Un número importante de alumnos de las escuelas públicas porteñas casi no tienen clases: un zoom de media hora por semana en algunos casos, una clase de inglés cada cuatro meses en otros, una tarea por mail a veces. Se trata de los alumnos exceptuados de la presencialidad que por tener algún factor de riesgo en su salud o convivir con un familiar que lo tiene no concurren a la escuela. Si bien el protocolo establece “alternativas remotas para garantizar la continuidad pedagógica”, las familias dicen sentirse completamente abandonadas.
Valeria tiene una hija de 8 años que cursa tercer grado en una escuela del Distrito 10. Solicitó la exceptualidad en febrero, justo antes de que comience el año escolar. Lo hicieron porque conviven con una persona mayor, uno de los factores considerados de riesgo frente al covid. Recién un mes después de presentar toda la documentación, y de que arrancaran las clases presenciales, su hija tuvo un Zoom.
“La virtualidad es una ficción. No hay docentes asignados, no les abonan las horas, no les dan el material. Los docentes tienen que hacer malabares para usar el momento en que los chicos están en educación física, por ejemplo, para en esos 40 minutos, que serían su descanso, meter una clase virtual”, se queja Valeria, que prefiere no identificar la escuela de su hija, porque los casos son fácil de individualizar y las presiones no faltan.
La situación que cuenta la madre se repite en el testimonio de otras familias: en los primeros meses del año escolar la virtualidad tomó cierta regularidad a cargo de los docentes que por tener enfermedades preexistentes o contar con algún factor de riesgo también estaban dispensados. Pero al recibir la primera dosis de la vacuna, el gobierno porteño los hizo volver a las aulas y a partir de ahí las clases de los chicos exceptuados quedaron a la deriva.
“Desde que las seños que estaban dispensadas tuvieron que volver mi hija tiene un solo zoom por semana de 40 minutos, nada más. Es la nada misma, no hay acompañamiento pedagógico, no es real”, agrega Valeria.
Valeria cuenta además que hizo reclamos por todos lados: en la escuela, en el distrito escolar, en la Defensoría del Pueblo y en la Comuna. La única respuesta que recibió fue la de “te podemos mandar un cuadernillo” y no mucho más. “Les están negando el derecho a la educación y los presionan preguntándoles cuándo van a volver, como si fuese una decisión de los chicos. Es muy angustiante porque los ves hablando de la importancia de la educación en la televisión y mientras hay chicos completamente abandonados”, dice por último.
Diego Santillán es papá de otra alumna exceptuada. En su escuela, cuenta, hay ocho estudiantes en la misma condición. La semana pasada presentaron una carta a la dirección de la escuela para pedir que los chicos tengan más clases o les asignen algún maestro. Hasta ahora no tuvieron respuesta.
“Pedimos ser exceptuados desde el comienzo y nos dijeron que iban a ver cómo implementan algo porque no tenían nada armado”, cuenta Santillán, papá de la escuela N°8, del Distrito Escolar 7. El caso se resolvió con una docente que también estaba exceptuada por problemas de salud. Hasta que recibió la primera dosis de la vacuna y tuvo que volver.
“Ahora mi hija tiene sólo una hora semanal de clases e incorpora contenidos por el esfuerzo de la familia. Tiene la suerte de tener una mamá docente y un papá que trabaja desde casa, pero no es la realidad de todas las familias”, dice Diego, que agrega que una hora semanal es "insuficiente para mantener la continuidad”.
“El grado de abandono y discriminación que hay con los exceptuados no tiene nombre. Nos hacen sentir a los padres como si se tratara de un capricho, desde la dirección dicen que en la escuela no hay contagio cuando todas las semanas hay dos o tres burbujas cerradas”, sostiene el padre.
La buena víctima
Días atrás se hizo público el caso de una niña de 11 que cursa como alumna exceptuada por estar bajo tratamiento médico por su leucemia. Como el resto de los chicos dispensados, el problema se agravó cuando la maestra que le daba clases virtuales volvió a la escuela. A partir de ahí se quedaron directamente sin docente.
“Fuimos a la Defensoría del Pueblo, al Ministerio Público Tutelar y a la Defensoría General. Tuvimos que hacer un amparo y recurrir a los medios para hacer público el caso de nuestra hija. El día que íbamos a presentar el amparo nos llamaron para decirnos que había una solución”, cuenta Ana Inés, la mamá de la nena.
La solución fue simple: el Ministerio de Educación porteño le asignó horas en comisión (pagas) a la maestra que tenía asignada para que pudiera continuar con las clases virtuales. Ana Inés dudó en aceptar porque la respuesta era sólo para su caso puntual y no para todos los exceptuados. Su hija, dice, se ganó el lugar de “buena víctima” por tener una enfermedad grave y el caso escaló en los medios. Por eso hubo una respuesta rápida por parte del gobierno porteño.
“Nos hicieron firmar un acta acuerdo con la supervisora del distrito en la que nos comprometemos a frenar el amparo. La culpa nos acompaña en todas las decisiones que tomamos porque la presión la hacen a través de los niños. Somos muy pocas familias en términos numéricos y hay una intención clara de dividir”, agrega. Ana Inés espera que este acuerdo sea un antecedente para el resto de los niños exceptuados.
6.000 alumnos en la misma situación
Según el relevamiento que pudieron hacer los gremios hay alrededor de 6.000 estudiantes exceptuados solamente en primaria. Este número no incluye los casos de secundaria, escuelas técnicas ni artísticas.
“Hay 6.000 chicos sin clases desde junio, cuando hicieron volver a todas las maestras a pesar de tener una sola dosis. Son chicos que no pueden ir a la escuela porque están enfermos o viven con algún familiar con factores de riesgo y el gobierno no hace nada. Rodríguez Larreta se llena la boca diciendo que cada día de clases importa, pero estos chicos no les importan a nadie”, sostiene Eduardo López, secretario general adjunto de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE).
López confirma lo que cuentan las familias. En las escuelas ahora son los mismos maestros que están a cargo de las clases presenciales quienes tienen que seguir con los exceptuados en algún bache. “El verdadero motivo por el que los chicos no tienen clases es porque el gobierno no paga docentes para que las clases remotas tengan continuidad”, finaliza López.