Las protestas en Cuba desataron un río revuelto mediático. Entre el domingo y el miércoles, según las tendencias en redes, Raúl Castro huyó a Caracas, Camagüey fue declarada como el “primer territorio liberado”, el viceministro de Interior, Jesús Manuel Burón, renunció, barcos con cubanos a bordo estuvieron por zarpar desde Miami de regreso a la isla, y en el canal de un youtuber cubano se afirmó, en una transmisión ininterrumpida de 12 horas, que grupos de venezolanos se estaban alistando para ir a reprimir a Cuba. Todas noticias falsas.
El despliegue comunicacional hasta el aturdimiento iniciado el domingo estuvo antecedido por una campaña instalada con anterioridad. La tendencia #SOSCuba, los mensajes de artistas y el pedido de corredor humanitario llevaban varios días posicionados, a través de una ya habitual ingeniería de redes sociales. A eso se sumaron noticias falsas transmitidas por medios y organizaciones, como Article 19, de México, que difundió la imagen de una movilización de Egipto como si fuera de Cuba.
Las protestas se iniciaron en el marco de un escenario mediático pre-instalado. Su existencia forma parte de las explicaciones de las protestas que comenzaron el domingo en el marco de una situación económica que, como explicó el gobierno presidido por Miguel Díaz-Canel, está en un punto muy difícil, producto del bloqueo económico estadounidense con sus consecuencias en la transversalidad de la economía, la falta de turismo y de remesas, la pandemia, la presión sobre el sistema hospitalario. Un escenario atravesado, en simultáneo, por un proceso de transformaciones económicas internas avanzadas recientemente.
El impacto sobre la mayoría de la población ha significado cortes de luz, desabastecimiento de alimentos, de medicamentos, con, en consecuencia, largas colas. Quien haya vivido ese tipo de cotidianeidad sabe la presión que significa sobre personas y hogares. Una acumulación de tensiones, frustraciones y agotamientos, susceptibles de detonar entremezclándose con reclamos políticos, agendas diseñadas, haciendo más compleja aún la situación. Esa detonación, como parte de una ecuación de bloqueo, campaña mediática, problemas acumulados, y necesidades concretas, finalmente ocurrió el domingo, disminuyendo progresivamente a partir de ahí.
Trincheras
En el río revuelto resulta difícil leer con precisión. En el caso de Cuba existen, además, las trincheras políticas, con la reafirmación de la defensa de la revolución o el despliegue de narrativa anti-comunista en clave de las actuales derechas. En ese contexto las protestas fueron, a veces, reducidas a una operación estadounidense negando erróneamente toda legitimidad a las demandas. Por otro lado, los hechos fueron maximizados, negando la existencia del bloqueo, así como el apoyo popular a la revolución dentro de la isla.
Resulta difícil saber cómo evolucionará el escenario, en particular dentro de los pliegues de la sociedad, donde se movilizaron sectores heterogéneos. Una de las variables será la estrategia de respuesta política del gobierno, del partido, así como sus propias posibilidades materiales limitadas en el marco del bloqueo rechazado por 184 países en Naciones Unidas en el mes junio. Por el momento el cerco económico ha continuado bajo Joe Biden, siguiendo las mismas coordenadas que las impuestas por la administración de Donald Trump, en el marco de una estrategia hacia Cuba que parece estar, justamente, atravesada por presiones entre diferentes posiciones.
Por un lado, el eje republicano ha escalado en su habitual exigencia política de máxima presión, encarnada, por ejemplo, en Marco Rubio, hasta llegar a las declaraciones del alcalde de Miami, Francis Suárez, quien afirmó que “debería considerarse una coalición de posibles acciones militares en Cuba”. Por el otro lado, demócrata, Gregory Meeks, presidente del Comité de Exteriores de la Cámara Baja, hizo “un llamado al presidente Biden para que ayude a aliviar el sufrimiento en Cuba rescindiendo las sanciones de la era Trump”. La posición de Meeks representa una parte del partido demócrata, tensionado por sectores conservadores, como el que representa Bob Menéndez, presidente de relaciones exteriores del Senado, o el comité del partido en La Florida que el martes pidió “sanciones adicionales”.
La política actual hacia América Latina se encuentra en un proceso que parece de reajuste, expresado por diferentes posicionamientos. Así, por ejemplo, la administración no apoyó el llamado a golpe en Perú para impedir el triunfo de Pedro Castillo, mantiene un juego a doble banda en Venezuela, y despliega hombres claves en zonas claves, como el jefe de la CIA, Joseph Burns, en Colombia y Brasil. ¿Qué posición tomará finalmente la administración ante Cuba? Será un punto determinante para la evolución económica-política en la situación en la isla, con una nueva dirección que se enfrenta a una crisis compleja, en un proceso con reservas políticas que suelen ser subestimadas desde fuera.