“A mí nadie me enseñó a ser madre. Me medicaron y listo. Ahora todas las fucking mommys toman ácido fólico, leen libros de Laura Gutman o Maritchu Seitún, hacen cursos de preparto, yoga para embarazadas, van a charlas de lactancia para primerizas, siguen a las best influencers mums en Instragram, hablan de su embarazo en semanas y repiten términos que hace treinta y pico de años ni existían y nadie sabe bien qué quieren decir: puerperio, amniótico, doppler, meconio, epidural, calostro, areola, puericultor, baby blues, baby shower, zigoto, preeclampsia, oxótocina, colecho, mastitis y otros. Nosotras no teníamos ni siquiera una puta ecografía, nos enterábamos qué era y si estaba saludable recién en el momento en que salía de la panza. Fumábamos y chupábamos durante todo el embarazo como si nada, no había contraindicaciones”, piensa Paulette, la protagonista en La mamá de Johnny, la nueva novela de Loyds, una suerte de secuela de su tan celebrada ópera prima que fue Merca y que próximamente será reeditada por el sello Emecé y va camino a convertirse en una serie con guion del propio autor.
“Mirá, yo con Merca, mi primera novela, tuve mucha suerte. Es decir, para una editorial independiente agotar cinco ediciones de un autor inédito es impensado. Además un columnista cultural, que había alabado la novela, me había desafiado a escribir la segunda. Había puesto algo así como “Merca es la primera novela de Loyds. Sería deseable que no fuera la única”. Todo eso generó una presión, un deseo, pero a la vez un temor, de estar a la altura de esa primera novela que tuvo un recorrido espectacular. Entre otras cosas me llevó a la Semana Negra de Gijón, donde la presenté junto a mis amigos de cuando viví en Madrid, Carlos Salem y Marcelo Luján. Y entre tertulia y tertulia, allá en Gijón, Carlos me dijo: “Vos hiciste un fresco de clase inédito, tenés que seguir por ahí. ¿Por qué no escribís la historia de la mamá de Johnny, que es un personaje súper literario?” Y empezó a cantar La mamá de Jimmy, el tema de León Gieco, pero cambiando Jimmy por Johnny. De ahí el epígrafe de la novela. Por supuesto me quedó rebotando en la cabeza todo el viaje. Llegué a Buenos Aires y me puse a escribir”, dice Loyds. El resultado es un retrato de clase, de una mujer, de una parte de la Argentina.
“Quería que esta novela mantuviera ese corte transversal a una clase social poco frecuentada por la literatura contemporánea y un tono de sátira no idéntico pero similar. Y que Paulette fuera, además de la mamá, como el o la precedente de Johnny, el estadio anterior, la representación del mismo círculo acomodado pero desde sus orígenes, yendo un poco para atrás cronológicamente para explicar cómo fue mutando hasta la actualidad esa clase social, o lo que queda de ella, si es que alguna vez realmente existió. Eso es lo que se pregunta la protagonista, que se mofa de todo el mundo, pero también de ella misma”.
Cínica y sarcástica, el humor en Paulette funciona como lenitivo cuando observa la clase social acomodada a la que pertenece y todo aquello que estaba naturalizado comienza a resquebrajarse. Sólo que no sabe muy bien dónde ubicarse; tiene cincuenta y ocho años y el mundo que conoció está cambiando vertiginosamente, la relación con sus hijos es compleja, no se lleva para nada bien con su hija y Johnny ha sido denunciado por violencia de género mientras se encuentra internado por exceso de consumo de cocaína. El estallido cultural recae sobre lo más cotidiano, lo íntimo, los lazos familiares, amigas o las ex parejas y sobre todo el modo en que comienza a percibirse a sí misma con toda una serie de mandatos muy difíciles de desarraigar del todo: el temor a la vejez, por ejemplo.
De pronto, ella misma se ha propuesto cambiar y dejar de beber tanto. Comienza un tratamiento en Alcohólicos Anónimos, lugar donde conocerá un hombre que será como un peldaño para vivir su sexualidad sin prejuicios. ¿Será el inicio de una liberación real? Narrada en primera persona, Loyds incorpora un elemento muy logrado para evadir cualquier posibilidad de que la comicidad se convierta en absurdo y es el desdoblamiento que, en momentos cruciales de la novela pone en diálogo a Paulette con ella misma: su conciencia; porque en momentos como ésos se trata de cuestionarlo todo, la manera en que fue criada de niña, su relación con el deseo y el sexo, el rol de madre y esposa como contraste a su identidad como mujer.
En esa crisis, que no es otra cosa que un cambio de estado, se puede comprender mejor los errores que pudo haber cometido. Y sobre todo el daño que se hizo a sí misma consumiendo alcohol en exceso, un modo de paliar una resaca cultural que recuerda aquella fiesta para pocos que fueron los años 90. “Para mí fue un desafío narrar en femenino, me daba un poco de pudor, tenía miedo de hacerlo mal” dice Loyds. “Tuve largas charlas con mi madre, con algunas amigas y, sobre todo, con mi pareja, a quien le leía las partes vidriosas o que me hacían ruido, para poder hacerlas sonar femeninas, independientemente de la tilinguería o cierto anacronismo de clase que tiñen el carácter de la protagonista. Por otro lado, me interesaba reflejar ese cambio de paradigma, esa suerte de conquista por parte de la mujer de ciertos derechos que increíblemente le fueron negados durante siglos. Yo creo que ahí está la única revolución verdadera de esta época y siento que, como hombre, papá y escritor, me toca acompañar de la mejor manera posible. Por último, ese humor sarcástico, que es el mejor de todos para mí, no podía faltar, porque es lo que de alguna manera sostiene la historia, junto a la lógica interna basada en los prejuicios de la clase retratada”.
La mamá de Jhony es una novela sumamente interesante para pensar el modo en que se percibe la realidad, vale decir lo cultural, desde distintas perspectivas ideológicas, los cambios de paradigmas y sus resistencias cuando se confunde privilegios de clase con la concientización histórica de una sociedad que continua desnaturalizando los distintos lugares en donde anidó el silencio.