En el primer episodio de 30 monedas Álex de la Iglesia tira toda la carne en el asador. A tal punto que, de no ser por el notorio cliffhanger hacia el final de sus ochenta minutos, podría entenderse y definirse como un telefilm compacto y autosuficiente. El realizador bilbaíno vuelve remozado al universo de El día de la bestia (1995), su segundo largometraje, el que le dio brillo y fama a nivel local e internacional: el terror satánico o diabólico o mefistofélico, dependiendo del gusto del adjetivador. Aunque, fiel a su costumbre de varias décadas como creador de relatos casi siempre extremos –en un sentido o en otro–, los tiznes horripilantes vienen acompañados de condimentos y aditamentos cercanos a la sátira, la parodia y el humor coloquial. Porque en 30 monedas, cuyo título es explicado gráficamente en la secuencia de títulos –un breve cortometraje por derecho propio que recorre a pasos veloces la traición de Judas y la crucifixión de Cristo–, conviven las maldiciones disfrazadas de milagros, las desapariciones y apariciones más misteriosas, la metafísica entendida como averno personal y los cónclaves conspirativos. Pero también los infiernos grandes de todo pueblo chico, con sus embarazos amortajados, revolcones ilegítimos y defensas de honores perdidos tiempo atrás. Con un reparto encabezado por Megan Montaner, Miguel Ángel Silvestre, Macarena Gómez y Eduard Fernández –este último en un papel físicamente muy demandante, además de una nueva demostración de su versatilidad en la pantalla–, los ocho capítulos de la serie ya están disponibles en la flamante plataforma HBO Max. El estreno local se produce algunos meses después de sus emisiones originales en Europa, donde su popularidad trajo aparejada no sólo el anticipo de una nueva temporada, sino también el lanzamiento de un juego de mesa, basado en la historia y los personajes creados por de la Iglesia y su eterno colaborador en los guiones desde los tiempos del cortometraje Mirindas asesinas (1991), Jorge Guerricaechevarría.

En la contratapa de ese “juego temático e inmersivo que recrea los eventos, personajes y desafíos de la serie”, que se puede jugar en modo solitario o en pareja, puede leerse la siguiente descripción, que hace las veces de precisa sinopsis general de la saga televisiva: “El padre Vergara, un exorcista, boxeador y ex convicto, es exiliado por el Vaticano a un pueblo remoto de España. La tranquilidad de esta villa se verá alterada por una serie de fenómenos paranormales y hechos sin explicación que pronto se relacionarán con el nuevo párroco. Paco, el ingenuo alcalde y Elena, una inquieta veterinaria, tratarán de desvelar los secretos del pasado del cura y el significado de la antigua moneda que Vergara mantiene oculta. Poco a poco, el insólito trío de héroes se encontrará inmerso en una conspiración global: la batalla por el control de las treinta monedas por las que el apóstol Judas Iscariote traicionó a Jesús de Nazaret”. El pueblo en cuestión es Pedraza, en el municipio de Segovia, comunidad de Castilla y León, en el centro geográfico de España. Un pueblo real, en cuyas callejuelas y plaza central fue rodada en parte la serie, desde luego reconvertidas en espacio para la ficción. Desde España, en comunicación exclusiva con Radar, el guionista asturiano Jorge Guerricaechevarría recuerda la importancia de haber filmado en locaciones reales. “Fue fundamental para 30 monedas encontrar el pueblo de Pedraza. Es un lugar maravilloso, en el cual se han filmado muchas cosas a lo largo de la historia, pero no lo conocíamos personalmente. Antes de ponernos a escribir fuimos a vivir en el pueblo un par de semanas. Está en lo alto de una colina y es un sitio totalmente encerrado, hay una única puerta de entrada y salida, lo cual se ajusta mucho al concepto de burbuja que tiene el sitio en la ficción. Además, su arquitectura, muy segoviana y perfectamente conservada, tiene también una cosa un tanto terrorífica, lo cual nos permitió sacarle partido a ese entorno en principio muy cotidiano. Esas piedras, esas calles, esas luces, de repente se pueden convertir en algo muy extraño y perturbador, donde pueden ocurrir cosas que no te esperas”. Guerricaechevarría menciona además que, durante la filmación, tenían un poco de miedo respecto de qué ocurriría cuando sus habitantes vieran la serie terminada. “¿Qué estamos diciendo de esta pueblo, al cual ni siquiera le cambiamos el nombre. Por suerte no les ha sentado mal”.

