Cada nueva puesta en escena de Los chicos de la banda constituye un acontecimiento. Desde su estreno en 1968 en el Off Broadway, la obra escrita por Mart Crowley no ha dejado de generar amores y odios y suscitar críticas a favor y en contra de crítica y público. Quizás como ninguna otra, fue elogiada y despreciada por partes iguales y calificada tan pronto defensora de los derechos gay y homofóbica. Una demostración de esta afirmación es que la versión local de 1970 llamada “Extraño clan”- protagonizada por Alberto Argibay, Gianni Lunadei y José María Langlais- fue igualmente censurada por el ultramontano gobierno militar como repudiada por el Grupo Eros del Frente de Liberación Homosexual.

Los partidarios de la obra rescatan la audacia para su tiempo y el hecho de que, por primera vez, apareció representada de manera humana la subcultura gay urbana y los gays no terminaban muertos o en la cárcel. Para éstos, el escándalo que suscitó entre el público mojigato y represor anterior a Stonewall habla por sí sola de sus méritos.

Para los detractores, la obra es patética o excesivamente melodramática y los personajes, una acumulación de estereotipos que refuerzan viejos prejuicios de que todos los gays son afeminados, promiscuos, culpógenos, drogones, alcohólicos, acomplejados, frívolos o traficantes de carne humana -capaces de regalar una persona como si fuese mercancía -. También parece reafirmar que las existencias homosexuales son necesariamente una suma de desgracias.

Lo cierto es que la historia de un grupo de amigos gays que se reúnen para celebrar el cumpleaños de uno de ellos -al que se suma un taxi boys y un gay “reconvertido”- y que, avanzada la fiesta juegan a una variación de “verdad-consecuencia” parece habilitar multiplicidad de lecturas. De manera excesiva, la versión original parecía querer abarcar todos los universos e identidades posibles: un católico, un judío, un negro, una loca, un heterosexual dudoso bastante afrancesado, un matrimonio de gays en problemas, algunos conchetos, otros pobres, algunos yuppies y otros bohemios… La fórmula fue efectiva: en New York durante las décadas del ’60 y ´70, ir a ver La banda de los muchachos era un ritual de la comunidad gay.

Más moderada y aggiornada al siglo XXI, con un desfile estético de cuerpos musculados, una gran dosis de humor marica y frases memorables, La fiesta de los chicos sigue siendo una buena opción para divertirse -y también para pensar- en una salida grupal. Por más que algunas cuestiones y problemáticas del texto teatral parecen haberse quedado en el tiempo o suenen anticuadas, hechos recientes como el asesinato de Samuel Luiz dan cuenta de que las vidas gays aún pueden ser precarias, de que hay demasiadas luchas por librar y de que, aunque parezcan conquistados los derechos son siempre provisorios y hay que militarlos.

Con actuaciones particularmente destacables de Fer Dente, Santiago Pedrero (con guiños a “Tadeo”, aquel personaje de Verano del ’98 que hizo historia al erigirse como primer personaje gay de un ciclo televisivo adolescente), Nicolás Di Paggio (muy gracioso en el rol de la loca Emory) y Sergio Surraco, la adaptación local intenta responder a algunas demandas y reproches históricos. Así, el católico Michael (Fer Dente) va a misa a expiar sus culpas eróticas, pero también con la intención de “levantar” a otro pecador trasnochado; Larry (como siempre un efectivo Tomás Fonzi) en lugar de prometerle a su marido Hank (sorprendente interpretación de Nicolas Di Paggio) que va a hacer un esfuerzo por intentar serle fiel hace una defensa de la libertad sexual y el poliamor. De esa y otras maneras, el tono general de todos los personajes es menos plañidero, tenso y conflictuado y más concupiscente y orgulloso que en el texto referente.

Con más de mil representaciones en el mundo y una cantidad semejante de adeptos y retractores, La fiesta de los chicos revive un mito bajo la lupa de un siglo en el que conviven contradictoriamente la expansión de derechos y los crímenes de odio.


La fiesta de los chicos de Mart Crowley. dirigida por Ricky Pashkus. Con Fer Dente, Sergio Surraco, Nicolás Riera, Tupac Larriera, Tomás Fonzi, Agustín Suárez, Nicolás Di Pace, Santiago Pedrero, Teatro Astral. Corrientes 1639. Funciones: viernes 21: 30; sábados 21;45 y domingos 20 hs.