Juan Ingaramo cerró el 2019 con una nominación a los Latin Grammys como “Mejor Nuevo Artista”. A pesar de hacer música desde la escuela secundaria y contar con tres discos en su haber, el lanzamiento de Best Seller en 2018 fue un éxito. Sus temas sonaron en todas las radios y sus shows agotaron entradas en todo el país, Chile, México y New York. En medio de ese boom, y luego de dos presentaciones en el Teatro Vorterix, llegó desde China un virus que paralizó el planeta. Pero la pandemia no fue excusa para este músico cordobés de 34 años que acaba de lanzar su cuarto disco de estudio: La Batalla.
En los últimos dos años no hubo descanso en la vida de Juan Ingaramo. Tuvo su primera hija, Lila, junto a su pareja la actriz Violeta Urtizberea, y se mudó a su nueva casa en Vicente López, donde por primera vez, luego de 13 años y 11 casas desde su llegada a Buenos Aires, siente un hogar como propio. Intercaló algunas noches de tenis y otras de fútbol 11, sin olvidar su pasado en General Paz Juniors, que lo llevó a enfrentar al Newell’s del mismísimo Messi en más de una ocasión, cuando Lío era pequeño.
Con abuelo tanguero y padre jazzero, el destino de Juan siempre estuvo marcado. Por sus manos pasaron guitarras, baterías y pianos, hasta que finalmente se animó al canto. No es fácil encasillarlo. Sus canciones toman prestado diversos ritmos latinos, desde el cuarteto de su Córdoba natal hasta la bachata, el trap, el reggaeton, el pop y el mambo. Los temas del nuevo disco reflejan este aspecto nómade, con canciones compuestas en song camps (“campamentos de composición” donde se juntan artistas a compartir ideas y componer temas) durante su pasaje por México, Miami y NY.
Ingaramo lo atribuye a la música que mamó de pequeño: Astor Piazzolla, Milton Nascimento, Iván Lins, Jobim, Joan Manuel Serrat y Silvio Rodríguez, y a las canciones de The Beatles explicadas por su madre. De adolescente, las tendencias del pop rock se hicieron evidentes, y bandas como The Beach Boys, Nirvana, The Who, Michael Jackson y los Red Hot Chili Peppers sonaron en su compactera. Litto Nebbia, Spinetta, Charly García y Fito Páez fueron sus ídolos locales en los días de colegio.
No había dudas de que su futuro tenía color de blancas, negras y corcheas. Comenzó la Licenciatura en Composición Musical en la Universidad Nacional de Córdoba y luego de dos años decidió, junto a su grupo de amigos, venir a Buenos Aires a instalarse en un PH de San Telmo.
-¿Cómo fueron tus inicios en la música?
-Mi trabajo empieza con una banda de covers de los Beatles en Córdoba, que se llamaba The Greets. Tocábamos en fiestas de 15, casamientos y pubs. Nos divertíamos y ganábamos plata. Teníamos barra libre en los bares, estaba bárbaro. Pero eran covers, y lo que yo quería era componer.
-¿Cómo fue el recibimiento en Buenos Aires?
-Vinimos en 2008 con el sueño de tener una banda de rock, pero no teníamos un mango y no conocíamos a nadie. Éramos cuatro cordobeses de 21 años, indios, diablos y caravaneros, y nos hicimos promotores de los calditos Knorr, pero era un laburo por temporada y no alcanzaba. Entonces empezamos a tocar covers de The Beatles en el subte y en el tren Mitre a Tigre. Yo era el baterista, así que en los vagones tocaba el cajón peruano. Disfrutaba mucho el repertorio en el tren, pero un día unos vendedores nos encararon y nos dijeron “se bajan en la próxima o les rompemos todos los instrumentos”. Fue el fin de ese negocio.
-¿Qué pasó en esos dos años entre el tren a Tigre y el primer disco Pop Nacional, de 2013?
-El compositor de la banda se volvió para Córdoba, pero seguíamos haciendo los temas de este chabón. Tocaba la bata y quería ser un Steve Gadd, tocar con este, con el otro. Quería tocarme la vida. Estudiaba armonía con Claudio Cardone, que me contactó con Rafa Arcaute, productor del disco Para los Árboles del flaco Spinetta. Él nos empezó a ordenar como banda y a darnos las primeras nociones de producción. Un verano Rafa nos pidió a cada miembro de la banda que le mandáramos nuestras canciones por separado. Pero había ondas muy distintas entre nosotros, y lo que creíamos que podía funcionar no funcionó. Rafa me escribió y me dijo “che, se me ocurren cosas con tus temas”. Ahí empecé a descubrir a mi “yo cantante”. Casi sin darme cuenta me embarqué en el asunto.
-Y de repente son cuatro discos. Calificaste el primero como “inocente”. ¿Cómo fue el proceso de evolución de tu música?
-Yo siento algo en común entre todos mis discos. Muchas canciones de La Batalla podrían haber estado en el primero. Sobre todo cuando las desnudo de la producción y las toco en el piano que es como compongo generalmente. Mantienen esa misma esencia. Quizás Músico (2016, segundo disco) es el más despegado, pero siento que todos tienen la misma raíz.
-¿Creés que Best Seller tiene algo distinto o "comercial" por decirlo de alguna forma?
-En Best Seller me saqué la necesidad de ser alternativo. Me doy cuenta ahora, no es que me lo propusiera. El momento creativo es un cuartito al que vas y no entra la razón, es todo feeling. No es que vos decís “ah, voy a hacer una música más hitera para pegarla y ganar plata”. Sucede por una lógica propia, pero es cierto que uno siempre quiere que cada vez lo escuche más gente.
