La lucha por la visibilidad y la igualdad de las escritoras continúa en el campo de batalla de la publicación, la participación en festivales y la lectura y el reconocimiento de los libros que escriben. Claudia Piñeiro es la primera escritora argentina que gana el Premio Dashiell Hammett a la mejor novela negra con Catedrales (Alfaguara) y la tercera escritora, después de las españolas Cristina Fallarás (2012) y Berna González Harbour (2020). El Hammett es el principal premio de la Semana Negra de Gijón, el festival de literatura policial más importante de España que va por su 34º edición. La cordobesa Ana Llurba, que vive en Berlín hace tres años, sucede a Mariana Enriquez en el premio Celsius a la mejor obra en Ciencia Ficción y Fantasía con el libro de cuentos Constelaciones familiares, que la editorial 17grises, de Bahía Blanca, publicará en los próximos meses.
Desde Gijón, adonde viajó para presentar la novela premiada y participar del festival, Piñeiro reflexiona sobre la visibilidad de las mujeres. “Lo que escribimos siempre estaba ahí, lo que pasa es que antes no nos leían o no les parecían historias interesantes y ahora esas historias irrumpen de otra manera y somos leídas y empezamos a tener las mismas oportunidades que los hombres. Después de que nos den las mismas oportunidades, ganará el mejor: alguna vez ganará una mujer, alguna vez ganará un hombre; pero lo importante es estar ahí de manera de recibir la misma visibilidad, la misma cantidad de lecturas y las mismas oportunidades”, plantea la escritora a Página/12. El jurado del premio Hammett, integrado por Berna González Harbour, Marta Barrio, Mariano Sánchez Soler, Miguel Barrero y Jesús Palacios (que emitió voto telefónico), eligió por unanimidad Catedrales, a la que definió como “una novela negra no canónica en la que, de forma coral, cada personaje aporta su versión a la construcción de una historia que va adquiriendo una dimensión extraordinaria”.
En Catedrales las voces de los miembros de la familia Sardá reconstruyen lo que pasó hace treinta años con Ana, la hermana menor de la familia, una joven que apareció descuartizada y quemada en un terreno baldío. Para el jurado, “con gran riqueza literaria, con variedad de recursos estilísticos y con un profundo conocimiento de la condición humana, Piñeiro borda una trama de contradicciones y zonas grises que reflejan la realidad de la vida”. Alfredo, el padre de Ana, luchará para encontrar la verdad, aunque suponga un dolor mayor a lo que podría imaginar. El jurado destacó que Catedrales es “una novela comprometida con las más duras situaciones que puede afrontar una mujer a causa de la hipocresía y los prejuicios religiosos”. La última novela de la autora de Las viudas de los jueves, Elena Sabe, Las grietas de Jara y Un comunista en calzoncillos, entre otros títulos, viene de ganar en Valencia el premio a mejor novela del festival VLC Negra, un reconocimiento en el que los seguidores del certamen eligen los libros premiados a través de una votación popular.
Piñeiro dijo que la historia de la protagonista de su novela “podría ser la historia de muchas argentinas y latinoamericanas” y que “puede darse en cualquier país en el que no se tiene en cuenta los crímenes que se perpetran contra las mujeres y otras disidencias”. La emoción quebró la voz de la escritora. “Me emociona la lucha que hemos venido dando en todos estos años en tantos lugares del mundo. A mí me toca escribir y otras hacen otras cosas. Pero sin duda estamos todas de la mano, tratando de que seamos iguales a todos los demás seres del planeta”, agregó la escritora y reconoció que se siente orgullosa de pertenecer a la “legión de Hammett argentinos”, en la que está “mi maestro Guillermo Saccomanno dos veces” y otros autores como Raúl Argemí, Leonardo Oyola, Guillermo Orsi, Ricardo Piglia, Marcelo Luján y Juan Sasturain. “Cada escritora debe escribir lo que quiera, no estrictamente de cuestiones de género; pero seguro habrá una mirada particular del mundo, la que se hace desde los márgenes, desde las fronteras, desde los lugares olvidados”, concluyó Piñeiro.
Ana Llurba (Córdoba, 1980), ganadora del Premio Celsius por Constelaciones familiares, trece relatos sobre la amistad, la exploración de la sexualidad, rituales de paso típicos de la adolescencia y experiencias como la maternidad, los vínculos con otras especies y hasta con seres mitológicos, está sorprendida por haber ganado el premio en el que también estaba como finalista la escritora boliviana Giovanna Rivero, una autora que es “una gran inspiración” para Llurba. Desde Berlín y con un acento cordobés apenas suavizado por los más de doce años que lleva viviendo entre España y Alemania, la autora del libro de poesía Este es el momento exacto en que el tiempo empieza a correr (I Premio de poesía joven Antonio Colinas 2015) y de la novela La puerta del cielo (2018), lamenta no haber podido viajar a Gijón, “una ciudad maravillosa para mí”, por complicaciones familiares.
Los personajes de los cuentos de Llurba son asediados por el deseo, la catástrofe y la búsqueda de redención. El primer relato del libro “Orilleras”, protagonizado por Gladelí, una prostituta trans, despliega una atmósfera inquietante de violencia y voces fantasmales que regresan. “El cuento nació a partir de una anécdota que me contó mi mamá, que es jubilada farmacéutica y trabajaba en una farmacia en la zona roja del centro de Córdoba. Ella me contó una historia en torno a una prostituta trans, que la recreé con un río que se llama Tumbicha, que está inspirado en una zona de Catamarca que se llama Chumbicha. Ese río Tumbicha vendría a ser como el río Suquía, que corta Córdoba de punta a punta, y que tiene un significado mitológico que converge con lo material. Cada vez que vuelvo a Argentina me parte el alma ver a tanta gente pidiendo dinero. El cuento es la recreación de una anécdota mitológica con un sentido muy material en torno al dinero y a los fantasmas que vuelven a asediar el presente”, explica la escritora cordobesa.
El segundo cuento de Constelaciones familiares, publicado en España por la editorial independiente Aristas Martínez, transcurre en pandemia. “Es una historia de amor transontológica”, ironiza Llurba. Hay un fragmento del cuento, titulado “Lo más parecido a la felicidad”, que condensa una parte del comportamiento pandémico: “(…) Esta no era más que la señal del comienzo del fin. El incipiente crepúsculo de esa especie que, atrincherada en su casa, seguía haciendo lo único que sabía hacer aunque el mundo que conocían se estuviera desplomando a su alrededor: consumir”.