Argentina es un país dependiente, subdesarrollado o periférico, según el enfoque teórico que se adopte. La especialización del país en la exportación de recursos naturales lo coloca en una situación de dependencia respecto de la volatilidad del precio de los commodities, las condiciones climáticas y las relaciones internacionales. A ello se añade la tendencia a la caída en los términos de intercambio, lo que implica que cada vez se adquieren menos bienes industriales importados por igual cantidad de bienes primarios exportados.
La imprevisibilidad de ingresos que se explica a raíz de estos factores dificulta la planificación de una industria eficiente que de todas formas no podría darse por generación espontánea.
Así, Argentina sufre por la heterogeneidad de su entramado productivo, en donde conviven disparidades en las productividades intra e intersectoriales que afectan la inserción productiva del país, su capacidad de generación de ingresos y su distribución.
La irregularidad productiva desencadena disputas por el tipo de cambio nominal, a la vez de que el proceso industrializador local se encuentra cíclicamente afectado por la restricción externa o falta de divisas para adquirir los bienes de capital que permiten una mayor productividad.
A este fenómeno se suma que los conglomerados industriales más relevantes en nuestro país, tanto de origen local como extranjero, están transnacionalizados y, por esto necesitan expresar su excedente en dinero mundial, tanto para fines de inversión industrial o comercial en otras naciones como para capitalizar una parte de la ganancia cada vez mayor mediante activos financieros.
La lógica del excedente
La lógica del capital es la rentabilidad y no el desarrollo nacional. De hecho, la evidencia empírica indica que en el período 2016-2019 disminuyeron tanto el PBI, como las ganancias y los salarios.
En términos agregados y excluido el sector público, la relación entre inversión y excedente disminuyó 4 puntos, pasando de 35 por ciento en 2016 a 31 por ciento en 2019, mientras que la relación entre excedente y salarios aumentó en el mismo período cerca de 20 puntos, de acuerdo a información del Indec. En otras palabras, se invierte menos en relación a las ganancias y se gana más en relación a los salarios.
Si bien la experiencia muestra que un Estado con fuerte incidencia en la economía real no basta para conducir de manera eficiente la economía, queda claro que cuando ésta es dirigida por el mercado, el resultado es un incremento de la concentración del ingreso y de la pobreza.
Se debe recordar que el proceso de privatizaciones que sufrió el país en la década de 1990 implicó, entre otras cuestiones, un cambio de lógica de las empresas que dejaron de ser estatales. Un caso emblemático fue el de YPF. Por un lado, el Estado dejó de contar con una empresa estratégica tanto para la producción hidrocarburífera como para la definición en el precio de la energía, que es uno de los precios relativos más determinantes.
Por otro lado, la YPF privatizada condujo un proceso de sobreexplotación de pozos en funcionamiento y subexploración de nuevos, lo que años más tarde generó la necesidad de la importación de combustible, presionando al alza el tipo de cambio y agravando doblemente la restricción externa. Luego, fue estatizada en el año 2012.
Rol insustituible del Estado
La rentabilidad es la variable fundamental para las decisiones de inversión de los capitales. ¿Es sostenible que la economía de una Nación funcione bajo un sistema de alta rentabilidad en áreas de baja generación de empleo? ¿Es sustentable un sistema que tienda a generar mucho empleo pero precario y de salarios bajos y cuyos resultados no modifican para mejor la vida material y espiritual de la sociedad?
La experiencia de las privatizaciones muestra que además de las regulaciones y de la política fiscal y monetaria, el Estado Nacional debe intervenir directamente en la economía a través de la producción y la comercialización, con formas estatales puras y público-privadas con mayoría accionaria estatal, teniendo como objetivo principal el bienestar de la sociedad y no el incremento del excedente.
En una jornada que llevó adelante el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico en 2017, el economista Enrique Arceo reflexionó: “Armar un modelo de este tipo supone un Estado capaz de elegir ramas, de intervenir a partir de la extracción de excedentes del sector privado extranjerizado y haciendo inversiones, porque en un país sin burguesía nacional en los sectores industriales estratégicos, que son controlados por las transnacionales, las inversiones necesarias para integrar cadenas productivas y generar una nueva especialización no van a ser realizadas por el sector privado”.
Hay poderosos intereses que se oponen a este rumbo. No es sencillo encararlo ni sostenerlo. Pero este es el camino, especialmente en la actual crisis mundial.
* Economista (UBA). Maestranda en Economía Política (Flacso).
** Economista UBA-UNDAV e integrante de Economía Política para la Argentina (EPPA).