Javier Bustos recuerda un taller de Jorge Crowe en el CCEBA, en 2011, como crucial en su relación con la electrónica lúdica, además de como oportunidad de ligarse con otros retorcedores de la frecuencia de onda: “Ahí conocí a todos: Maia Koenig, Cristian Martínez (Norman Bates), Mateo de Yaeltex. Cada uno venía con sus historias, y fue un buen lugar de encuentro”. La suya era una de curiosidad, disección de objetos y resistencia a deshacerse de ellos. De hecho, su proyecto Aerodrones, que presentará en el ciclo Oid Nos del Centro de Arte Sonoro, fue una respuesta a esa tendencia: “Podría haber sido algo más electrónico, controlado con Arduino, pero en esa época mi hijo cumplió un año y en casa hubo una revolución de cotillón. Sobró gran cantidad de globos y rescaté del suelo cada pedacito de látex que encontré”.
Aerodrones surgió como una intervención sonora de la instalación Lugar otro, de Ana Giura y Carolina Herman, un espacio interactivo donde el público trepaba por redes de anillos hechos con mangueras. “Empecé a investigar los materiales y llegué a los resonadores de las bocinas de barcos y trenes, traté con materiales más y menos rígidos para la membrana, hasta que probé los globos y encontré que, al ser flexibles, no tiraban esa onda cuadrada de los plásticos duros. Era un sonido más sinusoidal y amable. Lo combiné con una manguera corta y luego otras más largas hasta dar con esos graves, y ahí la flashé”, explica Javier, que tuvo los dúos de impro Bustos-Domecq y Bustos + Galay, el trío Barbados, o su más reciente Cuarteto #2 para Sillas Autónomas.
Lo magistral del sonido de este impensado instrumento radica en su estructura, de cerca de 30 mangueras con resonadores, en dos secciones: una de graves y otra más amplia. Javier acciona la primera con un pedal fuelle por el que inyecta aire y la segunda apretando globos. “Antes de la performance, los inflo todos, los pongo en cada resonador y libero el aire acumulado.” Con eso logra una polifonía que otros instrumentos de viento no tienen: “Puedo activar todos a la vez y es un delirio de sonido. Suena muy fuerte. Hacen unas oscilaciones buenísimas y pasa algo muy extraño: se empiezan a formar acordes, las notas entran en simpatía aunque no tengan nada que ver”.