POR UN PUÑADO DE MONEDAS

En el comienzo de todo, un hombre mayor ingresa a un imponente banco en pleno centro de Ginebra. De pronto, saca un arma y comienza a disparar a los guardias, quienes responden sin demoras. Las balas ingresan a su cuerpo y lo hacen sangrar, pero no lo detienen. Como si no tuvieran la fuerza suficiente para herirlo. Ya en la bóveda, una de las coquetas cajas de seguridad esconde euros, dólares y algunas joyas, pero el inesperado visitante no anda detrás de esas trivialidades: lo que importa es una moneda antigua, de estirpe romana, que esconde para entregarla a su empleador. Basta que este le quite del cuello una suerte de talismán brillante y extraño para que el ladrón caiga muerto, finalmente liberado de la maldición que lo mantenía con vida. La primera de las treinta monedas del título comienza así a darle forma a la colección, a la espera de las otras veintinueve. Una de ellas, desde luego, descansa en el corazón de Pedraza, en una pequeña caja metálica que pertenece al padre Vergara, el particular sacerdote recién llegado al pueblo que fuma como una chimenea, entrena intensamente con una bolsa de boxeo y esconde detrás del sagrario una colección de armas de guerra que haría las delicias de un comando militar. Y entonces se produce el milagro. ¿O acaso se trata de una condenación? Una vaca preñada da a luz a un niño, el primero de una serie de eventos que sacudirá Pedraza y pondrá a Vergara, a la veterinaria Elena (Megan Montaner) y al alcalde Paco (Miguel Ángel Silvestre) tras los pasos de una confabulación de alcances universales y aterradores. Como si fueran descendientes del grupo de amigos de Scooby-Doo, el trío no se topará sin embargo –más allá de las reticencias iniciales y del deseo de que todo pueda racionalizarse– con trucos y engaños diseñados para el susto, sino con la más estricta y horripilante materialidad del Mal.

Las ideas centrales que apuntalan la estructura de 30 monedas aparecieron hace muchos años, pero su escala y ambiciones sólo pudieron transformarse en realidad en tiempos recientes. “Teníamos pergeñada una pequeña estructura y la oportunidad de desarrollar la serie en una pequeña cadena española, pero fuimos nosotros los que nos echamos atrás. Empezamos a darle vueltas y llegamos a la conclusión de que hacer lo que queríamos hacer en aquel momento, con el formato que tenían entonces las series televisivas, nos iba a obligar a renunciar a tantas cosas que acabaría destruyendo el concepto. Todo se detuvo y el proyecto quedó en un cajón, como pasa tantas veces, hasta que unos años después surgió la oportunidad de vender la idea para una serie estadounidense. Una serie en inglés, desde luego, que iba a adaptarse para que transcurriera en algún lugar cercano a México, con características fuertemente católicas. Eso estuvo a punto de ocurrir y, otra vez, a última hora, nos arrepentimos. No nos apetecía quedar al margen del desarrollo de una historia que todavía estaba en una etapa germinal. De nuevo al cajón y, unos años después, apareció finalmente la oportunidad de producir la serie con HBO Europa, donde finalmente pudimos desarrollarla tal y como queríamos”. 

