No se puede pensar a la Democracia en términos esenciales y absolutos. Como si la Democracia se pudiera establecer desde sí misma sin ninguna historia que la preceda.
En todas las democracias del mundo ha intervenido siempre un momento "no democrático", violento y decisionista. Desde Carl Schmitt hasta Derrida, pasando por Lacan, se ha explicitado que un orden político determinado, como en este caso la Democracia, se instaura a partir de un Acontecimiento no deliberativo ni constitucional. La historia occidental de las democracias testimonian de esa violencia fundacional de la que habló Benjamín, como ese acto instituyente que constituye el tránsito al mundo institucional que vendrá después.
Desde este horizonte carece de sentido oponerle a la Revolución cubana la Democracia como un valor neutro, esencial y ahistórico.
La condición de posibilidad de la Democracia en Cuba no es lo opuesto a la Revolución. La Revolución es el legado a partir del cual la Democracia se debe construir en Cuba.
No en contra de la Revolución sino a partir de la misma. Difícil tarea, en el límite de lo imposible, pero el único camino político para que la Democracia no sea la implantación una vez más, de la lógica del bloqueo por otros medios.