Cuba padece el bloqueo de Estados Unidos del que su deporte no escapa. Lo sufren sus atletas que contribuyen al intercambio entre los pueblos. Esos deportistas y entrenadores son a veces más efectivos que la propia diplomacia. La política unilateral de Washington lo demuestra siempre con arrogancia. Se impone a los demás países pese a que es repudiada de manera masiva en Naciones Unidas con sucesivas votaciones que piden el fin de ese acto de guerra. La última fue el 23 de junio y terminó a favor de la isla: 184-2. Un triunfo de La Habana que tiene peso simbólico, pero la medida no se levanta.
La selección cubana de fútbol no pudo viajar a EE.UU a principios de mes por problemas de visados. Quedó varada en Nicaragua cuando tenía que jugar un partido eliminatorio contra Guayana Francesa para disputar la Copa de Oro de la CONCACAF. La consecuencia fue que se quedó sin competir en Miami. Su lugar lo ocupó Trinidad y Tobago. El goleador Onel Hernández –juega en el Norwich inglés- se preguntó el 3 de julio en su cuenta de twitter después de un mes de preparación: “Todavía estamos todos sentados aquí en el hotel en #Nicaragua para visa para algunos jugadores. ¿Cómo es posible que todos nuestros competidores estén ahí y nosotros no @Concacaf?”. En otro tuit describió: “Un día triste para el fútbol cubano. Nunca vi a mis compañeros llorar así. Se sacrifican tanto. Corazón roto. Fair play”.
La organizadora del torneo dijo que fue “desafortunadamente debido a los problemas de viaje y visados vinculados al Covid-19, así como a los requisitos de las pruebas negativas para el Covid-19”. También responsabilizó a la Asociación de Fútbol de Cuba (AFC) por “problemas administrativos”. Esta última denunció en un comunicado: “Una vez más, consideraciones ajenas al deporte impiden que nuestro país compita en suelo estadounidense en igualdad de condiciones con sus competidores”. Dijo también que “de hecho, ningún deportista en el mundo debería afrontar un atropello de esta naturaleza”.
Más suerte tuvo la delegación cubana que competirá en los Juegos Olímpicos. Viajó en dos grupos hacia Tokio. A uno lo despidió en la isla el presidente Miguel Díaz Canel: “ustedes van a representar los deseos de un país, los deseos de un pueblo cruelmente agredido, cruelmente bloqueado, pero que está dando un ejemplo de resistencia y también de sabiduría y solidaridad…” Se refería no solo a las consecuencias del bloqueo, también a la pandemia.
Muy lejos quedó la distensión de cuando gobernaban Barack Obama y Raúl Castro y el deporte era una herramienta más del deshielo. Donald Trump intensificó los ataques a Cuba y Joe Biden los mantiene en la misma frecuencia. El deporte, game over.