Un agente de inteligencia, que declaró en la causa de la muerte de Alberto Nisman, destrozó otra de las elucubraciones armadas por el aparato mediático, político y judicial, alineado con Juntos por el Cambio, en torno al suicidio del fiscal. El espía utilizó un Nextel de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) el 18 de enero de 2015, el día que apareció el cuerpo de Nisman, y las comunicaciones se cursaron por la misma antena de Martínez correspondiente al domicilio del técnico informático Diego Lagomarsino, la persona que le prestó a Nisman el arma con que se disparó. De ese dato imaginaron una “complicidad” entre el espía y el informático en un supuesto plan para asesinar a Nisman. El agente declaró en la causa ante el fiscal Eduardo Taiano y contó que hacía cinco años que vivía en ese complejo y que su hermana residía allí desde hacía 14 años. Que no sabía quién era Lagomarsino y que incluso los jefes de la AFI ordenaron averiguar de quién se trataba porque nadie conocía al informático.
El fiscal Taiano a la pesca
A seis años y medio de la muerte de Nisman es obvio que quien instruye la causa, el fiscal Taiano, no tiene ni una sola evidencia de que Nisman haya sido asesinado. Ni siquiera que alguien haya entrado al edificio, al departamento y, menos todavía, al baño donde apareció el cuerpo. Pese a eso, el contubernio mediático-político-judicial utilizó la muerte del fiscal como eje de sus campañas electorales y de persecución al peronismo.
La ausencia de evidencias deriva en lo que se conoce como excursiones de pesca: en este caso, citar a decenas de agentes de inteligencia para ver si alguno dice algo que pueda interpretarse como una pista. Se juega a que algún exintegrante de la AFI esté enojado porque se fue mal de la central de espías y haga alguna especulación con la que se pueda seguir dando vueltas en el expediente.
Una estrella que se apagó
La actual interventora de la AFI, Cristina Caamaño, autorizó la declaración de los agentes y exagentes y los relevó del secreto que deben guardar por ley para que hablen ante el fiscal. Es una forma de colaboración con la Justicia. Con ese visto bueno, empezó el desfile de 89 integrantes de la AFI.
En el cronograma de citados había una estrella: un agente --cuyo nombre por supuesto no se revela-- que el 18 de enero de 2015, el día que se encontró a Nisman muerto en el baño, accionó un Nextel en la misma zona en la que vivía por entonces Lagomarsino. A partir de ahí, los grandes medios tejieron una historieta de posible complicidad entre la AFI en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner y el técnico informático.
En concreto, el agente declaró que vivía desde hacía cinco años en el Barrio Cerrado El Talar de Martínez --el mismo en el que vivía Lagomarsino-- y que se mudó allí a principios de la década. Su hermana residía también en El Talar desde hacía 14 años y él decidió alquilar un departamento para estar cerca de su familia. De manera que el Nextel se accionó ahí no porque estuviera con Lagomarsino, sino porque era su lugar de residencia. Y, obviamente, a principios de la década no podía saber que Nisman iba a denunciar a CFK o que el informático iba a trabajar con el fiscal. Además, declaró que ese domingo de enero estaba en lo que se llama “guardia pasiva”, es decir que tenía que estar en su casa, con una computadora y atento al Nextel, por si la conducción de la AFI le encargaba alguna tarea.
El espía vecino de Lagomarsino contó que estuvo de guardia hasta las 21 y que luego salió con su pareja. Volvieron después de la medianoche y a esa hora se enteró de la muerte de Nisman. En general, durante los fines de semana se utilizaban más los Nextel porque los agentes no estaban en los edificios de la AFI sino en sus casas. Y algunos hasta en zonas de veraneo.
Los agentes que declararon hasta el momento dijeron que no conocían a Lagomarsino y que una vez fallecido Nisman hubo que averiguar quién era el informático. Tampoco aportaron nada sobre la muerte del fiscal más que la forma en la que se enteraron, casi todos por los medios.
La encerrona del juez Ercolini
El juez Ercolini y el fiscal Taiano están en una especie de callejón sin salida. No hay evidencia alguna de la existencia de un comando ni de la forma en la que esos supuestos homicidas entraron al departamento, cerrado por dentro, y redujeron al fiscal sin desorden alguno, sin huellas ni manchas de sangre fuera del baño y sin que el cuerpo de Nisman tuviera rastros de defensa o de golpes.
Comodoro Py sostiene el expediente en base a un peritaje trucho de la Gendarmería, hecho por orden de Patricia Bullrich, a espaldas de las partes y contradiciendo lo que determinaron la junta de criminalistas --"no había nadie en el baño en el momento del disparo"-- o la junta médica --"no hay evidencia científica del accionar de terceras personas"-- o el Cuerpo Médico Forense --que no detectó ni golpes ni violencia--. La Gendarmería mencionó la existencia de ketamina para adormecer a Nisman, pero los expertos tuvieron que admitir que se trató de una cantidad mínima, sin efecto sedante, y no pudieron decir cómo se administró ya que en la autopsia no se encontró el fármaco ni evidencia de una inyección.
El peritaje de la Gendarmería batió un récord mundial: se hizo sin haber visto nunca el cuerpo de Nisman y sin haber estado en el lugar del hecho al momento de levantar las evidencias. Por primera vez en la historia de los peritajes, se fijó una hora exacta del deceso, las 2.46 de la madrugada, algo que no tiene el menor rigor científico. A seis años y medio, la única evidencia real de la causa indica que el fiscal se disparó a sí mismo.