Trabajar junto a Álex de la Iglesia es, a esta altura, casi un hábito. Más allá de los guiones para otros realizadores como Pedro Almodóvar (Carne trémula) y Daniel Monzón (Celda 211, La caja Kovak, El niño), el grueso de su obra como escritor lleva la fructífera marca de las colaboraciones con el director de Acción mutante, cuyo guion coescribió en el comienzo de sus carreras, piedra basal de una filmografía en conjunto que incluye El día de la bestia, La comunidad, Perdita Durango, 800 balas, Muertos de risa y Los crímenes de Oxford, entre otras. “Supongo que este proceso de muchos años –que sí, que no– ha hecho que al final hayan sedimentado en nuestras cabezas muchas cosas que estaban pululando, incluso desde nuestros comienzos. Cuestiones que investigamos en profundidad en su momento para El día de la bestia, como los Manuscritos del Mar Muerto, y que nos dejaron un gusto por ese tipo de contenidos. Pasaron más de veinte años y se han encontrado nuevos rollos, como el evangelio de Judas, que ha sido fundamental a la hora de desarrollar 30 monedas. Aquí debo decir que con Álex siempre hemos tenido cierto pudor a la hora de encarar el género de terror, que nos gusta mucho, pero que no nos habíamos vuelto a plantear como plataforma para un largometraje. La excepción fue La habitación del niño, que al ser un proyecto televisivo nos generaba menos prejuicios. Y ahora ha vuelto a ocurrir. Es como si el formato nos liberara de los miedos del largometraje”.

TERROR CATÓLICO

“Ese niño no es normal”, le dice Elena a Paco, ante la mirada atenta y un poco enojosa de su esposa Merche (Macarena Gómez), que imagina un coqueteo cuando lo que hay es un primer acercamiento a las fauces de la locura. Es que el niño tiene apenas dos o tres días de vida pero ya camina, y su tamaño… bueno, no es normal. Cada uno de los ocho episodios de 30 monedas –en particular los primeros cuatro– funcionan como entes autónomos a pesar de la fuerte línea narrativa que los une. En la primera entrega está el niño, que luego se transforma en otra cosa, en el segundo una tabla ouija y una joven desaparecida y luego reaparecida, en el tercero un espejo que no refleja exactamente todo aquello que debería reflejar. Hay también personas dadas por muertas que vuelven a la vida y un recuerdo imborrable del padre Vergara, cuyo pasado como exorcista dibuja la silueta del trauma. Y está el tonto del pueblo, un joven huérfano fanático de todo aquello que tenga forma y esencia religiosa, primo lejano de los Renfields de este mundo, pero que ha cambiado las moscas por los relicarios e imágenes del calvario. Y están referencias a las mil y un películas de terror o de tonos fantásticos en la historia del cine, desde El enigma de otro mundo a El ángel exterminador, pasando desde luego por El exorcista, La profecía y otras malas yerbas demoníacas. El terror católico es casi siempre el norte. “Es un terreno muy fértil el del catolicismo como fuente del horror. La imaginería es muy rica, con todas esas vivencias que los católicos hemos tenido desde muy pequeños. Esa sensación extraña que tenías cuando entrabas a una iglesia y veías esa imagen de Jesús en la cruz, con la sangre. Todo ese edificio que está creado precisamente para crearte una impresión fuerte, de estar fuera de este mundo. El gótico en el sentido más estricto de la palabra; no el americano, sino el europeo, con sus procesiones de Semana Santa. Un mundo que no ha sido demasiado explotado en el cine y que, cuando ocurre, suele estar ligado a personas que no provienen realmente del mundo católico sino del protestante y que, por lo tanto, tienen una visión un poco menos barroca de esa imaginería. En 30 monedas nos hemos podido explayar y utilizar todos esos elementos –las reliquias, el culto a los santos–, a partir de este sacerdote que se dedica a los exorcismos. Hay cosas en la serie que parecen invenciones increíbles, como esa especie de escuela de exorcistas que presentamos en un capítulo, y que sin embargo están basadas en hechos reales. En el Vaticano hay cursos donde se enseña a cumplir esas funciones”.

