El estudio de Nicholas James Murphy podría simular perfectamente una cápsula espacial, si no fuera por esa fabulosa colección de teclados que literalmente lo rodea. Mientras los agarra y acerca a la cámara de su computadora, al otro lado del Zoom el artista australiano advierte que se encuentra en "New York, New York". Lo repite dos veces, de la misma forma que la inmortalizó Frank Sinatra en la canción creada para la película de 1977.
Este casi tocayo del frontman de LCD Soundsystem no puede disimular su cara de nene con chiche nuevo. Y es que lo tiene. Tras asomarlo mediante cuatro singles que compiló en el EP Feel Good, finalmente develará su nuevo disco Hotel Surrender este viernes 16/7. Si bien en los últimos años presentó su música bajo su nombre de pila, este trabajo rescata su álter ego: Chet Faker. Aunque, por cortesía de la covid-19, se da en una versión analógica, pues toma distancia de la música electrónica para acercarlo a un groove más orgánico.
"Lo que sucedió con Hotel Surrender es interesante porque comencé a componerlo antes de que apareciera la pandemia, a comienzos de 2020", explica Murphy en exclusiva para el NO. "Al igual que me sucedió en otros momentos de mi vida, la música volvió a comportarse de forma extraña porque era casi como si supiera lo que se avecinaba. Estaba escribiendo canciones sobre hoteles, autoaislamiento y soledad, y de pronto pasó todo esto."
Pese al contexto que lo enmarcó, el sucesor de su aclamado LP debut, Built on Glass, (el del video híper viral Gold) ostenta al mismo tiempo un significado menos literal. "Es una especie de lugar que necesito que habite dentro de mí", describe. "El concepto del disco es básicamente que el presente fluya, que sólo exista el aquí y ahora. Y que eso me haga feliz, y no se pierda en el futuro. Comencé a hacer esta música con la intención de reflejar lo que probablemente sea la realidad que estaba justo frente a mí."
--¿Cómo se hace el check-in en ese hotel?
--Usando la música como herramienta o vehículo. De hecho, fue un redescubrimiento para mí volver a sentir que es un canal de expresión. Me ayudó a aliviar algo de las presiones del mundo, pero entendí que sólo podía pasar si me rendía ante el presente. Es difícil poner esa sensación en palabras. Creo que mucha gente entenderá a qué me refiero. Mientras intentaba llegar a ese hotel, me perdía en mí mismo. A veces es muy difícil conectar con tu interior o simplemente reducir la velocidad.
--¿Cuál fue la primera canción de ese repertorio que terminaste?
--Creo que fue Low. Aunque pueda dudar ahora con respecto a eso, nunca me olvidaré de la sensación de simpleza que sentí cuando la terminé. Todo comenzó con la batería y el bajo, y lo demás fluyó. Siempre intento que las cosas que hago salgan de esa manera.
--¿Ya sabías que era un disco de Chet Faker cuando hiciste ese tema?
--No lo sabía. Ni siquiera estaba intentando hacer un disco. Hotel Surrender fue una experiencia extraña. Literalmente, surgió porque iba todos los días al estudio. No había tenido un estudio personal desde que me mudé a Nueva York. Lo instalé en mi casa, pero no lo transformé en un templo. A partir de eso, la canción comenzó a salir al cabo de unos días. Ahí me di cuenta de que la manera de encarar este disco se parecía a Chet Faker. Sonaba como un problema... Me iba a sentir mal si no lo compartía.
Faraones del ritmo
A nueve años de la salida de su EP debut, Thinking in Textures, algunos matices cambiaron en la impronta de Chet Faker. Sin embargo, uno persistió: el énfasis en la calidad del sonido, por más que hoy la música pase por los parlantes del teléfono. "Podría obviarlo si nada más sacara singles, pero hacer un álbum siempre será una declaración de principios con la que le decís al mundo que tenés algo que vale la pena compartir", reflexiona el músico y productor de 33 años. "No desearía que la gente piense que lo que hago es deshonesto."
Al repasar las 10 canciones que componen Hotel Surrender, el barbudo de Melbourne no duda en elegir la que abre el disco, Oh Me Oh My, como su favorita. Es la introducción justa hacia una comprensión moderna de la música negra. "Eso es lo que diferencia a Nick Murphy de Chet Faker, en términos de influencia", subraya. "Soy un gran fan de la música negra, especialmente del soul y del funk. Mi artista favorito es Sly Stone, al punto de que me obsesioné con él. Este disco fue un regreso a esa música."
Aunque las pistas de los clubes se apagaron en el último año y medio, persiste en el imaginario colectivo la relación entre música electrónica y baile. Con la que rompe lo nuevo de Chet Faker, al igual que uno de los grandes discos de 2021: Promises, que reúne al productor de electrónica Floating Points, al legendario saxofonista de free jazz Pharoah Sanders y a la Orquesta Sinfónica de Londres. "Ese disco y su estado de ánimo son fantásticos", celebra el artista. "Generó un marco para las generaciones y expresiones del futuro."
--¿También sos admirador de Phaorah Sanders?
--No sólo de su arte, sino también de su espiritualidad. Phaorah Sanders representa ese expresionismo abstracto que está en el centro de la música. Con esto me refiero a existir en el espacio todo el tiempo. ¿Sabés por qué hablo constantemente con los dioses? Para expresarme. No quiero que piensen que soy genial, mi objetivo es mostrarle a la gente que soy igual que ellos.
--¿Te incomoda que te sigan etiquetando como músico electrónico?
--La electrónica es el nuevo jazz. Hay una tradición y una reverencia por el legado, aunque también un gran impulso de transformación. Desearía que entendiéramos eso mismo acerca de la música pop. A veces pienso que mi trabajo incomoda, porque no me decido por un género o porque simplemente no les gusta lo que hago. Pero es la forma que veo para seguir abriendo puertas.
Murphy es de Melbourne, tierra de The Avalanches, cuyo disco debut Since I Left You es considerado una obra maestra de la música popular contemporánea de los últimos tiempos. Sobre todo en el hip hop y la electrónica. "Es un clásico absoluto", sobre el disco que el año pasado cumplió dos décadas. "Gracias a ese disco intento hacer del mundo un lugar mejor".
--¿Tanto así?
--Lo más curioso es que me lo regaló la novia de mi papá cuando era chico, junto con un disco de Propellerheads. Es genial que ella me diera eso. Mucho de lo que trato de hacer con Chet Faker viene de ahí. No sólo sabés que son buenos, sino que te pueden gustar tanto como Jeff Buckley, Bob Dylan o Neil Young. Es lo mismo que pensar en una pintura: con el paso del tiempo, se pone cada vez mejor.