Hoy, 14 de julio, a 232 años exactos de la toma de la Bastilla que terminó con la monarquía absoluta e inauguró una nueva era de la Modernidad, cabe recordar que fue un rey francés, Luis XIV, quien fundó la Académie Royale de Danse. Y que fue otro francés, el versallés Pierre Beauchamp, el creador de las 5 posiciones de ballet cuyos nombres se siguen diciendo en su idioma en todo el mundo. Esto contó Susana García, a cargo de las actividades culturales de la Alianza Francesa de Rosario, el 2 de julio por Instagram en la inauguración virtual de Homenaje. Pasos de danza.
El ballet clásico tiene sus detalles secretos, sus códigos y su magia, inimaginables para los no iniciados. Uno de ellos es que nadie tira sus zapatillas de baile. Quien haya bailado alguna vez, las atesora. (Además son carísimas). Las puntas y medias puntas, como se las conoce en el ambiente de la danza, constituyen memoria material cargada de vida y de recuerdos. Desde el 2 de julio hasta el 2 de agosto, en la Alianza Francesa de Rosario (San Luis 846) se abre una puerta a ese mundo. Con curaduría de Griselda Di Liscia y Ana Fiori, la exposición multidisciplinaria Homenaje. Pasos de danza reúne poesía, música, fotografía y vestuario en torno a una instalación interactiva de objetos y palabras que surgió de una propuesta simple: convocar por Instagram a bailarinas y bailarines de todo el país a que traigan (y sigan trayendo) sus zapatillas de danza.
Reunieron inicialmente unas doscientas. Arquitecta con formación en escenografía, ex integrante del taller Musivaria de intervenciones de mosaiquismo en el espacio urbano, Ana Fiori cuenta que la figura del círculo les hizo redondear, literalmente, el sentido de tantas zapatillas en el espacio. Resonando visualmente en la trilogía tricolor de tutús que diseñó la vestuarista Paula Allocco (autora también del traje de paisana que se expone en un maniquí, perteneciente al ballet Llamas de París, inspirado en canciones de la Revolución Francesa), dos redondeles de zapatillas en el piso lustrado se expanden con los aportes que siguen llegando, como si abrazaran el collage de palabras sueltas y de nombres propios (casi todas mujeres y niñas, menos uno) que las acompañan.
Cuenta Griselda Di Liscia que la propuesta de la convocatoria invitaba a acompañar cada zapatilla con una palabra, una sola, que expresara un sentir en torno a la danza. Las donantes las escriben en cada punta y las curadoras las copian en papelitos que se integran al mandala, mezclados con los nombres en el interior de la circunferencia que las zapatillas, una al lado de otra, en pares, van armando. Al contemplarlas se experimenta la vivencia de que cada parte o punto de la circunferencia es una unidad dentro de una unidad mayor, el círculo. Es emocionante. A Griselda (que es nieta de la artista plástica rosarina Beatriz López Dabat y de Mario López Dabat, director pedagógico de la Biblioteca Popular Vigil hasta su siniestra intervención por la dictadura en 1976) le entusiasma la idea de recuperar comunidad, recobrar los encuentros en estos aislados tiempos pandémicos de suspensión y cierre de espacios culturales. Tiempos muy duros para las compañías de danza, dice; sólo las más grandes lograron sobrevivir. "Hay chicas y chicos que viven de la danza", cuenta y en algún sentido se incluye, desempleada a sus 46 años luego de muchos a cargo de producción y gestión en diversos ámbitos vinculados al teatro y a la danza; el último fue la Compañía Interna, dirigida por Paula Percivalle.
"Apuntar al cielo con los pies es saber que en el cuerpo se mueve una fuerza infinita", escribe Paula en el texto que envió junto a sus zapatillas, y que se expone junto a un poema de Patricia Cuaranta hallado en uno de sus libros y otro de Graciela Mitre que se le pidió escribir para la muestra: "Bailar es el idioma más puro y primitivo que el cuerpo tiene", leyó Mitre en la inauguración junto a las otras autoras. La obra musical que suena de fondo en un teclado infinito, creando un clima de belleza que invita a fantasear coreografías, es Caudal, del pianista y compositor argentino Joel Tortul, quien se inspiró en las aguas del río Paraná. En las paredes se exponen fotografías de Christian Jamin que documentan, con altísima velocidad de exposición, la gracia fugaz de bailarinas y bailarines que parecen flotar en vuelo inverosímil o habitar universos de leyenda, en diversas puestas en escena por algunas de las principales compañías que pasaron por los escenarios del Teatro El Círculo: el Ballet Imperial Ruso (junio de 2010), el Ballet Estable del Teatro Colón (octubre de 2010 y abril de 2013) o el Buenos Aires Ballet (noviembre de 2018 y 2019), entre otras que tanto añoran quienes aman la danza clásica. Christian Jamin es vicepresidente de la Peña Fotográfica Rosarina, que presidió por 6 años.
Pasos de danza se abre gratis al público de 9 a 12 y de 16 a 19 de lunes a viernes, y de 9 a 13 los sábados, que es el día más concurrido. Los cupos son limitados y se cumple con amabilidad pero con firmeza el protocolo sanitario; hay que pedir turno a [email protected]. El sábado pasado se armó una asombrosa charla intergeneracional entre mujeres y niñas, con historias sobre cómo esos cuerpos humanos asumen, al moverse en puntas de pie por el espacio, metamorfosis en aves o en fantasmas: los devenires mágicos de la danza llevan la energía más allá de la identidad, de la humanidad o incluso de lo viviente. La magia justifica el dolor y los callos en los pies, pies que se empinan para poder volar. Una bailarina de 90 años envió sus primeras zapatillas. Son de suela claveteada, un objeto de museo. Las zapatillas llegan en bolsitas, en la mano de madres, hijas, amigas o las bailarinas mismas, que las abren extrayendo esos tesoros llenos de huellas vivas. Y que las curadoras invitan al público a acomodar en esos círculos que se expanden más y más, como una sorora rueda de fogón y memoria compartida. La actividad es gratuita y sin fines de lucro. Fue declarada de interés por el Concejo Municipal. La muestra retoma su danza el 21 de septiembre en la Biblioteca Argentina. Y posiblemente la itinerancia siga. Las curadoras no saben qué va a pasar con todas esas puntas cuando paren de girar. "Soltarlas", en algún espacio institucional que las aloje (previas conservación y puesta en valor artístico) es la idea. Ojalá que el sistema del arte legitime esta pieza y alguna institución de la cultura estatal (¿Museo de la Ciudad? ¿Museo Histórico?) la preserve. Y que todos esos pies vuelvan cuanto antes a apuntar al cielo y danzar.