Para Guerricaechevarría, el hecho de poder contar con el formato extendido de una serie permitió que el guion pudiera extenderse en conceptos e ideas, además de habilitar los juegos temporales y espaciales, ampliando el marco geográfico más allá de Pedraza. Sin embargo, todo vuelve al pueblo, que a pesar de ser más grande que el local de El bar o el edificio de La comunidad, sigue constreñido por fronteras físicas y, como se ve claramente en los últimos dos episodios, también metafísicas. “Ese elemento, el hecho de poder encerrar a los personajes en un único espacio, permite apretarlo todo, como si estuviera dentro de una olla a presión, elevando las tensiones y sensaciones de los personajes para que sean más potentes y, eventualmente, estallen. El pueblo es finalmente una suerte de burbuja. En cuanto a las posibles influencias de la serie, con Álex procuramos huir de las referencias explícitas. Ni siquiera las tenemos muy presentes, aunque sin duda están allí, porque hay cosas que nos han gustado e impactado. Desde El exorcista, desde luego, que es un universo ineludible, hasta El hombre de mimbre, e incluso series de televisión que vimos de chicos, como Los chicos de las piedras, producida por la BBC, que también tenía un elemento ligado a las creencias ancestrales. Pero no nos gusta buscar referentes directos para homenajear, como hacen muy bien otros directores”. De la Iglesia y Guerricaechevarría escriben, literalmente, a cuatro manos, físicamente juntos. Cada frase, cada escena, es creada mano a mano por los dos. “Llevamos tanto tiempo haciéndolo que ya es un proceso casi automático. Uno de nosotros comienza una frase y el otro la termina, lo mismo con el pie para determinada escena. Usualmente tratamos de sorprendernos. Cuando tienes que crear tramas, los procesos de escritura requieren de mucha planificación –hacer una escaleta, desarrollar la trama–, pero eso que es tan necesario hace que llegue un momento en el que se pierde la espontaneidad. Es somo si estuvieras llenando una planilla. El hecho de escribir las escenas a cuatro manos ayuda a recuperar esa necesidad de inventar, de crear puntos de partida inesperados para tal o cual secuencia. Hay que estar en la misma onda y tener afinidad, pero todo eso permite que el proceso sea algo vivo. Ese instante de la creación es muy importante.

¿Fue muy complejo equilibrar durante la escritura del guion los elementos de terror, la sátira, el costumbrismo y el melodrama?

-Fue algo que surgió de forma orgánica y muy natural. Quizás porque siempre estuvo ahí. No nos gusta esa sensación un poco impostada, que está presente en algunas películas de terror europeo, de que todos deben estar serios todo el tiempo. O que la luz debe ser siempre brutal sobre los personajes para marcar una especie de expresionismo. Nos gusta la mezcla de lo cotidiano con el terror, nos resulta más real. Lo mismo nos pasa con el thriller u otros géneros, que siempre hemos mezclado. Tampoco es que buscamos un porcentaje exacto de comedia, de terror y de sátira, sino que sale de forma natural a partir de los personajes. Además, creo que el mundo real tiene esa mezcla: lo cómico, lo trágico y lo grotesco vienen siempre mezclados, nunca se compartimentan en categorías, como muchas veces hacemos en la ficción. En cualquier velatorio o entierro te puedes encontrar con una mezcla de elementos. Esa es la vida. El hecho de tener una galería tan diversa de personajes nos permitió jugar con eso, tener ese sacerdote un poco trágico, un poco bergmaniano, que se la pasa reflexionando sobre la vida, sobre lo que ha hecho y lo que tiene que hacer, y por otro lado personajes como el alcalde, que vive la aventura desde un punto de vista más excéntrico, intentando llevar una vida más o menos normal mientras lidia con lo extraordinario.