Para el Gobierno, la marcha de la inflación en Argentina es una foto con varios focos posibles a observar, ponderar y corregir. El primero, que hay una desaceleración estadística que ya acumula tres meses consecutivos. El segundo, que preocupa que los precios de los alimentos, sobre todo los de la canasta básica de pobreza, sigan en una dinámica alcista. El tercero, que si bien la baja en el ritmo de suba de precios se manifiesta, hay que transformar las cifras en reales para el bolsillo, sobre todo en un año electoral en el que la economía será uno de los ejes del debate y en el cual el consumo es fundamental para impactar positivamente en la variable PBI.
El INDEC dio a conocer hoy una suba en los precios de 3,2 por ciento en junio, sólo un 0,1 por ciento menor al 3,3 de mayo, pero el tercer hito mensual consecutivo de desaceleración y el número más bajo desde setiembre de 2020. En este escenario, el pronóstico del ministro de Economía, Martín Guzmán, del inicio de la caída de los precios en abril parece haberse cumplido si se considera que en marzo el IPC fue de 4,8 y hoy es de 3,2. Cerca del ministro especulan con que julio y agosto serán los meses donde podría mostrarse un alza de precios por debajo del 3 por ciento y un paso más perceptible para el bolsillo.
Así las cosas, aquel Presupuesto con 29 por ciento de inflación, 5 puntos menos que los registros de todo el 2020, es historia antigua. Hoy, en el Gobierno piensan en un año en que sería posible y deseable alcanzar un número cercano o levemente superior al 40 por ciento. Si la inflación del primer semestre fue del 25, eso quiere decir que algunos salarios le ganaron a la carrera de los precios, y la expectativa oficial es que en la segunda mitad del 2021 eso se evidencie aún más con paritarias al alza por sobre el 40 por ciento, tanto en el Estado como en el sector privado.
Naturalmente, en el Gobierno saben que se tiene que lograr una moderación en el rubro alimentos que, para la Casa Rosada, sigue con una dinámica que poco se explica en mayores costos. Además, esa es la inflación que pega en los sectores sociales no favorecidos por salarios formales y aumentos conseguidos por los gremios. Buena parte de la base electoral del Frente de Todos.
De hecho, el último informe del ITE, Instituto dependiente de la UMET, graficó que los alimentos subieron 3,5 por ciento, bastante por encima del alza de precios general de junio. Para esperanzarse con mayores bajas, desde el ámbito oficial puntualizan que también viene hacia abajo la inflación mayorista, un indicador que en parte adelanta el corto plazo de lo que es el consumo en las góndolas. Asimismo, se aferran a una reducción en la tasa de aumento de bienes regulados y productos estacionales, con bajas en frutas y verduras que ya se vieron en el último mes analizado. Con la carne, en tanto, el otro producto caliente en los indicadores, la expectativa es de una baja pero en un plazo un poco más extenso.
En este escenario, con los números de INDEC, la inflación en terminos interanuales está en 50,2 por ciento. En el Gobierno insisten que además de ser un fenómeno macroeconómico, el alza de precios sigue impactada por la pandemia y el precio de lo commodities en el mundo, sobre todo los agropecuarios que inciden en la formación de precios de los alimentos.