sustantivo su raíz condicionante, así se trate de que jamás algún país le debió tanta plata.
¿Cómo emprenderá el Gobierno semejante desafío? ¿A alguien se le ocurre que podría confiar en una responsabilidad opositora de unidad nacional para afrontarlo?
Por si pareciera accesorio respecto de haber interpelado no sólo a la oposición, a su propio gobierno, las palabras de Kirchner en Diputados fueron una destacada pieza retórica.
¿Éste era el boludo que gracias si sabe jugar con la playstation?
Quien quiera escuchar, que escuche.