-Los últimos tres años se empezó a escucharte en todos lados. ¿Hubo algún momento que recuerdes en especial?
-A mí todavía no me cayó la ficha, aunque no se bien cuál es la ficha que me tiene que caer. Pero creo que ese momento fue en un show en Niceto que dije “me vinieron a ver a mí y son un montón”. Me encanta que me saluden y me pidan fotos. Lo tomo como una devolución por escuchar mi música. Es lindo, y es algo que me pasa últimamente. Todo por la música. La música es soberana.
-¿Y cómo describís tu música?
-Lo voy descubriendo día a día. La música es un ser vivo, no sabés dónde empieza ni dónde termina, pero de entrada yo diría que es pop. Supe que ahí cabía todo, por eso le puse Pop Nacional a mi primer disco.
-En una entrevista dijiste que te hubiese encantado pertenecer, pero que el indie no te daba bola. ¿Hoy te sentís parte de algún movimiento?
-En un momento pertenecí, en el disco Músico en el 2016, que tenía un color alternativo. Después empecé a armar mi propio mundo, con mis reglas y mi movida, que es no poder definirme en un género o que no entre en algunas playlists, como mi tema Cuartefunk. Finalmente me da orgullo, creo que eso también es madurez: cuando tenés tu identidad, le das lugar a tu verdad.
-¿A la hora de componer con que te encontrás primero? ¿con la letra, con la música?
-Depende. Un gran porcentaje compongo en el piano. La mayoría de las veces empiezo a tararearla y la grabo por nota de voz en el celular. Existe ese fluido creativo que anda dando vueltas y nosotros somos un medio. No siento que lo que hago sea mío, sino algo más colectivo. En La Batalla hice mucho song camps: todas las experiencias son válidas y sacan algo diferente de vos.
-¿Sentís que el hecho de ser más conocido te condiciona un poco en la experimentación? ¿todo lo que hacés tiene que ser aceptado?
-No creo que ese sea el objetivo. Te tiene que gustar a vos, lo tenés que amar y te tienen que dar ganas de compartirlo con el público, ese es el sentimiento. Lo importante es ser sincero, hacer la música que te sale, lo que sos. Las grandes compañías tienden a opacar eso. Funcionan, pero los números y la crueldad de la industria hoy no ayudan. Es lo que más angustia a muchos artistas. La música no tiene nada que ver con los números. Hoy en día no se habla de música, se habla de números. Te hablan de un artista y te dicen “tiene tantos millones de views”. Yo trato de que ese no sea el parámetro. Dentro del negocio se siente presión, pero también tiene su parte linda, es la adrenalina del trabajo.
-¿Qué te gusta escuchar?
-Cuando estoy solo es cuando me escucho. No lo que ya está hecho, sino lo que estoy haciendo. En el auto oigo los demos, eso me emociona. Estás creando, es increíble. Después cuando salen no lo hago más. De otros autores cada tanto picoteo. Lo último que escuché fue Rosalía.
- “La Batalla” tiene una onda muy alegre y festiva. ¿lo pensaste como una forma de darle pelea a la pandemia?
-Es un escudo y una espada para afrontar estos momentos del mundo. Todos estamos en una batalla feroz, contra nosotros mismos, contra los mandatos, contra el éxito, contra el hambre. Es terrible. Seguramente la humanidad ha tenido siempre este espíritu.
-Este disco lo produce Nico Cotton (productor de artistas como Wos, Conociendo Rusia, Louta, Axel y Jimena Barón, entre otros). ¿Cómo es tu relación con él?
-Es un ida y vuelta. Le cuento mi idea y él me devuelve sus visiones. Se trabaja mucho con la prueba musical. Pero yo confío mucho en él, entonces puedo delegar tranquilo.
-¿Sentís que las posibilidades de las nuevas tecnologías complican de alguna manera llevar el disco al vivo?
-A mí en el vivo me gusta la “tracción a sangre”, y he tratado de hacerlo siempre. Un baterista, dos músicos, que el bombo salga de la pierna. La mano sound system no me conmueve, no me hace llorar, ni tampoco me hace saltar tanto. Aún así, estar solo tiene algo pocket, de bolsillo, que también tiene lo suyo.
-Luego de este año y medio difícil se perdió un poco la relación con la gente. ¿Te imaginás un reencuentro a todo trapo?
-Siento lo contrario a lo que decís. Tengo que volver de un lado más humano. En lugar de ir a un Movistar Arena empezar por tocar en un bar en Pergamino, en Tandil, Monte Grande, hacer zona sur, Claypole. Es una ideíta que me está saliendo de ir solo con mi set, de a poco, a conectar de cero de nuevo. Hacer shows en diversos lugares, que vengan 80 personas. Después sí, hacemos el show con quilombo. Antes te hubiese dicho: “quiero el Gran Rex y el Luna Park. Quiero todo”. Ahora no. Es lindo también ir a buscar al público.
-¿Qué te brinda el público a vos?
-Siento que cierran el círculo que empezó con la canción, eso es lo lindo. No deja de ser aire que genera emociones al llegar.
-En 2019 tocaste en un show por los 70 Años de la Gratuidad Universitaria. ¿Con qué luchas te sentís representado?
-La lucha más grande que veo y la que más de cerca me toca es la del feminismo. Estoy haciendo la tarea como hombre y como padre. Me cuesta, es difícil pero creo que va por ahí. Todos nosotros somos hijos sanos del patriarcado. Por suerte da resultados, como el aborto legal. Pero a la vez los femicidios continúan.
-¿Como artista sentís la responsabilidad de aportar en estas luchas?
-Para mí se trata de los mensajes, no de las personas. Esa distorsión a veces nos hace mierda. El tema es poder acompañar desde el lugar que a cada uno le toca.